Dios, si realmente existes, te pido que me des toda la paciencia que puedas ofrecerme, y nada de fuerza, quítame la fuerza porque en cualquier segundo podría cometer un crimen.
—¿Podrías ser un poco más delicado? Me arde y comienza a dolerme —se quejó el pelinegro por décima vez, limpiando su frente de algunas gotas de sudor que aparecieron por el esfuerzo.
—¿Y tú podrías hacer silencio y dejar de moverte tanto? Así solo estás complicando las cosas —vuelvo a quejarme también por décima vez. Sostengo mi espalda y suspiro cansado, ya siento algo de dolor por mantener esta posición tanto tiempo—. Voy a intentarlo de nuevo, así que respira hondo y relájate.
¡Arde!
—¡Pero ni siquiera te he tocado todavía, Blake! —suelto exasperado por lo exagerado que está siendo. Decido acostarme para ver si logro tranquilizarme.
—Se supone que debes tratar bien a un paciente —por el rabillo del ojo me percato de que se levanta del suelo, de donde no ha querido moverse desde que llegamos—. Pésimo servicio, cero estrellas —ríe y se sienta a un lado mío.
—Aseguro que te sería imposible encontrar a otra persona que tenga tanta paciencia como la que he tenido durante esta media hora, Blake —pincho su costado derecho, haciéndolo saltar y soltar una leve risa—. ¿Puedo seguir con eso? —pregunto, a lo que él solo asiente y extiende su mano hacia mí.
Luego de haberlo encontrado en ese estado tan angustiante y caótico, el tiempo que le ofrecí para que se apoyara en mí y pudiera desahogarse (aunque en ningún momento soltó una palabra) sirvió a que se calmara.
Lo ayudé a recoger los diplomas esparcidos por todo el piso, aunque algunos estaban arrugados, manchados o mojados. Al final, él agarró el montón de papales y los rompió, tirándolos a la basura y asegurando que luego hablaría con su coordinador para pedir otros.
No conseguí detener mis pies para cuando ya estaba cerca del lavabo y abría la llave, mucho menos detuve mis manos para cuando ya estaba intentando arreglar el desastre que era su cabello, tratando de acomodarlo a como estaba antes.
Blake no dijo nada, mantuvo su mirada en mí durante todo ese tiempo, mas no se alejó o se negó a lo que estaba haciendo. En ese instante mis nervios volvieron a aparecer y me reprendí por mis últimas acciones, pues me di cuenta de que comencé a cruzar una línea que no estaba seguro de querer pasar.
«Debo lucir como un completo desastre, ¿verdad?», fue lo que dijo en un posible intento de romper el silencio, ofreciendo una comisura levantada que no reflejaba ninguna alegría real.
«No lo diría de esa manera. Tan solo luces como otro estudiante más que quizá no tuvo un buen día... Ya sabes, los desastres no son necesariamente malos», fue lo único que salió de mis labios, a pesar de querer decir mucho más.
Después me costó demasiado convencerlo de que debía ir a la enfermería para prevenir cualquier infección o problema que pudiera llegar a surgir por las heridas, pero no fue hasta que me ofrecí a acompañarlo que aceptó a regañadientes.
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Mi ambedo, tu litost (#PGP2022)
Teen FictionBlake Graham y Kerrick Mills, dos chicos que lo tienen todo, sin necesidad de envidiar a otros porque a ambos se los puede considerar la crème de la crème en el instituto privado GPDG's. Pero a pesar de ello, en su vida se han dirigido la palabra, n...