XXV

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"Todo ya había terminado", era lo que me salvaba de no caer en la locura. 

Ijichi nos vino a buscar enseguida de que Itadori lo llamó.

Llegó con otras personas de la escuela, todos asistentes, ellos se encargaron de limpiar todo y hacer el papeleo, yo le pedí a Ijichi que le dieran un entierro a la niña, no pude estar presente porque nos sacaron de ahí cuanto antes. 

Caminaba débilmente arrastrando mis pies, sentía que no había solucionado nada. Exorcicé a la maldición, si; pero se seguía sintiendo como si la muerte de esas personas hubiera sido en vano. Tal vez a esto se refería Itadori, con lo de darle una muerte digna a la gente, yo no se las había dado.

El pelirosa, que caminaba a mi lado, me rodeó con su brazo envolviendo mis hombros. En ese instante un ojo y una boca de Sukuna apareció en el dorso de su mano.

—¿Qué pasó, mocosa?, no me digas que ya desapareció tu desinterés por los asquerosos humanos— Itadori golpeó su mano con la otra, tratando de controlar a Sukuna.

—¿De qué está hablando este idiota?.

—No tengo idea— mentí.

—¡Sen...!— Ryo, que llegaba corriendo por la calle de tierra, me llamó. 

—Hasta que te dignas a aparecer— no quería mirarlo a la cara, me producía tanta rabia que me hacía sentir estúpida. 

—Déjame explicarte.

Lo miré con el seño fruncido, más allá de lo que tuviera que decirme o de cualquier excusa que pudiera poner, no me sentía anímicamente bien como para escucharlo.

—No creo que sea necesario— Itadori me guio dentro del auto y cerró la puerta, se quedó hablando con el castaño, pero no supe que decían. 

Mientras regresábamos a Tokio en el auto, observaba el paisaje, los campos verdes, el cielo azul adornado con nubes esponjosas. 

Tan brillante; todo era tan brillante, como si nada terrible hubiera pasado. Mientras mas nos alejábamos, me sentía mas tranquila, ese paisaje -que en algún momento me pareció hermoso- ahora me parecía terrible. 

Era tan hermoso que era horrible. 

Legando a la ciudad, un techo de nubes grises nos dio la bienvenida. "Está por caer una lluvia torrencial", anunciaba alguien por la radio prendida del auto, el cielo se le adelantó y gotas de agua empezaron a golpear las ventanillas. Y así siguió el viaje hasta que llegamos a la escuela. 

Bajamos del auto con Itadori, la lluvia nos empapaba la ropa hasta que cruzamos la entrada de la escuela. Caminábamos en silencio por los pasillos; no era un silencio cómodo, me sentía inquieta a si que le pregunté. 

—¿Tienes algo que decir?

—No creo que quieras oírlo— me dijo triste. 

—¿Qué más podría hacerme daño? 

—Eso es justo lo que no quiero...— me miró—. No quiero ser yo quien te haga daño... nunca— lo miré sin entender—. Ese hombre...

—No...— sabía lo que me diría.

—Ese hombre... no merecía morir así.

—¿Y dejarías que me matara a mi para que el no muriera?

—Eso no es...

—¡No se que es lo que quieres que haga!, ¡¿Entiendes que mató a un montón de personas inocentes?!, ¡Mató a una niña!... una niña, Yuji. Podrían haber sido muchos mas si no lo detenía. Esto ya no se trata de si alguien merece una muerte digna o no, si alguien hace algo malo merece un castigo, entiendo si no quieres hacerlo como yo, pero creo que una muerte se venga con otra.

Te Quiero || Itadori x Tú || EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora