XVII

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07 de Octubre


Estuvimos despiertos desde temprano, no sabíamos a que hora podía aparecer, a si que cada momento era crucial. 

 Empacamos en unas mochilas un poco de comida y partimos hacia una parte alejada de la ciudad.

Ya en la tranquilidad del campo nos sentamos a meditar. 

Para ser sincera no estaba nerviosa, sólo preocupada por no saber como cumplir con la promesa de mi madre. Por primera vez en mi vida sentía que recaía en mí un peso muy importante. 




[...]



14:00 pm


El suelo tembló bajo mis pies, y supe que había llegado. 

Abrí mis ojos y ahí estaba. 

Tan horrible como siempre, esta vez parecía mas putrefacto que antes, por supuesto el tamaño y la altura habían aumentado desde la última vez. Lo que confirmaría la teoría de que con el tiempo se volvía más fuerte. 

En realidad, mi torpeza y cobardía era lo que lo volvía más fuerte, solo eso. 

El monstruo respiraba entrecortadamente, estaba tenso como si fuera a saltar sobre mi cuello en cualquier momento. Tomé una bocanada de aire y di el primer paso. 

—Sasaki Keitaro— pronuncié su nombre y eso le enfureció. 

Comenzó a correr en mi dirección como siempre lo hacía, yo lo esquivaba y él volvía a atacar, el patrón se repetía; pero no hoy. 

No me moví del lugar y me propinó un golpe que me sacó todo el aire de los pulmones. Caí varios metros atrás, miré de reojo y estaba preparándose para la segunda golpiza. 

—Sasak...— me callé—. ¡Papá!— la maldición se detuvo de repente—. Soy Sen, soy tu hija...

¿Qué podía decirle?, ¿Era tan fácil olvidar el pasado?, ¿Hacer como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera echo nada malo?. 

—¡SEN!...— gritó Yuta desde algún lado, pero ya era tarde, me había distraído un segundo y la maldición me agarró del cabello, me arrastró lejos de donde estaba y comenzó a arañarme. 

Sentía como mi piel era desgarrada de a poco, traté de zafarme y apenas lo conseguí volvió a golpearme. 

—¡BASTAAA!— grité con todas mis fuerzas, mi energía maldita formó un escudo que la maldición no pudo penetrar y aproveché ese segundo—. Papá... sé que lo que hiciste no estuvo bien... y déjame decirte que te perdono... 

La maldición largó un rugido al aire que me hizo poner los pelos de punta, busqué a Yuta con la mirada y lo encontré.

—¡No está funcionando!— le grité.

La maldición rompió mi barrera y me deslicé entre sus piernas escapando milagrosamente. En cuanto hice eso, un destello captó mi atención, justo en el pecho de la maldición algo que estaba oculto entre capas de piel putrefacta, brillaba apenas perceptible. 

La maldición se dio vuelta y fijé mi vista en el objeto. 

Sentí como el mundo se me venía abajo. Tantos años preguntándome como hacer para terminar con él, y la respuesta siempre estuvo ante mis ojos. 

El cuchillo con que mi padre había puesto fin a la vida de mi madre y a la suya, estaba ahí. 

Sin pensarlo dos veces corrí, no me importó que la maldición me tomara del cabello, que me arañara, que me golpeara. Tomé con ambas manos el objeto y tiré con todas mis fuerzas. El arma salió desprendida del cuerpo, se me resbalaba de las manos por la baba que emanaba la bestia. 

Di un paso hacia atrás reincorporándome entre temblores. 

Cuchillo en mano; avancé con paso seguro, aumenté la velocidad, empecé a correr y sin darme cuenta había partido en dos a la maldición. 

Un dolor terrible comenzó a expandirse por mi cuerpo, como si mil cuchillos se me clavaran por todo el cuerpo, hasta la última hebra de mi cabello. 

Caí de boca al suelo retorciéndome, lo último que vi fue a Yuta corriendo hacia mí. 

Luego me desmayé. 



[...]



Yo creo que dentro de una semana...

¿Estás bromeando?, eso es mucho tiempo, yo le doy tres días.

Es que tu siempre tienes esperanzas...

Mi vista era borrosa, la luz blanca sobre mi cabeza no ayudaba mucho, pestañeé un par de veces y las cosas comenzaron a tener forma. 

Yuta y Miguel estaban frente a mi, sentados sobre mi cama. 

—Hey... ¿Qué día es?...— pregunté con la voz quebrada, mi garganta rugía por un sorbo de agua. 

—¡Sen!— se sorprendió Yuta—. ¿Cómo te sientes?— lo miré fijamente—. Si, es verdad, es una pregunta un poco estúpida, te debes sentir como el infierno. 

—Me sentiré bien si me das una buena noticia. 

—Tengo dos buenas noticias.

Eso me hacía recordar a cierto peliblanco, sonreí ante eso, tal vez lo extrañaba un poco. 

—La primer buena noticia...— me tomó del hombro, su agarre era firme pero no me apretaba, o solo era yo que tenía el cuerpo tan sensible y podría sentir hasta el peso de una mosca posándose en mi piel—. Lo lograste, Sen, por fin lo exorcizaste. 

Mi rostro se contorsionó y las lágrimas reprimidas, junto con los malos sentimientos, comenzaron a salir. Yuta me consolaba y Miguel fue a buscar algo para que yo bebiera. El peso de mi espalda había desaparecido por completo, lo había logrado, después de once años, lo había conseguido. 

Todo parecía tranquilo ahora. 

Estuve un buen tiempo llorando, hasta que mi respiración se calmó. 

—Ahora la segunda buena noticia...

 Lo miré atenta, ¿Qué otra cosa podría ser mejor que la noticia de haber terminado con lo que tanto buscaba?. 

—Feliz cumpleaños, Sen.


Te Quiero || Itadori x Tú || EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora