Juliana sostuvo con fuerza el volante del coche de Panchito, mientras aguardaba por salir del atasco en el que se habían quedado luego de salir de la cita del doctor con Lupe.
Habían pasado muchos años desde la última vez en que se había encontrado en un auto. De hecho, antes de marcharse de México, su papá había insistido muchísimo en enseñarle a conducir y ella terminó aceptando. Pero desde la primera vez en que se subió a una motocicleta, le había quedado muy claro que la sensación de recorrer las calles en dos ruedas era incomparable y no deseaba experimentar otra.
Esa mañana, había llegado muy temprano a casa de su mamá para llevarla al médico, luego de haber pasado casi toda la noche con los ojos abiertos, fijos en el techo de su habitación.
Luego de su encuentro con el hijo de Valentina, la cena se convirtió en un recuerdo borroso que mezclaba imágenes de los intensos ojos azules que la observaban desde el otro lado de la mesa, retazos de conversaciones superficiales que eran solo un eco en su cabeza y contestaciones monosilábicas automáticas de su parte, intentando pretender que su atención estaba allí y no en otro lado. O en alguien más.
Miró de soslayo a Lupe, que descansaba recostada contra la ventanilla, y ella no estaba segura si observaba la ciudad en silencio, o si agotada por el demandante esfuerzo que le representaba el simple hecho de salir de la casa, cayó en un sueño profundo mecida por el movimiento del auto y los sonidos inconstantes de la ciudad, amortiguados por el vidrio.
Respiró profundamente, regresando su vista al camino, frustrándose al ver que continuaban sin poder avanzar, atrapada nuevamente en un tiempo muerto que le permitía hacer la única cosa que no quería: pensar.
Como si su mente hubiera estado esperando esa fuga involuntaria, Valentina se coló en sus pensamientos como lo había hecho desde que se conocieron. Los ojos de la castaña estaban presentes a cada instante en su memoria, grabados en cada descanso de su rutina.
- ¿Lupe? - la llamó, decidida a erradicar esa maldición de rememorar a Valentina, persiguiendo una distracción que sabía era momentánea, pero podía resultar muy efectiva.
Adormilada, su madre se volteó a verla, esperando que continuara hablando.
- ¿Perlita todavía tiene su restaurante?
Lupe sonrió, como pocas veces la había visto hacerlo desde su regreso, como si la sola mención de aquel nombre del pasado que compartían, evocara una vida mejor para ambas. Asintió con energía, incluso cuando parecía que eso era lo único que no tenía.
- Te invito a almorzar - le ofreció, devolviéndole la sonrisa con una naturalidad que a ella misma le sorprendió. No estaba acostumbrada a hacerlo. - ¿Te late?
- Me encantaría, mija. Pero vas a tener que desviarte.
Juliana frunció el ceño. Llevaba mucho sin recorrer las calles de México, pero estaba segura que no estaban lejos de la fonda de Perlita y que quedaba de camino a casa de su mamá.
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Contra las Cuerdas - Juliantina AU
FanfikceCon tan solo 16 años, Juliana se marchó de México hacia San Antonio para jamás regresar. O al menos, eso creía. Un llamado telefónico, un accidente y un pedido desesperado la llevarían de vuelta a su hogar 7 años después de haberlo abandonado. Pero...