Han
Mi nombre es Han Jisung y soy demasiado exitoso para tener solo 17 años, soy un joven rapero y modelo enamorado de cierta persona inalcanzable. Y de mi Camaro también.
Hoy es un día normal como cualquier otro. Voy cruzando la calle sin pavimento, buscando la forma de no ensuciar mis botas de imitación que me vendieron por internet –cabe aclarar que fui estafado–.
Estamos en pleno agosto y las lluvias hacen saber que las calles necesitan al menos un escupitajo de cemento.
Como todos los días, paso mi identificación por el verificador para poder entrar a la grandiosa escuela. Mi lugar de inspiración. Inspiración para dormir.
—Hannie, llegaste —Bangchan, mi mejor amigo me recibe con la sonrisa más cálida que puedo recibir en el día— te esperaba para entrar a clases, de lo contrario sé que terminarías perdido.
Hace algunas semanas regresé a mi ciudad natal, con suerte y con algunos sobornos pude quedar en el mismo curso que Chan. Lo elegí así porque sé que él será mi cable tierra en este infierno.
—Tan considerado —le paso mi mochila— toma las notas rápido antes de que me arrepienta, maldito desobligado.
—Te amo, Hannie.
—Lo sé, soy demasiado genial.
¿Qué pensaban? ¿Que por pasar todo el día dormido y parecer un tipo malote y con dinero descuidaba mis estudios? Podré ser tonto, pero soy dedicado y Chan un copión.
Caminamos por algunos pasillos sucios y descuidados hasta llegar al aula C-7. El aula más retirada de la vegetación y de la sociedad estudiantil como tal.Al entrar veo que nadie ha llegado, más que Chan, yo y una mochila, por si acaso reviso mi teléfono para verificar la hora. Si llegué muy temprano, me mato... 8:30 AM... ¿Hay clases?
—¡Han! —me grita Chan desde una ventana rota— están aquí, ven rápido.
Me doy la vuelta por un espacio con tanto lodo y limo que cuido no resbalar y puedo ver al curso entero amontonado viendo lo que parece ser un animal.
Es un gato, un gato lastimado. A su lado, de cuclillas está Minho. Un tipo pelimorado con cara de pocos amigos que cuando alguien hace algo mal le mira mal y quieres pedir perdón hasta por nacer. Es todo un personaje, a decir verdad me causa escalofríos. Aunque verlo ahí junto al pobre animal lastimado, me hace sentir seguro.
No le importan sus pantalones blancos manchados de lodo, solo puedo ver una genuina preocupación por el ejemplar pardo gris que al moverlo se queja de una forma tan hiriente para él que comienza a dar alaridos a todo al mundo.
—¡Hablen a un veterinario, tiene una patita rota!
Guiado por su voz como si mi cuerpo tuviera vida propia, comienzo a marcar el número del primer veterinario que encuentro en internet, pero antes de lograr mi cometido escucho a alguien decir:
—Llega en diez minutos, le marqué desde hace un rato —. Es Jina, la novia de Minho. Ella es todo lo contrario a él, demasiado cálida y dramática para ser aceptada por el resto...
Minho
Agh, odio el lodo.
Mis converse se arruinaron gracias a los charcos de lodo que hay por doquier. La lluvia es linda, vivir en calles tercermundistas lo arruina nadamás.
Hoy como todos los días, llegué temprano y camino despreocupadamente hasta mi aula –o eso intento– hasta que escucho un quejido, suena como un ¿gato?
Mientras más me acerco al aula los quejidos son más fuertes. Entro para revisar que no haya nada dentro, pero me doy cuenta que el sonido proviene de la parte trasera, por tanto dejo mi mochila en una de las butacas y salgo.
Al dar la vuelta; de lado derecho hay unos grandes árboles, hojas y yerbas sin cuidar, de lado izquierdo está una ventana rota y atorado entre la ventana y protección casi pegada al piso, se encuentra un gatito color gris pardo.
Cuando lo veo mis instintos protectores cobran vida y lo quito de entre los vidrios, conforme camino hacia el aula quiero sacar mi teléfono para llamar a un veterinario, pero el gato no deja de revolotearse entre mis brazos, rasguñando uno de ellos.
En eso, llega Jinnie y me ve desde la ventana. No lo piensa dos veces para venir a socorrerme, pero, junto a ella viene una manada de antílopes inservibles a amontonarse para tenerle "compasión" al gato magullado.
Yo, entre mi imposibilidad para caminar y sacar el teléfono, me hinco en el pasto y con mucha cautela pongo al gato en el piso para sacarme la chaqueta y enrollarlo. Es solo que, cuando intenté cubrirlo hizo un maullido de lo más doloroso que me sentí una bestia por preocuparme más por mi brazo rasguñando que todo por su patita rota. Apenado por eso, lo levanto y al querer pararme él vuelve a maullar.
No puedo. Si me levanto lo voy a lastimar...
—¡Hablen a un veterinario, tiene una patita rota! —. grito con impotencia.
No puede pasarle nada.
Me repito cinco mil veces para no llorar.
—Llega en diez minutos, le marqué desde hace un rato —. me dice alguien y yo siento que mi corazón vuelve a latir...
Hasta este momento todo era rutinario para estos chicos, lo que no sabían era que un animal lesionado les causaría un sin fin de problemas emocionales que quizás no podrían afrontar.
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Cisne Sin T De Te Quiero
Short StoryÉl solo quería entrar a clases. Ella solo le llevó su tarjeta de acceso. El otro solo existía. Pero por cuestiones del destino los tres terminaron rogando por sus vidas en el juego de patito feo a cisne... Bueno, la cuestión fue un gato. ¿Sobrevivir...