Capítulo 4: Nada vuelve a ser lo que una vez fue

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Sus ojos ya estaban abiertos y fijos en el techo sobre ella cuando el despertador sonó. El sol apenas comenzaba a filtrarse por entre los edificios, y estaba segura de que no había conseguido descansar más de 4 horas. No había sido un buen fin de semana para su cabeza, y no lograba descifrar el motivo.

Se incorporó, casi en automático, llevando hacia atrás sus hombros para relajar los músculos de su espalda, ya cansados de cargar con tanta tensión. Tomé una respiración profunda, mientras se preparaba psicológicamente para su rutina de la mañana. Se levantó, estremeciéndose un poco ante el contacto con el frío piso bajo sus pies, y caminó hacia el baño para asearse la cara y cepillarse los dientes. Regresó a la habitación para colocarse sus joggers, un sostén deportivo, sudadera y tenis, antes de dirigirse a la cocina a servirse su plato con cereales y frutas como cada mañana. Lo comió despacio, mientras observaba la salida del sol frente a su ventana.

Cuando acabó, lavó los trastes, tomó sus audífonos y el teléfono,asegurándolo en su cangurera, y bajó por las escaleras hacia el estacionamiento del gimnasio. Tomó el casco de la pequeña cajuela de la motocicleta, se subió, la encendió y se perdió en las calles durante unos minutos hasta alcanzar el Circuito Ghandi, su lugar favorito para correr.

Durante los siguientes 60 minutos, dejó su mente tan en blanco como le fue posible, y se concentró en la sensación del suelo debajo de sus pies, como rebotaban una y otra vez, la música sonando fuerte en sus oídos, el viento golpeando su rostro. Cuando corría, mientras entrenaba, cuando se entregaba solamente a lo que experimentaba con su cuerpo, se sentía libre. Era la mejor forma que había hallado para lidiar con todo lo que había atravesado, estando sola en San Antonio, e incluso ahora que estaba de regreso en la ciudad que había sido su primer verdadero hogar. No importaba dónde estuviera, siempre podría encontrarse a sí misma en el camino, en el boxeo.

Ya eran las 08:15 cuando se detuvo frente a casa de su mamá, que quedaba muy cerca del circuito, y donde solía pasar a desayunar antes de dirigirse de regreso al gimnasio a entrenar o dar sus clases. La situación entre ellas dos aún era complicada, y los silencios incómodos eran algo muy presente en sus conversaciones. Lupe había intentando disculparse con ella, había llorado, pero Juliana le había dicho que no era eso en lo que tenían que enfocarse.

Las primeras semanas habían sido muy duras, especialmente porque le costaba mucho trabajo aceptar que, aun pagando los mejores médicos o tratamientos, su madre vivía todos los días de prestado, en un carrera contra el reloj. El dinero y las comodidades ayudaban a que ese tiempo que tenía disponible, lo pasara lo mejor posible, pero nada podía garantizarle más que eso.

Con el pasar de los meses, mientras se acostumbraban a la presencia de la una y la otra, Juliana fue capaz de asimilar que tenía a su madre de regreso en su vida pero que no sería por mucho, y con eso en mente, se propuso pasar el tiempo que le fuera posible con Lupe. Incluso cuando era extremadamente difícil verla deteriorarse cada día un poco más. Según Panchito y Javier, Lupe había mejorado mucho desde el regreso de Juliana, especialmente en el aspecto anímico. Pero ella, lo único que veía, era como el tiempo junto a su mamá se le escurría como un reloj de arena al que no podía voltear de ninguna forma.

- ¿Cómo estás hoy? - Le preguntó mientras se sentaba en el pequeño sofá que siempre se encontraba junto a la cama de su madre, el cual generalmente era ocupado por Panchito. Juliana estaba profundamente agradecida de que ella lo hubiera encontrado. O, en realidad, de que se hubieran reencontrado. Panchito y su mamá habían sido novios de muy jóvenes, antes de que ella se marchara a Texas, donde había conocido al Chino. Cuando regresaron a Ciudad de México y luego de su separación con Macario, la amistad entre Lupe y Panchito rápidamente se convirtió en mucho más, y no perdieron tiempo en casarse y vivir juntos. A Juliana le había parecido muy apresurado, en aquel momento, pero ahora que veía la forma en que él miraba a su mamá y cómo la cuidaba, se dio cuenta de cuán equivocada estaba.

Contra las Cuerdas - Juliantina AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora