06 de agosto
Caminando por las frías calles de ese pueblo, me di cuenta de lo terrible que es la soledad; la verdadera soledad.
¿Cómo se sabe cuando uno está experimentando la cruel soledad?
¿Cuándo una persona te deja, o cuando nunca hubo una persona en tu vida para experimentar ese vacío?
La verdad, es que sí tuve una persona que me dejó en esta vida; mi madre, la cual nunca supe su nombre, así que no puedo ir a ningún cementerio a buscarla, charlar con ella y dejarle flores.
¿Se podrá charlar con los muertos?, tal vez ellos no nos escuchan.
Bajo el cielo nublado de esa mañana, buscaba con la mirada perdida algún lugar donde robar algo de comida. No estaba de ánimos para robar si no fuera por el estómago que me rugía pidiendo probar algo de alimento, la cabeza me dolía y no me dejaba pensar con claridad.
Un mini supermercado a la derecha parecía la mejor opción, entré empujando la puerta de vidrio, como de costumbre revisé el techo en busca de cámaras, para mi suerte solo había una y la mujer del lugar era una anciana que seguramente no sabría nada de tecnología.
Aun así, me dirigí hasta el final del local y tomé un paquete de galletas no muy grande, lo metí dentro de mi blusa y lo sostuve con el borde de mi brasier. Mi delgado cuerpo resaltaba cualquier cosa que llevara debajo, por eso usaba ropas lo más sueltas posibles, ayudaba el encorvar los hombros y la columna hacia delante generando un vacío donde me entraría otro paquete más, pero no quise arriesgarme.
Tomé una botella de refresco y fui hasta donde estaba la anciana
—¿Tiene sabor fresa de esta? —por supuesto que no existía el sabor fresa de ese refresco en especial, pero siempre hacía la misma pregunta.
La mujer negó con la cabeza y pronunció un "lo siento"; volví y la dejé otra vez en la nevera, caminé hasta la puerta y salí de allí. Era una técnica que había perfeccionado con los años, tardaba lo menos posible en el lugar, preguntaba por algo a lo que debían responder que no tenían, volvía a dejarlo en su lugar y me retiraba.
Luego de andar por una cuadra más, me senté en el césped, saqué el preciado paquete y comencé a ingerir mi primer alimento en tres días. Ya estaba cansada de vivir así, pero ¿qué más podía hacer?, ¿A dónde podía ir? En cualquier lugar ponía en peligro a los demás, era una amenaza, como me habían dicho en cada lugar en el que había estado.
Y es que en retrospectiva tenían razón, cualquier ciudad o pueblo que pisara se convertía en un desastre.
Sin darme cuenta, ya había terminado el paquete y solo quedaban migajas, lo hice una bolita y lo tiré en un contenedor cercano. Retomé mi camino hacia algún lugar alejado de las personas, preferentemente algún bosque o una ruta dónde no hubiera nadie.
Mañana sería siete, "la cosa" vendría, quería ahorrarme los regaños y las amenazas de las personas que pudieran quedar involucradas. Al costado de la carretera había un pequeño bosque; me adentré en este y tardé unos minutos en ajustar mi vista a la oscuridad, ahí dentro los árboles no dejaban pasar la luz de la luna.
Mañana aparecería, no sé a qué hora; siempre es diferente, a veces su presencia irrumpe en la oscura noche o a pleno día.
"Solo tengo que correr", me digo a mí misma tratando de conciliar el sueño, recostada en el césped húmero y frío.
Cierro los ojos.
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Te Quiero || Itadori x Tú || EN EDICIÓN
FanficLa maldición que la atormenta, le obliga a huir permanentemente. Sasaki Sen, a tan solo sus quince años de edad, huye para sobrevivir, huye de su pasado. Un pasado terrorífico, que se le es recordado cada 7 de cada mes. El agotamiento, la monotonía...