Capítulo 1

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"Yo me enamoré de sus demonios, 

ella de mi oscuridad.

Éramos el infierno perfecto".

Mario Benedetti.


Capítulo 1:

Ada.

Golpeo, mis nudillos duelen, pero golpeo más fuerte. Aunque no creo que sea necesario que siga, de todos modos, lo hago.

Escucho muchos gritos, la verdad no sé qué dicen, tal vez me ovacionan o me abuchean. Supongo que debe ser un espectáculo digno de ver; una niñata de uno sesenta dándole una paliza a un tocador de culos con cara de malo. Si graban un vídeo, ¡quiero verlo!

Me toman por las axilas tirando hacia atrás. ¡Carajo! Dejen que se haga justicia.

─Ada, no me gusta que vengas seguido a la enfermería. Mucho menos por pelear. ─Ya me lo repitió un par de veces este mes.

─No te preocupes que trataré de hacerlo menos, pero ¿a poco no me quieres? –le digo.

Ella suspira como una madre preocupada, obvio le cansa mí estúpida actitud, pero me quiere más de lo que puede admitir. Teresa es la enfermera del instituto y me ha curado cientos de veces, tiene alrededor de cincuenta años, aunque nunca selo he preguntado, solo es instinto. Su cabello es de un rubio grisáceo y le llega a media espalda, es delgada y me saca aproximadamente media cabeza. ¿Algo que la destaca? Su inmensa paciencia, desborda paciencia en especial conmigo, la jodo cada día de la semana. Y bueno yo... no soy un gran modelo a seguir, es más, si tuvieran que ponerme como ejemplo de algo seguro sería la viva imagen de una criatura flaca y escurridiza que se enoja por todo, algo que hay que exterminar a toda costa del fas de la tierra.

─Claro que te quiero, mi niña. Solo no me gusta que vengas para que te vende los nudillos, o te cure el labio partido.

─Sabes que no me puedo quedar quieta, él me tocó el culo. No solo me lo cacheteó, sino que lo apretó. Me apretó la nalga y yo le metí unas buenas piñas al tarado.

─ ¿Jimmy no era tú amigo?

─Sí. Pero ya no. Se pasó de la raya.

Sé que te debe una disculpa, pero no es tan malo. ─ ¿Qué no es tan malo? Ella no lo vio hacer cosas que yo sí, es un hijo de puta con todas las letras─ Ya está mi reina. El director quiere hablar contigo.

─Muchas gracias, mi hada madrina. ─ Le doy un gran abrazo─ Me voy a ver al señor mandamás.

Voy sin apuros. Aquí los pasillos de todos los edificios son una viva imitación del laberinto del fauno, poseen una capa de pintura color verde musgo, un aura de melancolía y un aroma a hierbas silvestres. También parece una cárcel sin salida, aunque los estudiantes de los últimos dos cursos tienen permitido salir a cada rato, es un asco asistir a un internado. Supongo que es una forma sutil de decir que no aguantas a tu hija, eso deja en claro que no soy la favorita, por algo estoy en esta escuela desde los catorce años. Bajo lentamente las escaleras, a la izquierda las puertas de vidrio me separan de los próximos retos que tendré. Golpeo la puerta una vez a la derecha, dos a la izquierda, algo así como una contraseña que acabo de inventar. "Pase" escucho y abro la puerta rogando que no me expulsen.

Señorita Cooper, tome asiento. ─No es un hombre malo.

─Lamento mucho lo que pasó, señor.

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