Capítulo 11: Sin darme cuenta

16 1 3
                                    

Han

Minho no llegó hoy, quizás esté ocupado después de tremendo evento que se dieron ayer. Sé que no vendrá porque generalmente viene a las de 8 a 9 pm a dejar la comida para pardito y ya son las 10 pm. Lo estaba esperando porque quiero ducharme y no quería que llegara cuando aún me encuentro en el baño.

—Da lo mismo —entro enojado a la regadera. Yo quería verlo y decirle que estuvo excelente su actuación y no llegó.

Antes de comenzar con mi merecido baño de agua calentita, conecto mi teléfono a la bocina que jalé al baño. Pongo mi playlist de señora dolida y le subo lo más que puedo.

I check it, I wreck it, I turn it around
I gave you all my money, gave you all my money
Gave you all my money, gave you all my money
I don't wanna live
I don't wanna give you nothing
'Cause you never give me nothing back
Why can't you be good for something?
Not one shirt off your back
Why can't you be good for something?
Not one shirt off your back.

No canto, grito el coro de Dealer de Lana del rey a la vez que lavo mi cabello. Salgo del baño en busca de mis pijamas con solo una toalla enrollada en la cintura, pero no voy ni a medio camino cuando suena el timbre repetidas veces. Así que cambio mi destino hacia la puerta.

Cuando abro quiero esconderme donde sea y llevo mis manos directo a mi abdomen intentando ocultarlo.

—Para ya, te la pasas de exhibicionista en los conciertos. No es algo que no se haya visto antes —me dice haciéndome a un lado para pasar y dejar la bolsa de comida para gato sobre el primer mueble que se cruza en su camino.

—Yo... —llevo una mano a mi cabello pensando qué decir. Nada. No me sale nada.

—¿Estuvo bien? —me pregunta viendo hacia la nada.

—¿Qué cosa?

—La presentación. ¿Estuvo bien?

Podría decirle que me enamoré y lo perdoné después de verlo bailar, pero estoy semidesnudo y ni loco le digo que me gusta. Así que...

—Ajá, te lo dije ayer —sujeto con fuerzas mi toalla para que no caiga mientras camino hacia mi habitación—, estuvo fascinante.

—Eso no me sirve —responde cruzando sus brazos y haciendo un puchero. Su reacción se me hace tierna y al quedar de espaldas sonrío como un tonto.

—Me reclamas cuando me vista. Ya vengo.

Me encierro en mi cuarto y comienzo a buscar mis mejores pijamas entre la gran pila de ropa que no he ordenado desde ayer. Cuando al fin me visto con una camisa negra y unos shorts del mismo color salgo para encontrar una sala vacía.

Se ha ido. Pienso viendo hacia donde minutos antes él había estado. Después, cuando pienso acostarme en uno de los sofás, se escucha un ruido en la cocina. Asustado voy corriendo hacia la misma, quizás sea una rata que se está comiendo mi comida o quizás sea Pardito haciendo travesuras. Al entrar no hay nada de eso. El ruido provenía de la persona que creí se había ido, de la persona que está alimentando a nuestro gato.

—Perdón por no pedirte permiso, pero estabas matando de hambre y sed a mi bebé —me dice pasando por mi lado y trayendo consigo uno de los platos con agua.

Yo le sigo por mera inercia, captando cada uno de sus movimientos hasta que toma asiento en el mismo lugar de hace un rato.

—Gracias —esa tonta palabra sale de mi boca sin pensar—, hiciste una de mis tareas nocturnas —concluyo intentando enmendar mi error. En realidad le agradezco haberse quedado. Todo por culpa de mi alocado corazón que late muy fuerte cuando me sorprende analizando todo su ser.

—Si me das algo de beber ya no me debes nada —responde para mi asombro. Haciendo que me olvide por completo que mis mejillas son dos grandes tomates.

—Uh... ¿Quieres alcohol o agua?

—¿Tienes alcohol?

—Sí. Por alguna extraña razón hay alcohol.

Yo no lo compré, fue mi representante cuando hubo una temporada que se quedó a vivir conmigo. Nunca lo toqué porque soy muy torpe y me emborracho muy rápido, pero podría tomar un poco solo si así logro que él pase tiempo conmigo.

—¿Debería quedarme?

—Si tú quieres. Puedes dormir en el sofá.

—Me refiero a quedarme a tomar un trago, tarado —se burla de mí tirándome un cojín—. Ni loco me quedo a dormir aquí.

Eso dolió. Pero no lo pienso dos veces cuando me encamino a la alacena para sacar la botella de licor y dos vasos.

—Sirve —respondo serio pasándole la botella.

—¿Seguro que quieres?

—No soy un niño y estoy en mi casa. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

*Unos cuantos tragos más tarde*

—¿Y sabes qué es lo peor? ¡QUE SE COMIÓ MI POLLO!

Lloro desconsoladamente en el sillón, mientras le cuento a Minho cómo Pardito se subió a la mesa y me dejó sin cenar.

—Ya, tranquilo. Te compraré más pollo luego —intenta tranquilizarme tocando mi espalda, pero me alejo sorbiendo mi nariz y señalando mi vaso—. Ah no, más alcohol ya no.

—Por favor... —le ruego tirándome de nuevo en el sillón y pataleando—...solo así, poquito —digo juntando mis dos dedos. Cuando él cede, tomo el vaso y bebo todo su contenido de un solo sorbo.

Después, después todo se vuelve confuso. Comienzo a bailar imitando a Minho en su presentación y luego de eso lo demás no lo recuerdo. No sé cómo diablos terminé durmiendo con Minho en una misma cama y solo en ropa interior.

Cisne Sin T De Te QuieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora