Capítulo 2: Soy lo que el tiempo y las consecuencias me han hecho

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Juliana empujó por última vez sus brazos hacia arriba levantando todo su cuerpo con ellos. El esfuerzo quemaba sus músculos tanto como el sol de la mañana en San Antonio sobre su espalda cubierta de sudor al igual que sus manos, que se habían pegado por completo a los desgastados guantes cubiertos de tierra rojiza.


- 300 - Dijo en un jadeo para luego impulsarse hacia arriba y ponerse de pie. Desabrochó la tela que cubría sus manos y sacudió los guantes, intentando remover un poco el polvo. Pasó su mano por su frente, limpiando las gotas de transpiración que se convirtieron en manchas junto a sus pies segundos después. Respiró profundamente y reposó unos momentos contra la ardiente pared del trailer, que estaba tan caliente como su cuerpo por la exposición al sol. Odiaba los veranos en Texas, siempre lo había hecho. Principalmente porque jamás había deseado estar allí, ni cuando era una pequeña recién nacida que no tenía decisión sobre las acciones de sus padres, ni cuando era una adolescente obligada a vivir bajo el techo de casa de su tía por no cumplir con los mandatos sociales que el Chino y Lupe consideraban correctos.


Entró al oscuro lugar donde vivía, moviéndose con naturalidad dentro del pequeño espacio. Llevaba demasiados años ahí dentro, y había aprendido a coreografiar sus movimientos de tal forma que el espacio pareciera mucho más amplio de lo que en realidad era. Realmente no necesitaba mucho más, vivía sola y rara vez tenía compañía, salvo alguna que otra noche donde era libre y acababa con alguna chica en su cama. Aunque sucedía mucho menos a menudo de lo que le gustaría.


Abrió la pequeña nevera que se encontraba bajo la aún más diminuta encimera de la cocina, tomó una botella de agua fría y bebió el contenido casi completo de un tirón. Aún no pasaban de las 11 de la mañana y ya había completado casi 4 horas de entrenamiento. Una de las cosas que más extrañaba de su padre era no estar sola completando cada etapa de esa estricta rutina. Cuando aún estaba en en México, era su costumbre ir a correr juntos cada mañana antes de que ella fuera a la escuela, y al salir de clases, correr hasta el gimnasio para subirse al ring y continuar aprendiendo junto al Chino. Pero esos tiempos habían quedado atrás hacía mucho, mucho tiempo.


Dejó la botella sobre la encimera y movió su cabeza de un lado a otro, queriendo liberar un poco la tensión de su cuello. Se quitó los tenis que estaban casi tan empolvados como sus guantes minutos atrás, y también las calzas para quedar solo en panties y top deportivo. Tomó una toalla del mueble que estaba frente a ella, dispuesta a entrar en la regadera para prepararse para el turno que le tocaba esa tarde, cuando su teléfono la interrumpió. Tomó el aparato que se encontraba sobre la mesa plegable donde solía comer, y resopló al ver que era nuevamente ese número que había estado evadiendo durante los últimos días.


Volvió a dejarlo en su sitio ignorando el llamado, y fue hacia el baño deshaciéndose del resto de su ropa en el camino para no perder más tiempo. Abrió la llave y se sumergió por completo en el agua caliente, dejando que relajara brevemente sus músculos. Sabía que se estaba exigiendo un poco de más, pero era lo que demandaba la oportunidad que se la había presentado. Si conseguía ganar esa pelea, sería su paso definitivo dentro del circuito profesional, y finalmente podría dejar de tomar tantas horas extras en la cervecería para la que trabajaba, dedicándose casi por completo a su gran pasión, el boxeo.

Contra las Cuerdas - Juliantina AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora