Capítulo 11: Los recuerdos que insisten en permanecer

1K 103 19
                                    

.

.

.

.

.

Valentina llevaba incontables minutos dentro del coche, sujetándose del volante con tanta fuerza que sus ya pálidos nudillos parecían del color del papel. Una botella de vino descansaba sobre el asiento del copiloto, como un recordatorio de lo que la llevaba esa noche a la entrada del gimnasio. Las palabras de Juliana se repetían una y otra vez en su cabeza, un eco constante imposible de acallar, así como el ardor sobre su piel de tan sólo rememorar cada lugar donde la había tocado la noche anterior, y una promesa de lo que seguramente sucedería en minutos. Si es que se atrevía a abandonar su espacio seguro y arriesgarse una vez más a caer en sus brazos.


Ni siquiera era capaz de explicar lo que le provocaba la otra mujer. Desde la primera vez que la vio, un cúmulo de sentimientos y sensaciones incomprensibles comenzaron a acumularse en su interior, creciendo cada día, en cada encuentro, en cada mirada. Era algo que jamás había sentido antes. Y la asustaba tanto como la fascinaba.


Desde su lugar, se asomó, observando temerosa las luces encendidas en el departamento de la morena. La sola idea de que la estuviera esperando la excitaba, pero también le provocaba la extrema necesidad de salir corriendo y no volver a verla más. No estaba acostumbrada a sentir tanto, y mucho menos a dejarse llevar por sus emociones. Llevaba tantos años reprimiendo cada uno de sus deseos y anhelos, que la posibilidad de dejarlos escapar parecía inverosímil. Hasta ridícula.


Con Juliana se sentía libre, empoderada, enaltecida. Cosas que había olvidado haber podido experimentar, si es que alguna vez lo hizo. Sin embargo, en vez de reconfortarla, todos esos sentimientos la asustaban. No estaba segura de querer sentirlos, no sólo porque resultaban abrumadores, sino porque además eran adictivos.


Valentina conocía muy bien lo mucho que una persona podía perderse en diferentes sustancias adictivas. Lo había experimentado en primera persona demasiadas veces, sus adicciones la habían arrastrado a tomar pésimas decisiones que todavía hoy le pesaban y afectaban su vida. Y sabía muy bien que podía ser mucho peor cuando no se trataba de alcohol o drogas, sino de algo que nacía de su interior y era generado por alguien más. No tendría ningún control si se dejaba arrastrar por esa marea. Pero lo más incontrolable eran sus ganas de permitirse hacerlo. Eso era lo que verdaderamente la aterraba.


Decidida a no pensarlo más, tomó la botella y salió del coche, caminando hacia la escalera con una seguridad que en realidad no tenía. Se sujetó del barandal, respirando profundamente en cada peldaño, sintiendo sus piernas flaquear en cada paso. ¿Cómo era posible que una sola persona le provocara tantas cosas?


Se detuvo frente a la puerta, dudando una vez más si estaba haciendo lo correcto. En su cabeza se batallaba una lucha constante entre sus deseos y su lógica, esos instintos adquiridos que la mantuvieron escondida tanto tiempo, y esos nuevos, animales, que Juliana había despertado y ya no podía volver a suprimir.


Golpeó con timidez, como si esperara no ser escuchada, que fuera la otra mujer de alguna manera la responsable de que su encuentro no se efectuara, y no ella. Sin embargo, los pasos de Juliana acercándose no demoraron en escucharse, y antes de poder arrepentirse definitivamente, la puerta se abrió y se quedó sin aliento al encontrarse con esos ojos color chocolate que la observaban con una intensidad que nunca había encontrado en otra mirada.

Contra las Cuerdas - Juliantina AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora