Capítulo 07: Corazón que bombea y desea sangre

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☠ Kozlov Ayami.

Lamenté muchísimo la herida que Todoroki me había causado en las costillas, cuando, cerca de la finalización de mi turno (eran las 22:45hrs), llegó un camión con mercadería.

—¿Qué carajos? —me quejé, mirando al camión estacionarse— ¿A esta hora? No alcanzaré a bajar todo eso antes de que acabe mi turno.

Del camión bajó mi supervisor y quise arrancarme el cabello (y los pocos pelos que le quedaban en la cabeza a él).

—Ayami-chaaan —me llamó entrando por la puerta. Odiaba que me dijese así—, te tengo trabajo. El sábado por la mañana llegará otro camión, siempre que acaban las vacaciones y empiezan las clases sube la demanda de energéticas y ramen instantáneo, ¿sabes?

—Sí, señor, me lo dijo cuando empecé a trabajar aquí —respondí desde detrás del mostrador.

—Termina tu turno de cajera y luego ven a descargar el camión, te estaré esperando para supervisarte.

Es peor de lo que imaginé.

—Mi turno termina a las 11 —repuse—. ¿Quiere que luego de eso descargue el camión?

—Pues sí.

Me ardió la garganta y tragué saliva.

—¿Y cuánto me pagará por las horas extra?

Su rostro me mostró molestia pura, pero lo escondió al segundo. Soltó una carcajada floja como si yo le hubiese dicho un chiste aburrido y dio un aplauso a la altura de su pecho.

—Bueno, eso lo conversaremos luego de que yo vea qué tan duro trabajas.

—¿Qué?

Se dio media vuelta y salió de la tienda de vuelta al camión, ignorándome por completo.

—Viejo de mierda —gruñí por lo bajo—. Hijo de puta —mascullé.

Me ardía la sangre en deseos de ir a bajarlo del camión y patearlo hasta quedarme sin energías. Quería sentir su cara bajo la fuerza de mi pie, escuchar sus quejidos y que sangrase hasta que se quedase pálido, hasta que de su rostro se fuera todo color que indicase que él, su avaricia y su egoísmo estaban vivos.

Sentí el latido de mi corazón en las sienes y tuve que darme la media vuelta, le di la espalda al mostrador. Me tapé la cara con las manos y suspiré.

—Cabrón no es la primera vez que me la juegas. —Presioné mis manos contra mi cara, recordando que la primera vez que aquello había sucedido, me había dicho a mí misma que no iba a soportarlo más, sin embargo, sucedió más veces. 

Y ahí estaba de nuevo, maldiciéndolo hasta agotar el aliento, con mi cuerpo temblando de la impotencia porque ese viejo de mierda no solamente me estaba explotando, también me estaba haciendo faltar a mi propia palabra.

Pero no podía renunciar. Necesitaba el dinero, y Dai-san se veía tranquila al verme conseguir dinero de manera legal, y no quería estropear su tranquilidad revelándole que en el trabajo tenía que soportar humillación tras humillación.

Escuché el sonido de la puerta abriéndose.

Tengo que seguir con esto, me dije volviendo a suspirar. No me daré ni cuenta cuando ya esté en mi cama, y luego iré a la escuela, y quizás me premie a mí misma comprándome más pollo frito con salsa picante en el almuerzo.

Volví a darme la media vuelta para quedar con la mirada hacia el mostrador.

En la zona de las energéticas había un hombre alto con cabello negro y largo, tomado en un moño desordenado. Echó seis latas en su canasta y se volvió hacia mí.

Nuestro caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora