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Cuando desperté y entorné los ojos debido a la luz de sol que se abría paso a través de la ventana, el lado de la cama de Jisoo estaba frío y ella se había ido. Una nota estaba situada cerca de una pila de ropa junto con mis llaves. Me senté y cogí la nota. No es que estuviera ansiosa por saber de ella.

Nope.

Suprimí la sombra de decepción que me invadió al no poder ver a Jisoo esta mañana. Como si me importara saber cómo luciría. Si tendría ese tipo de cara de desastre que generalmente cualquiera tiene. O si tendría esos lindos mechones despeinados en su cabello cuando despertó, o esa mirada somnolienta que volvía mis piernas gelatina. Nope. No me importaba.

Su letra era fluida y garabateada. Pero de alguna manera íntima. Con sólo mirarla me recorrió un cálido hormigueo.

Jennie.

Mike no encontró nada inusual en la casa. De igual forma iré a verificar yo misma. Vigilaré la casa para asegurarme que nada —ni nadie— regrese. Por favor, si puedes mantente alejada por unas cuantas horas más, hasta que sepa que es seguro. Bajé a la tienda de regalos y les conseguí algo de ropa. Adiviné las tallas. Espero que estén bien. Hay algo de dinero en el bolsillo para el taxi, usa mi tarjeta de crédito si lo necesitas. Tienes mi número celular. Llámame más tarde y podremos hacer planes. No te dejaré escapar tan fácilmente.

Suspiré.

En una forma genuinamente torpe, Jisoo había adivinado incorrectamente nuestras tallas. La camiseta y pantalones deportivos de los Cowboys Dallas que había conseguido para Ning eran aproximadamente dos tallas más grandes. Su delgada forma prácticamente nadaba en aquella ropa deportiva. Pero ella sólo barboteaba acerca de cuán considerada era Jisoo.

Mis ropas, siendo yo más alta y de mayor talle de corpiño que Ning, eran demasiado estrechas. La camiseta era indecente y los pantalones de correr eran tan cortos que bien podrían haber sido capris. Me los puse de todos modos. Y usé mi vestido corto por encima como una túnica.

—Lo bueno es que BoA nunca está en la oficina —dijo Ning, arremangándose la camiseta—. De lo contrario habría tenido un infarto de habernos visto vestidas así para trabajar.

La suerte no estaba de nuestro lado. No habíamos hecho nada más que llegar a la pequeña oficina de enlaces a contarles a las chicas del horario nocturno (Ryujin y Dahyun) acerca de nuestro lamentable asalto de morada cuando BoA apareció de repente, hecha toda visión en un cortísimo vestido rojo y con su oscuro cabello ondulado cayendo en cascada sobre sus hombros.

Tragué con fuerza ante la visión de mi jefa.

—BoA —dije con voz débil—. Has vuelto pronto. —Bien, mierda. Esto sólo complicaba las cosas.

—Jennie —chilló con un marcado acento—. Quiero verte en mi oficina. Ahora. —Ni se molestó en vernos a las cuatro apiñadas en el escritorio de Ning.

Todos mis sentidos estaban en alerta. Alisé mis ropas. BoA de alguna forma debía haberse enterado de mi cita con Jisoo y sólo había venido a la oficina a darme una paliza. Mierda.

Ning me miró con ojos desorbitados cuando pasaba. Pero no salió disparada hacia el cuarto de archivo. El resto de las chicas en la oficina no eran cambiadoras. Y BoA era una sirena. Las sirenas tenían muchas cosas a su favor. Pero el sentido sobrenatural del olfato no era una de ellas. Esa era la razón por la que habíamos podido trabajar aquí por tanto tiempo.

Sin embargo, BoA no era la jefa más comprensiva. Tenía horarios extraños, esperaba que sus empleados se mantuvieran a estándares aún más altos que los de ella, y tenía un montón de extrañas rarezas que yo había desestimado como basados en supersticiones. Y también tenía un puñado de extraños caprichos que calificaría como prototipos basados en su lado sobrenatural. Pero no era ninguna tonta. Podría reprendernos por no vestir formal por un día, pero al final eso no afectaría nuestra forma de atender teléfonos o a los clientes. Su ira tenía que ser a causa de mi cita.

midnight liaisons!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora