Capítulo 25: Palabras que no se pueden decir

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☠Kozlov Ayami

Me gustaban las noches de los viernes, porque llegaba cansada y me acostaba sabiendo que al día siguiente podría dormir hasta la hora que quisiera (el llegar cansada le daba más placer al hecho de acostarse para dormir).

Desgraciadamente, ese sábado me despertaron cuando aún quería seguir durmiendo.

—Ayami, cariño despierta, tienes visitas.

—¿Visitas? ¿Yo? —pregunté medio desorientada y con solo un ojo abierto, intentando enfocar la figura de Dai-san— ¿Quién es? ¿Y para qué?

Vi a Dai-san sonreír con ternura y fruncí mi rostro con confusión.

—El mismo chico que vino a dejarte apuntes el año pasado, cuando faltaste a clases por tu brazo roto.

Me incorporé de golpe. —¡¿Midoriya?!

Me froté los ojos y comencé a levantarme mientras que Dai-san me decía que fuera a recibirlo amablemente. La habitación común estaba vacía a excepción de mí. Los demás niños solían irse de inmediato si despertaban temprano para no despertarme con su ruido, aunque yo tenía un sueño bastante pesado y no era fácil que los ruidos me despertasen.

Caminé a la puerta principal luego de lavarme la cara y enjuagarme la boca. Eran pasadas las 11 de la mañana. Me puse un poco nerviosa antes de abrir la puerta.

Ahí estaba Midoriya, sentado en un silla de mimbre del jardín mientras un puñado de niños y niñas lo rodeaban haciéndole todo tipo de preguntas.

—¡¿Tanto querías ganar el festival deportivo que te rompiste todos los dedos?!

—¡¿También te puedes quebrar así las piernas?!

—Déjenlo —gruñí. En cuando escucharon mi voz, los niños quedaron en silencio—. Vayan adentro y dejen de molestar.

—Pero neechan... —se quejaron varios mocosos a la vez.

—Oh, Kozlov-san, no se preocupe, no me están molestando —dijo Midoriya poniéndose de pie y haciendo una pequeña reverencia en mi dirección.

—Vayan adentro —repetí, sin hacer caso a Midoriya. Obedecieron a regañadientes. —¿Y tú qué haces aquí? —le pregunté una vez que nos quedamos solos.

—Oh, lo siento, no quería molestar —dijo nervioso, haciendo otra reverencia, esta vez casi de 90 grados—. La verdad dudé mucho en si debía venir o no, pero concluí en que me sentiría mal si no lo hacía... —Se descolgó su mochila y la abrazó a la vez que miraba al suelo— ¿Quiere que la ayude a estudiar...?

—¿Ayudarme a estudiar...?

—Fue muy invasivo de mi parte, lo sé, debí al menos preguntar por celular o algo, pero... —levantó su vista— sabía que me diría que no, así que solo vine. No sería bueno que reprobara, Kozlov-san. Perdone que la moleste en sus días de descanso, pero creo que esto es necesario.

—Oh, ¿así que no me dejarás tomar malas decisiones? —le pregunté, cruzándome de brazos.

—En lo posible, no... perdón.

Volvió a bajar la vista y pude ver que ejercía más fuerza en su abrazo a la mochila. No era difícil darse cuenta de que estaba un poco ansioso.

Quería salir con él, claro que sí, ni siquiera me había molestado el hecho de que por su culpa me hubiera tenido que despertar medianamente temprano en mi día libre, que lo dedicaba a dormir hasta cansarme y jugar básquet. Pero me detenía un poco pensar en que el estar con Midoriya  tiraría a la basura mi pequeña ley de mantenerme alejada lo más posible de él.

Nuestro caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora