Cap. 3: Por supuesto, tengo poderes únicos.

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Desperté en completa oscuridad con el cuerpo tremendamente dolorido, notando cómo me chillaba cada una de las células de mi piel.

Un aroma suave a flores, a tierra húmeda y a plantas aromáticas que apenas podía reconocer me acompañaban en la oscuridad, mientras en la lejanía algunos pájaros conversaban en la distancia. ¿Se estarían riendo de mí?

Cerca de mi lecho notaba un ligero movimiento, unos pies livianos caminando suavemente arriba y abajo, movían el aire suavemente al pasar.

Me palpé despacio notando que mis ropas habían cambiado a unas ligeras y suaves, probablemente seda. Mi rostro lo cubría en parte unas vendas del mismo material.

Tentando a la oscuridad estiré mi brazo en busca de algo que me ayudase a incorporarme y encontré lo que parecía un mango de madera pulida. Al usarlo para incorporarme el agarre cedió un poco y algo emitió un gemido de sorpresa.

—¿Shaena? ¿Eres tú?

—N-No señor, so-soy Dandel

Su voz sonaba suave y profunda, con una entonación más solemne de lo que correspondía a su timidez.

—¿Dónde estoy?

—En... En el bosque de Vasarde, en un pequeño asentamiento llamado Vaerned... Señor — decía cada palabra como si no supiera si podía compartir esa información o no.

—¿Y mi compañera? —dije mientras intenté quitarme las vendas que me cubrían los ojos.

—¡Ah! ¡No hagas eso! Te... te quedarás ciego si el... bálsamo que te he puesto toca la luz del sol... Tus amigas están esperando cerca de aquí. Las llamaré — «¿En plural? Extraño».

—Una pregunta, lo que he usado para incorporarme...

—Hmmm, era parte de mi cornamenta, señor. Soy una dríade.

Su tono fue ligeramente más grave ¿Supongo que por vergüenza? Era difícil entender su estado de ánimo sin verle el rostro. Tal vez volví a hacer algo socialmente indebido... «¿Tiene este mundo el peor chiste recurrente de la historia?»

* * *

Me ayudó a levantarme y me guió de la mano en un silencio interrumpido ocasionalmente por su voz susurrándome dónde había un escalón o un tronco caído.

Su tacto era extraño, como si un manojo de ramas hubiera cobrado vida y se aferrase a mí. Aún así me tocaba con delicadeza, aunque no sabría decir si por vergüenza o por miedo a clavarme alguna astilla.

—Ba-baja la cabeza un poco, vamos a cruzar un arco.

Cuando pasamos el sonido de los pájaros se quedó al fondo. El suelo parecía madera tratada, así que puede que hubiéramos entrado en una casa o algo similar.

—¡Tesorito! ¡Estás vivo! —la voz de Ziev retumbó con felicidad por la sala y antes de procesar nada de lo que estaba pasando un abrazo que más bien podía ser llamado placaje me hizo trastabillar, en silencio la mano de Dandel me agarró con firmeza para tirar de mí si fuera necesario —. Shaena ha ido a hablar con la líder de las dríades, ¿qué tal te encuentras?

—Ziev, ¿Qué haces aquí? Lo último que recuerdo es que estábamos peleando en el camino.

—Ah... Sí, bueno, al parecer cuando te lanzaste delante de mi llamarada para salvar a Shaena te desmayaste. —Al decir eso debió notar mi dolor, o mis vendajes, así que me soltó y se apretó contra mi brazo —. Decir desmayarse es poco. Prácticamente te calciné. Decidí traerte aquí volando, pues sé que las dríades tienen capacidades curativas y me debían un favor.

Lo que sucede cuando morimos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora