Misión: LAS VEGAS

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RACHEL:

Uno a uno van cayendo, derramando con ellos una especie de sangre de un color inhumano. No es sangre roja escarlata o sangre de un tono morado oscuro. No, es sangre marrón. No me había fijado hasta ahora, aunque a lo mejor es porque de lejos no se ve tan bien el color natural.
Los disparos retumban en mis oídos.
Miles, millones de balas se dirigen al suelo, hacia la multitud de zombis que allí se congregan.

Cuando el helicóptero empieza a moverse, ya nos hemos desecho de por los menos, una cuarta parte de los zombis.
Intento mantener el equilibrio, cosa que mis compañeros logran a la perfección porque ya están acostumbrados. Pero yo tengo que agarrarme un momento a la puerta para no caerme. Hasta que logro mantener el equilibrio.
Seguimos disparando sin cesar mientras el helicóptero se desplaza lentamente, hacia el interior de Las Vegas.
Siempre había querido ir a Las Vegas, ver esos casinos tan majestuosos. Pero ahora tengo miedo, miedo de ver mis sueños tirados por la borda. Miedo de que allí la cosa esté aún peor.

A Robert se le acaban las balas y le entrega su rifle al teniente que lo recarga a velocidad máxima.
Por lo visto, Watson lo único que hace es mandar órdenes, supervisar y recargar las armas. Pienso que es injusto que no haga el mismo trabajo que nosotros, que cuesta mucho más. Pero tiene que haber de todo.
Suspiro mientras sigo disparando. Me duele la cabeza del ruido y de mirar todo el rato hacia abajo. Yo no quiero matarles desde aquí, yo quiero matarles desde abajo. Cara a cara. Cuerpo a cuerpo. Aunque sea más peligroso, me sentiré mejor si los mato de esa manera. Así no siento que esté llevando a cabo mi venganza, esto solo parece un juego.

Se me terminan las balas y le doy el rifle al teniente, que me lo recarga enseguida.
Vuelvo a sostener el rifle y apunto para disparar. Llevamos así más de media hora.
Disparo sin parar y puedo ver cómo una de mis balas bajan a una velocidad tremenda para desgarrarle los sesos a un zombi. O tal vez no era mi bala. Hay tantos helicópteros, tanta gente disparando que me desconcentro. El dolor de cabeza aumenta cada vez más. Me mareo. Me tambaleo y casi caigo del helicóptero. Si no fuera por Robert, que me sujetó cuando me balanceaba hacia fuera, hacia el vacío, hacia los zombis, estaría muerta.

Pero nadie pareció haberlo notado, ni siquiera Watson que no hacía nada en ese momento.
Después de casi haberme caído del helicóptero, vuelvo a centrarme en mi objetivo y sigo disparando.

Ni siquiera me doy cuenta de que ya hemos llegado a la parte más visitada de Las Vegas, los grandes casinos. Ni siquiera me doy cuenta de que muchos edificios están ardiendo, siguen ardiendo. En el aire se respira humo.
Toso y miro alrededor.
El helicóptero se para.
Los edificios están aún más destrozados, o ardiendo o desmoronados. Algunos hecho cenizas.
Y los zombis en esta parte están aún más concentrados.
Resulta escalofriante y aterrador.
Logro ver el cartel que pone: "WELCOME TO Fantastic LAS VEGAS. NEVADA". Está tirado sobre el suelo desértico pero sin ningún daño, intacto.
También veo, entre los zombis, tanques. Muchos tanques y maquinaria de guerra. Lo han intentado todo. Y aún así no han podido.
- ¡Seguid disparando hasta que yo os diga que paréis!- grita el teniente ya que la mitad nos hemos quedado sorprendido al ver el nuevo estado de la fantástica ciudad que había sido Las Vegas.

Cargo y disparo.
Una explosión.
Seguida de otras.
Se me cae el rifle del susto.
Cae al vacío. Hacia los zombis.
Trago saliva.
Miro alrededor.
Un helicóptero se ha acercado mucho a un edificio ardiendo y las llamas se han adueñado de él hasta el punto de hacerlo explotar en pedazos.
Y tras este, los que estaban más cerca.
Un efecto en dominó.
Helicóptero tras helicóptero.
Hasta llegar al nuestro.
Pero, por suerte, estábamos más lejos y no ha explotado.
Pero ha dañado el motor y el helicóptero comienza a caer.
Entonces empiezan los gritos.
Los helicópteros que se han salvado se alejan de allí lo más rápido que pueden.
Nuestro helicóptero se aleja mientras va bajando, por suerte, despacio.
Corro a mi asiento, como hacen los demás, y me abrocho el cinturón.
No paro de temblar.
Vamos a morir, no hay sitio en esta puta ciudad en la que no haya zombis y el helicóptero pronto tocará suelo.
Todos intentan tranquilizarse entre ellos, empezando por el teniente Watson que no para de repetir que mantengamos la calma.
Pero es imposible. Vamos a morir. ¿Cómo vamos a calmarnos si vamos directo a una muerte inminente?

Apocalipsis Zeta - Parte 2: Cazadores de zombisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora