Cap. 5: Por supuesto, cruzo el primer umbral.

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Cuando llegó la hora de partir a la zona quemada Protea y yo ya habíamos limado asperezas y me había enseñado algún truco básico de control del aire.

La magia dependía del nivel de éter del ambiente, de tu éter interior, de tu propia energía física y de la disponibilidad del elemento. Por suerte casi siempre hay aire cerca, así que a menos que naufragase tendría siempre posibilidad de hacer algo.

Coincidimos con las chicas donde descansé gran parte de mi tiempo aquí, ellas ya estaban vestidas a excepción de Dandel, aunque se encontraba detrás de un árbol mirando desde el borde.

—Hablé con las dríades y te he conseguido algo de ropa, no es que me importe que vistas fatal, pero necesitamos pasar desapercibidos, ¿Recuerdas? —Shaena me extendió una cota de malla ligera, una camisa blanca con cuerdas muy cliché del medievo y unos pantalones largos marrón oscuro.

—Eh... ¿Os podéis girar mientras me cambio?

Shaena me hizo caso con repentina vergüenza, Dandel se escondió detrás del árbol y Ziev se acuclilló mientras sonreía.

Protea alzó un brazo y me creó una cúpula de hiedras para proteger mi intimidad.

—Heraldo, avisa cuando acabes... Ziev, ¡ni se te ocurra!

* * *

Una vez cambiado y en movimiento Protea nos explicó que las dríades vivían en madrigueras y que por eso no habíamos visto a casi ninguna. Ziev se hinchó de orgullo como diciendo "yo ya lo sabía".

La marcha la encabezaban Shaena y Ziev mientras que detrás iba Protea conmigo a un lado y Dandel al otro, escondiéndose en su madre todo lo que podía.

—He decidido que si Dandel lo desea, puede marchar con vosotros, siempre y cuando sea su voluntad. A cambio la protegerás con tu vida y os daré semillas para que plantéis en vuestro camino.

—Qui-quiero ir —murmuró.

«Hombre, pero eso ya lo sabía yo»

Recorrimos el camino en silencio, mientras iba probando mis poderes nuevos, mover el viento para crear ráfagas suaves de aire, disparar aire comprimido, crear un remolino alrededor de mí...

Creo que podría llegar a ser útil, aunque no me hacía inmune a sus efectos, tendría que tener cuidado de no acabar en mi propio tornado, sería patético.

Llegamos al camino mucho después del amanecer, era un trayecto largo y la cornamenta de Protea no le hacía fácil el andar por el bosque, pero era algo así como una corona para ellas por lo que me contó de madrugada. Se quedó atascada un par de veces, pero lo disimuló bastante bien e hice como que no me daba cuenta.

El área quemada trazaba una elipse que se perdía a ambos lados del camino, que a su vez tenía desperfectos considerables por la explosión.

—Bien, aquí es... Heraldo, ¿puedes remover la ceniza? Simplemente dispérsala con Vento a lo largo del bosque, ayudará a fertilizar nuevos brotes.

Empecé a mover las manos, como los círculos rúnicos no se me daban bien, decidí no usarlos de momento aunque costase más energía canalizar en bruto.

Protea me acompañó en los movimientos, guiándome y recordándome lo aprendido como en una suave danza. Ella dirigió sus poderes a un lado del camino y yo al otro. Y una constante brisa acabó por hacer nuestro trabajo. Hacer magia cansaba más de lo que parecía, aunque Protea no parecía estar afectada. Posiblemente su éter interior y su energía fueran muy superiores a la mía.

—¿Y ahora? —pregunté.

—Ahora pararemos a desayunar —dijo sonriendo.

* * *

Nos ocultamos en el bosque y comimos de los frutos que trajeron en unas bolsas de mimbre. Algunas dríades pasaban de vez en cuando y nos saludaban respetuosamente antes de seguir.

—Son guardias personalmente instruidas por mí —respondió a mi silenciosa curiosidad —. El caballero que amé era un gran guerrero, así que algo bueno saqué de todo aquello, supongo... Tomad.

Quitándose de su melena tres hojas anchas nos hizo unas bufandas, con un lazo holgado. Era extraño pensar que técnicamente era pelo suyo lo que llevaba sobre mis hombros.

—Así os reconocerán como mis amigos y no os molestarán mientras cruzáis el bosque. ¿Habéis guardado las semillas de los frutos como os pedí? —Y todos asentimos.

Me enseñó a controlar el aire de manera ascendente y descendente para poder mandar lejos de mí cosas más pesadas que ceniza en una brisa y repetí el proceso. Su maestría creando círculos rúnicos era envidiable y su precisión también. Yo hice lo que pude hasta caer agotado.

Cuando miré a mi alrededor vi lo que estaban haciendo las demás: Shaena y Ziev sorprendentemente estaban colaborando en juntar hielo y fuego para hacer agua y Dandel con un semblante concentrado y serio trazaba surcos en el suelo mientras plantaba manualmente.

Trabajamos durante todo el día casi sin problemas: Alguna vez nos tuvimos que esconder de algún carruaje que pasaba, Protea se quedó atascada alguna vez más y la paz entre Shaena y Ziev era irregular, parando sólo cuando Protea las amenazaba o las ataba con enredaderas a un árbol de maneras innecesariamente pervertidas como castigo.

* * *

Cuando volvimos a Vaerned el cielo estaba completamente naranja, anunciando que anochecería en breves.

—Chicas —anunció Protea con tono calmado —, sé que anoche dejasteis mis aposentos y fuisteis a dormir con el heraldo...

Ambas dieron un respingo y se giraron dándonos la espalda mientras encogían los hombros. Protea dio un par de zancadas y cogió a ambas de las orejas.

—... así que esta noche estaré atenta y como intentéis molestarle os ataré a la cama. ¿En-ten-di-do? —dijo dando unos pequeños tirones.

—¡Ay! ¡Ay! ¡Sí, nos portaremos bien! —respondieron al unísono.

—Heraldo, no es que no quiera tenerte con nosotras, pero los primeros días tras obtener comunión con un elemento lo mejor es estar rodeado de él, y bajo tierra no descansarás, pero estás invitado cuando tu misión acabe —dicho esto, comenzó a caminar sin soltar a las chicas de las orejas.

Dandel la siguió dubitativamente antes de girarse y decirme tímidamente "¡Adiós!". Me quedé sólo y con la poca energía que me quedaba intenté crear una esfera de viento concentrada en mi mano, sin éxito.

* * *

Tras una noche sin interrupciones desperté completamente renovado y caminé por el bosque hasta el edificio central. Allí me esperaban todas, con Ziev frotándose las muñecas ligeramente. Una variopinta multitud de dríades de aspectos muy diversos llenaban la sala.

—Os dirigiréis al norte, simplemente seguid la misma dirección y acabaréis llegando a una gran montaña llamada Karth, podéis rodearla o atravesarla, ya que tiene un asentamiento enano abandonado. En cualquier caso tardaréis aproximadamente...

—Tres días —acabé yo la frase, Protea frunció el ceño —. Todo el mundo sabe que los viajes importantes duran tres días.

—Correcto. Prácticamente todo Vasarde es nuestro hogar y seguramente paséis por otros asentamientos pero no deberían daros problemas si lleváis visibles las hojas que os di ayer.

Antes de irnos, las dríades nos dieron regalos: Una gran mochila de mimbre para Ziev y odres de agua para Shaena, a Dandel unas dagas de madera que parecían extremadamente afiladas con runas inscritas y para mí un arco largo y un carcaj igualmente elaborados.

—Sé que no sabes usarlo ahora mismo, Heraldo, pero Dandel —se encogió al oír su nombre —, podrá instruirte y cuando domines el viento te será muy útil.

Y así, partimos mientras nos despidieron animadamente hacia nuestra siguiente aventura, con Ziev canturreando alrededor de nosotros, Shaena caminando a mi lado y Dandel unos pasos por detrás.

* * *

Lo que sucede cuando morimos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora