Cap. 8: Por supuesto, malentendidos en un baño.

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Grüenar acabó invitándonos a comer. Si mis cálculos no estaban equivocados, debería haber estado solo unos doce años mínimo, y su compañera no parecía muy habladora.

Nos guió con Aiko haciendo de linterna añil por los pasadizos. Los enanos habían roído el interior de la montaña y de no ser por habernos encontrado con este desconocido no hubiéramos encontrado la salida en mucho tiempo.

Cuando llegamos a sus dependencias Aiko encendió unas velas y vimos que el habitáculo estaba completamente amueblado.

—Aiko, querida, ¿Puedes hacer algo de comer? Voy a enseñarles el baño, querrán ducharse.

Aiko asintió en silencio, encendió unos fogones y se puso a cortar verduras y carnes desconocidas mientras salíamos.

El enano nos fue guiando con una lámpara de aceite hasta el final del pasillo mientras alababa las dotes de cocina de Aiko. "¡Pero lo primero es lo primero!" concluyó abriendo la puerta del baño.

Era una habitación central que daba a un par de puertas más pequeñas, encendimos las antorchas y pudimos ver que había toallas limpias para todos más que de sobra.

El enano nos indicó entrecomillando con los dedos que si queríamos "hacer de vientre" ésa era la puerta, y que las duchas estaban por la otra. Después, desapareció por donde había venido.

—¡Las duchas enanas son geniales! El mejor baño que vais a disfrutar en vuestra vida, ¡ven, Dandel!

Ziev agarró a la dríade de las manos sin contemplaciones que dio un gritito de susto y ambas desaparecieron por la puerta. Durante todo el camino Dandel nos miró con cara de necesitar ayuda y no saber pedirla.

—Hmmm... yo... se han dejado las toallas, iré... ¡iré a llevárselas! —Shaena debió recordar cuando nos encontramos por primera vez al tener que pensar en desnudarse y decidió huir avergonzada.

Yo aproveché para ir al servicio, en parte por al repentina intimidad, en parte por la curiosidad de como sería.

«Una letrina medieval hecha en piedra con agua corriendo por debajo, curioso. Y un poco bajo de altura.»

* * *

Cogí mi propio juego de toallas y pasé la puerta de entrada hacia las duchas, que a su vez era un pasillo con varias puertas más. El pasillo estaba iluminado a base de espejos reflectantes desde el exterior, y cuando entré en una ducha vacía vi que el interior también.

La habitación entera olía suavemente a piedra húmeda, había una tina de roca tallada llena de agua.

Tras buscar el mango de la ducha me fijé en que el techo tenía varios agujeros en el centro.

Comprendí rápido la idea, me desnudé, dejé la ropa en la puerta para no mojarla y accioné una palanca que había al lado.

Del techo empezó a llover: cuanto más presionabas la palanca más grande era el diámetro de la caída. Pensando en que era el baño de estilo japonés más raro que había visto, abrí el grifo al máximo y me metí debajo. Se sentía bien poder disfrutar de agua caliente, mis músculos maltrechos lo agradecieron.

Después entré en la tina y me relajé por primera vez desde que entramos en la montaña escuchando el sonido de la lluvia a mi lado...

—Demonio, sal del agua, voy a lavarte la espalda.

...O eso debía haber hecho, porque Shaena apareció por sorpresa detrás de mí.

—¿¡Shaena!? —dije mientras me giraba sobresaltado. La toalla estaba pensada para enanos y si a mí me quedaba algo pequeña desde luego lo de ella era otro nivel.

Lo que sucede cuando morimos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora