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Juliana recordaba a la perfección la primera vez que se dio cuenta que le atraían las mujeres. Tenía apenas 13 años y se sentaba junto a una niña muy bonita en la escuela. No hablaban demasiado, casi nada de hecho, pero cada vez que la veía llegar y tomar su lugar, el corazón de Juliana se aceleraba tan repentinamente que por momentos tenía miedo de que la otra chica fuera capaz de escuchar sus latidos desbocados.
Después de muchos años y tras haber sido capaz de explorar esa parte de su vida en profundidad y en diversas ocasiones, lejos del rechazo de su familia, se había sentido un poco decepcionada al darse cuenta que nadie más había conseguido hacerla sentir de esa forma. No había vuelto a experimentar esa molesta pero cautivadora sensación en su estómago. No al menos hasta unas noches atrás.
Se había resignado por completo a ser capaz de volver a sentir algo así, especialmente porque había dejado de creer en el amor, en el romanticismo, incluso en el simple hecho de que alguien pudiera gustarle de verdad. Veía todas las relaciones que tenía simplemente como una necesidad de acallar los pedidos de su cuerpo. Saciar sus necesidades y nada más.
Su primer encuentro con Valentina había revivido esa sensación y, sorprendentemente, la había incrementado. Desde el momento en que sus ojos se encontraron con los de la castaña, no había sido capaz de pensar en otra cosa. Y ahora que los tenía nuevamente frente a ella, observándola con atención, no estaba segura de poder siquiera elaborar una frase coherente para, como mínimo, saludarla.
Estaba atónita ante su belleza. Su rostro angelical y su evidentemente tersa piel, que se moría por acariciar. Esa delicada nariz respingada y esos perfectos labios rosados que no tenía dudas debían ser un pecado que merecía la pena ser probado. Era como si de repente todas esas mariposas en su estómago que habían estado durmiendo desde los 13 años, se hubieran despertado sin ninguna advertencia, multiplicándose por millones dispuestas a recuperar el tiempo perdido revoloteando interminablemente en su interior.
- Hola, Juliana - Valentina habló tras unos segundos, ante la evidente falta de reacción de la morena, quien tuvo que sacudir ligeramente la cabeza y hacer su mayor esfuerzo para enfocarse en devolver el saludo y no perderse nuevamente en la magnífica mirada azul de la anfitriona. - Buenas noches - añadió, incitándola a responder.
Juliana respiró profundamente, intentando ofrecerle una sonrisa.
- Hola, Valentina. Buenas noches - Logró murmurar, casi convencida de que si hubiera hablado solo un poco más bajo la otra mujer no la hubiera oído.
No estaba segura porque apenas la conocía, pero parecía que Valentina estuviera disfrutando de su incomodidad y la falta de habilidad para socializar que la había invadido en ese momento. No porque estuviera precisamente sonriendo, pero parecía que se estaba conteniendo de hacerlo y tenía un brillo peculiar en los ojos.
- Pasa, por favor - Se hizo a un lado, manteniendo la puerta abierta para que Juliana pudiera entrar.
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Contra las Cuerdas - Juliantina AU
Hayran KurguCon tan solo 16 años, Juliana se marchó de México hacia San Antonio para jamás regresar. O al menos, eso creía. Un llamado telefónico, un accidente y un pedido desesperado la llevarían de vuelta a su hogar 7 años después de haberlo abandonado. Pero...