XIX

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10 de Octubre


Ayer pasé todo el día viajando.

Subía y bajaba de avión en avión. Era una suerte que no tuviera náuseas o algo por el estilo, tal vez se debía a que mi emoción de volver a ver a Itadori superaba cualquier cosa. 

Llevaba puesta su chaqueta verde, esperaba que no la hubiera extrañado tanto, me fue de mucha ayuda cuando estaba perdida, cuando me sentía que volvía a recaer en la oscura soledad, cuando pensaba que no podía más, lo tenía a él. 

Para el atardecer ya había llegado a la escuela, Ijichi me trajo hasta aquí, me dijo que tendría un pequeño descanso y luego Gojo vendría a hablar conmigo. Ya conocía ese descanse, seguro sería de uno o dos días para luego mandarme a otra misión. 

Bajé corriendo del auto, no me preocupé por las maletas ni por los gritos de Ijichi, solo quería verlo. 

Lo busqué desesperadamente por la escuela, entre los pasillos. Corría de acá para allá, el aire se me escapaba de los pulmones, ¿Tan grande era la necesidad de verlo?. Doblé la esquina de los pasillos donde estaban las habitaciones. 

Y ahí estaba.

Tan hermoso como lo recordaba, no había cambiado en nada. Y me sentí feliz por eso. 

—Sen... ¿Eres tú?

—Hola.

—¿Realmente volviste?— su cuerpo no se movía ni un centímetro de donde estaba.

—Es que había algo que me olvidé decirte en esa carta...— sus ojos se abrieron de par en par—. Te quiero.

Itadori estaba en shock, supongo que era normal después de ver a tu compañera desaparecer por casi un mes entero. Corrió hacia mí y me abrazó levantándome unos centímetros del suelo, envolví mis brazos en su cuello y respiré su aroma. 

No había cambiado en nada. 

Nos quedamos unos minutos así hasta que decidió bajarme al suelo, tomó mi rostro entre sus manos y me besó. 

Correspondí automáticamente, estaba loca por besarlo, y no lo quería admitir. Sus labios, tan suaves y tiernos como los recordaba, envolvían a los míos de forma tan perfecta que me hacía doler el corazón. 

Ganas de llorar y reír se mezclaban en mi interior, quería explotar de tantas emociones que estaba experimentando, tomé su nuca para profundizar el beso. Y fue el primer beso más largo y lleno de desesperación que nos habíamos dado, como si todo el tiempo que estuvimos separados hubiera sido una eternidad y nos acabáramos reencontramos en otra vida. 

Nos separamos con la respiración agitada, mis ojos buscaban los suyos y ahí estaban, llenos de deseo. Junté nuestras frentes y acaricié su cabello. 

—Te quiero, Sen— dijo depositando un beso en mi frente, se alejó unos centímetros para observarme y sonrió. 

—¡¿Qué está pasando aquí!?.

Nuestro momento se vio interrumpido por una chica de cabello castaño que gritaba tras de mí. 

—¡¿Quién es ella?!— me señaló con descaro. Detrás suyo apareció un chico más alto y de cabello negro puntiagudo. 

—¡Chicos!, ella es Sen... es de quién tanto les hablé.

¿El habló de mi con otras personas?, me sentí un poco orgullosa de eso y no se porqué. 

—¡Sen!— se le iluminaron los ojos a la chica—. No sabes cuanto espere por conocerte, tengo que hacerte muchísimas preguntas, pero la primera es, ¿Qué le viste a Itadori?— me tomó del brazo con tanta confianza que me sorprendió, su personalidad me recordaba a la del pelirosa.

—Sí, ¿Qué fue lo que le viste?— me preguntó el de pelo negro sobre mi hombro. 

—Ehh...— no sabía que responder, me estaban poniendo muy incómoda con tanta cercanía y ese tipo de preguntas. Itadori mi tomó del brazo liberándome del agarre de esos dos. 

—¡Ey, ey!, después hablan con ella todo lo que quieran, pero ahora nos tenemos que poner al día, a si que vayan a perder el tiempo por ahí— y diciendo eso me arrastró lejos de los nuevos chicos que, desilusionados, me saludaron con la mano.




[...] 

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Nos sentamos sobre unas piedras, frente a nosotros un jardín hermoso se dejaba apreciar. 

—¿Me puedes contar donde estuviste?— preguntó Itadori mirándome, su mirada y el calor de la tarde pesaban sobre mí.

—Creo que ya no habrá problema en decirte... 

Le conté todo, sobre mi entrenamiento, Yuta y Miguel, la exorcización de mi padre, y cuando terminé lo observé, estaba atento a cada palabra que salía de mi boca. 

—¿Sabes que te extrañé muchísimo, verdad?— le dije acariciando unos mechones de su cabello rosa. El tomó mi mano y detuvo mis movimientos, la llevo hasta sus labios y depositó un cálido beso.

—Seguro no fue ni la mitad de lo que yo te extrañé.

Sus palabras me estrujaron el corazón y me sentí feliz; feliz de volver a verlo, feliz de escuchar su voz y cada palabra que saliera de su boca, feliz de estar viva y más importante aún, que él estuviera en mi vida.



Te Quiero || Itadori x Tú || EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora