VIII

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Por favor... no...no— la mujer hablaba y las palabras gorgoteaban en su boca que escurría sangre.

¡Cállate!— gritaba el hombre a cada rato—. ¡Todo es tu culpa!, ¡si hubiera sabido que me casaba con una bruja te habría matado en el primer momento!.

La tomó del cabello fuertemente y tiró para atrás dejando su cuello al descubierto. La hoja del cuchillo brilló a la luz de la luna.

Pareció una eternidad pero solo fueron unos segundos en que el cuchillo cortó el cuello de la mujer. Una catarata de sangre brotó y salpicó la cara del hombre.

Ella cayó al suelo con un ruido sordo, un ruido de un cuerpo muerto. Y él se rio. 

Rio tan fuerte que la niña jamás se olvidaría de ese sonido horrible

Estaba congelada en el pasillo, no podía moverse, sus piernas estaban ancladas al suelo y no respondían a la orden que le daba su cerebro de huir lo más rápido posible.

Su padre se dio vuelta, cuchillo en mano, la señaló.

Tu-tu, tu culpa también te va a matar, yo no seré el que lo haga.

¡Te voy a matar!— gritó la pequeña.

¡JA,JA,JA! volvió a reír desquiciadamente—. No hace falta, querida— y sentenciando esas palabras clavó el cuchillo en su corazón.

¡Nooo!.

La rabia y la desesperación consumieron su pequeño cuerpo.

El odio empezó a crecer como un virus.

Pero, ¿odio a quién?.

¿Al hombre que yacía muerto a sus pies?, ¿al que había decidido su muerte tan egoístamente?. ¿A quién odiaría ahora?, su único lazo afectivo había sido arrancado de raíz, y el que se hacía llamar su padre estaba muerto. ¿Pero quién decidía sobre la vida de su mamá?.

La única persona a la que podía culpar ya no estaba, y lo odió.




[...] 


05 de Septiembre


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Desperté, otra vez, llorando.

Itadori a mi lado dormía, estaba tan cansado que no se había dado cuenta de que estaba teniendo la pesadilla. La primera vez que la tuve fue la noche que discutimos los dos.

Ya era la tercera o cuarta vez que me pasaba, y cada vez era más clara. Comenzaba a darme cuenta que no era un simple sueño, lo que más temía se estaba haciendo realidad, era un recuerdo de mi infancia.

Ya habían pasado unos días desde la muerte de Junpei, yo había despertado al otro día e Itadori me contó que ya lo habían cremado. Sentí demasiada culpa por no haberlo acompañado en ese momento, aunque él me dijera que todo estaba bien. 

Me levanté con cuidado, tratando de no despertar a mi compañero y me dirigí al baño.

Me mojé el rostro con agua fría y me miré al espejo, al final, había sido en vano todo el esfuerzo para verme un poco mejor, las ojeras volvieron a aparecer y perdí peso por la pelea con Mahito, además de mucha sangre.

Lo único bueno de todo, es que la herida del costado de mi abdomen estaba sanando.

—¿Qué haces aquí?— me asusté por la voz de Itadori—. Hace frío en el sofá, no te levantes así de repente— tenía los ojos somnolientos, me dolía verlo con tantos cortes en el rostro y el torso. Itadori dormía sin sudadera porque le era más cómodo, de lo contrario las vendas se le corrían y las heridas no cicatrizaban.

Ya estaba acostumbrada a verlo sin sudadera cuando hacía entrenamiento físico, pero a veces se excedía y andaba semi desnudo por cualquier razón.

El idiota no sabía lo que me producía el verlo con el torso desnudo, tampoco se lo diría.

—Ve al sofá, en un segundo voy— traté de sacarlo fuera del cuarto de baño.

—Vamos juntos, hace frío...

—Itadori, te estoy diciendo que ya voy.

—¿Por qué no vienes ya?.

—¡Porque quiero orinar, maldita sea!.

—¡Aahh, lo siento!— salió rápidamente de ahí y pude hacer mis necesidades en paz, a veces parecía un niño pequeño.

Volví al sofá y me acurruqué como cada noche, pensé en si Gojo nos hizo esto a propósito o si de verdad no consiguió otro escondite con dos miserables colchones.

—Sen, ¿tuviste otra vez la pesadilla?— preguntó Itadori cerca de mi oído, asentí a su pregunta, no quería darle tanta importancia porque sabía que Itadori tampoco había podido dormir bien estos días debido a la muerte de Junpei. 

—Lo siento si te desperté...

—Siempre dices lo mismo, Sen, ¿pero, sabes algo?, no me molesta.

—Espero que no mientas.

—Yo tampoco pude dormir bien estos días, pero... me reconforta tenerte a mi lado, me alegra despertar y saber que sigues ahí— por alguna razón, eso me hizo doler el corazón—. Sen, ¿me prometes algo?.

Me di vuelta para verlo de frente, estábamos más cerca de lo que pensé—. Lo que sea...

—¿Me prometes... que cada vez que despierte, cada vez que abra mis ojos, tu vas a estar ahí?. 

—Lo prometo.

Su mirada reflejaba serenidad. Cerró sus ojos. 

—Te quiero— dijo. 



Te Quiero || Itadori x Tú || EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora