¡FUEGO!

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RACHEL:

No sé cómo demonios he llegado aquí.
No sé que se me pasó por la cabeza. Desde luego, no algo bueno.
Y todo por mi gran ambición.
Pero no hay vuelta atrás.
Y estoy dispuesta a demostrar que yo valgo para esto y más.

Lo tenía todo planeado. Desde el día que me dieron el trabajo de cocinera. Vaya asco. Eso no tenía nada de divertido. Repartir comida es lo más aburrido que he hecho en toda mi vida, una tortura peor que ir al instituto. Tenía que darle lo que quisieran de las bandejas a todos los que viven en este fuerte. Hora tras hora. Una cola que no se acababa. Un horror. Un aburrimiento total. Me sentía inferior. Sentía que no valía para nada, este trabajo lo puede hacer cualquiera, yo podía con más.
Yo quería venganza, no satisfacer el hambre de los demás. No quería ayudar a la humanidad de esa forma, quería ser una "cazadora de zombis", como mi primo, el que seguro que no durará mucho en ese trabajo, él no es bueno para esto. Y aunque Jack se negara a hacerlo, era eso o que lo echaran de La Llama.

Quería escapar de la monotonía y el aburrimiento, necesitaba acción, una inyección de adrenalina, y por encima de todo, necesitaba venganza. Por mucho que lo intentara, no podía sacarme esos ojos azules de la cabeza.
Así que lo ideé todo. El mismo día que Jack partió a su primera misión fuera de La Llama, fui al baño de chicas mientras él iba al de los chicos. Allí me encontré, como esperaba, a una chica con un uniforme de soldado. La había estado vigilando días atrás, dormía en el mismo ala que yo, aunque en otra habitación. Era mayor que yo pero tenía casi mi misma altura.

La chica soldado se metió en el vestuario para cambiarse.
Quería tenderle una trampa antes de que entrara a cambiarse pero era demasiado tarde. Así que esperé fuera del vestuario, espátula en mano. La había robado de la cocina el día anterior por la noche, cuando acabé mi turno.
Cuando la chica salió, ya vestida, yo estaba escondida en un rincón.
En silencio, me deslicé hasta ella y la golpeé en la parte de atrás de la cabeza con todas mis fuerzas, lo más fuerte que pude.
Dio resultado. La chica cayó, aunque no sin antes dar un pequeño grito. Por suerte, no había nadie más en el baño.
Comprobé si estaba bien inconsciente y tras eso, comencé a desvestirla. La dejé en ropa interior y la arrastré hasta el interior de un meadero.
Sangraba un poco por la cabeza pero no le di importancia. No había tiempo para nada más, llegaba tarde.
Con unas tijeras que robé también en la cocina, me corté el pelo, me lo dejé corto, como lo tenía la chica y me puse su gorra. Una gorra militar de camuflaje.
Me miré al espejo. Parecía otra. El pelo me llegaba hasta los hombros, nunca me lo había dejado tan corto, pero ya era hora de que lo hiciera, necesitaba un cambio de look.

Salí corriendo del baño y llegué a la salida de La Llama, donde esperaba una multitud de soldados. Estaban agrupados, eran grupos de treinta o más personas. Pero un grupo era aún mayor. Todos ellos llevaban gorra, eran los únicos que las llevaban, así que deducí que la chica pertenecía a ese grupo.
Miré alrededor y noté algunos ojos fijos en mí. Me bajé la visera del gorro un poco para que me tapara los ojos e intenté mantener la calma y no pensar en lo que me pasaría si descubrían todo lo que había hecho.
Mantuve la mirada fija en el suelo hasta que empezaron a llamar a soldados por una lista.
Miré el apellido de la placa que llevaba mi uniforme. Soldado Frank. Vaya apellido más feo.
Esperé a mi turno y una vez me llamaron, pasé por el lado del capitán, mirando al suelo aunque debía mantener la cabeza alzada, como los demás. Pero no pareció darse cuenta de mi fallo.

El aire fresco me impactó de golpe. Aunque iba bien abrigada, el frío me heló todos los músculos del cuerpo. Pero fue una sensación agradable.
En lo primero que me fijé fue en la nieve, había más nieve incluso que cuando llegué. Y después me fijé en los helicópteros.
¿Tan importante iba a ser nuestra misión que incluso íbamos a ir en helicóptero?
Desde luego, no sabía donde me metía.
Y no nos dijeron en que consistía la misión. Bueno, todos lo sabían puesto que ya estaban informados desde hace unos días pero yo era nueva, era una infiltrada y no sabía nada. Llegué a pensar que lo que había hecho era una mala idea pero claro, ya no había vuelta atrás. Tenía que demostrar de qué pasta estaba hecha, era ahora o nunca.
Así que subí al helicóptero que me correspondía cuando dijeron mi apellido, bueno, el de la chica. Allí me dieron un rifle de largo alcance, un PSG-1, según se leía en él. Era un arma impresionante y yo ni siquiera sabía usar una de estas. Pero aprendería sobre la marcha. No podía decir a cualquiera que me enseñase, me descubrirían.
También me dieron una ametralladora, de corto alcance, así que seguro que esta sería para luchar en tierra y el rifle para disparar desde el avión o desde larga distancia.
Me dieron una maleta militar para guardar estas armas hasta el momento de que fuera a utilizarlas y por último, me dieron un machete largo, casi del tamaño de una espada normal, una afilada daga y un sable. Al principio creí que era una espada pero oí a mis compañeros hablando sobre lo maravilloso que era el sable y supe lo que era.

Apocalipsis Zeta - Parte 2: Cazadores de zombisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora