Capítulo 34

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Capítulo 34:

Ada.

A medida que me aproximo a la entrada, un bulto lleno de pelos, quién excreta babas a montones, se cuela en nuestro intento de llegar a la puerta. La fétida criatura se pone sobre sus patas traseras, afirmando las delanteras sobre el regazo de Codi. Este último le dedica una amplia sonrisa al animal y le soba el cuerpo con ambas manos.

─ Hola, bebé de papi─ le dice Codi al perro─ Te voy a presentar a una amiga─ No puedo creer que le esté hablando al perro como si fuese un bebé. Me arrimo un poco al animal temiendo que me muerda, pues se ve aterrador. ─ Deberías tener cuidado, a veces se estresa al conocer gente nueva, puede morderte.

Porque soy bien pendeja, arrimo con cautela la mano para acariciar al hijo peludo del chico de ojos bonitos. Es increíble que el perro no solo se deja acariciar, sino que se abalanza contra mí tirándome de culo al piso comienza a darme besitos con su lengua por mis mejillas. El perro malvado me adora, ahí va tu vendetta querido Codi, tú le caes mejor que yo a mi sobrino, y yo le agrado más a tu perro que tú. A mano.

─ Traidor─ le susurra al perro.

─ ¿Quién me quiere más que a su papi? –Ahora yo soy quien le habla como cría al animal─ ¿Cómo se llama? –pregunto sin alejarlo de mí.

─ Dobby.

─ ¿Le das de comer medias o qué? –Qué forma más tonta de hacer ver que leíste todos los libros de Harry Potter.

─ No, claro que no. Pero tiene una manta hecha de calcetas─ dice rascando su nuca.

Es muy tierno. Sería una pena que yo lo destruyera.

Entramos con Dobby a rastras, quien va pegado a nosotros y le muerde eventualmente los tobillos a Codi. Es muy divertido ver como él pega brincos al sentir los dientes en su piel, aunque el animal lo hace de manera amistosa.

Ni bien cruzamos el umbral de la puerta, la abuela de Codi se abalanza hacia nosotros. Me aprieta los cachetes (jamás una señora me había apretujado los cachetes) con una sonrisa dibujada que arruga sus facciones. Me gusta esta casa, se percibe un rico aroma a comida casera y tal vez algo dulce, se siente como si fuese un hogar porque puedes percibir sensaciones bonitas al ingresar, cosa que nunca sentí en casa de ninguno de mis padres. Por su parte, la madre de mi Molesto también me apretuja en un abrazo. Ambas mujeres pasan de largo el hecho que hace seis horas no traía una escayola en la mano y ahora sí, mejor, no quisiera que ellas se tomen la impresión de que soy horrible, aunque sería la verdad.

Nos sentamos en la mesa rectangular ubicada de manera estratégica en el patio, pues así se puede disfrutar de la brisa fresca de verano. Me senté junto a Codi, su madre insistió, que conveniente, pero igual ella piensa que soy un ángel, eso me entristece, me hace recordar lo porquería que soy realmente, aunque me esfuerce en ocultarlo.

En la mesa reposa una gran fuente de vidrio repleta de empanadas. Tomo una siguiendo la invitación de mi anfitriona. En cuanto a comida no soy muy delicada, lo digo así porque no falta el que me recuerda que no como palta y chocolate, todos tenemos por lo menos un alimento que odiamos con el alma consumir, aunque sea ilógico y raro para otros. Ven, como Codi, que odia la mayonesa solo porque sí.

Al morder la empanada me siento en la gloria. De manera teatral revoleo los ojos y tomo aire por la nariz. Pongo una servilleta debajo porque es una "empanada de piernas abiertas", y no piensen mal, cochinos, se dice así ya que chorrea mucho jugo, bueno esa explicación solo les jodió más la mente. Ahora entiendo porque el chico que está sentado junto a mí ha engordado desde que volvió a casa de su madre. Hablando de roma, escupe el contenido de su boca sobre una servilleta descartable.

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