Capitulo 3

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El pequeño era cuestionado con preguntas vagas por parte de la psicóloga megan, quien contaba hasta 10 cada que Gulf no respondía por estar distraído.

— Gulf, te lo preguntaré otra vez: ¿Qué sigue después del setenta y seis? —. Megan exhaló el aire que mantenía en sus pulmones al sentir la desesperación cuando el menor no acertó.

— Te dije que no sé —. Gulf bajó la mirada y sus ojos aguaron, mientras un puchero se instalaba en su labio rojizo inferior.

— Esto no está funcionando, Gulf, necesito que me escuches —. La psicóloga suspiró cansada, no encontraba solución al caso de Gulf, tampoco lo soportaba, el chiquillo había terminado con su paciencia hace meses.

Un sollozo se escapó de la boca del pequeño gulf, quien comenzó a llorar por no poder responder una pregunta tan fácil pero tan complicada para él.

— ¿E-el cinco? —. Su vocecita era temblorosa y su volúmen era bastante bajo, apenas pudo escucharse él mismo.

— ¿Disculpa? —. La chica cruzó sus piernas, esperando ansiosa porque gulf por fin pudiera responderle la pregunta.

— No, el setenta y siete —. Una sonrisa fugaz se dibujo en el rostro del pequeño y emitió un sonido de emoción, había logrado levantar siete dedos en su mano.

Su madre le había enseñado a contar 'en la mente', sostenía 70 dedos en su cabeza y sumó otros 7 en su mano.

Megan también sonrió, anotando en su libreta el nuevo progreso en apenas dos semanas, Gulf había estado mejorando más últimamente, y aunque quería preguntarle, sospechaba que era por Mew, y eso la mataba de envidia.

— No sabes qué feliz estoy, Gulf, eres un pequeño muy listo —. Suspiró satisfecha.

Al principio de las consultas, habían inventado una nueva sección: en los últimos treinta minutos de la sesión, Gulf podía hablar abiertamente de lo que quisiera, si es que tenía problema con algo o si quería saber más.

O también podían jugar juntos un rato.

Un silencio incómodo inundó la sala, sólo se podía escuchar el tarareo del castaño, cantaba una canción infantil que, por lo que apenas Gulf pudo escuchar, se trataba de un tomate feliz.

— Oye —. Gulf había tomado valor para romper el silencio y la tensión, y hablarle sobre Mew. — Pa- Mew... é-él me gusta, sus besitos me hacen sentir cosquillitas —. Sus mofletes se tornaron de un rosado un poco intenso, hablar de su novio lo ponía tímido.

— ¿Y? ¿Quieres hablar de él, Gulf? —. Megan se inclinó hacia adelante.

— Um... y-yo creo que sí, Mew ha hecho sentir a gulf algo raro —. Exhaló en un suspiro, desviando la vista a los juguetes coloridos en la mesa de cristal enfrente de ellos.

Se levantó del cómodo sillón y se arrodilló frente a los juguetes, sus ojos brillaron al ubicar dos muñecos pequeños, los cuales tomó al instante e hizo que se tomaran de la mano.

— Mew toma así de la mano a Gulf, y gulf se pone feliz —. Una brillante sonrisa se dibujó en el rostro del menor, la cual al instante desapareció.

— Pero... —. Hizo una pausa, sintiendo un nudo en la garganta formarse a cada segundo.

— ¿Pero, Gulf? —. La psicóloga quedó mirando al pequeño, el cual había azotado el suelo con sus manitos, provocando que los juguetes caigan de sus manos, los ojitos del castaño se aguaron.

— Cuando él se va... Gulf se siente solito, y-y eso me pone triste —.

El corazón de la castaña se estrujó, a pesar de que el menor le fastidiaba, sabía del plan de Mew y eso también le molestaba.

Y pareciera que Gulf escuchó el sonido de su corazón rompiéndose, puesto a que negó con la cabeza.

— No se ponga triste, oye, papi Mew llega en la noche cuando casi me duermo y me besa en las mejillas —. Cubrió su rostro con ambas manitos y sonrió, limpiando sus lágrimas.

— ¿Te gusta eso? —. La psicóloga tenía muchas preguntas, pero como era la primera y al parecer la única vez que Gulf hablaría con tanta confianza, en al menos 6 meses, decidió dejarlo hablar y de vez en cuando darle empujoncitos.

— Sí, me gusta cuando me da besos —. Una risita tonta resonó en el consultorio.

— Gulf, ¿Mew...?

El timbre de la entrada sonó, avisaba cuando alguien nuevo entraba al consultorio y Gulf supo que era Mew.

Corrió con una sonrisa en los labios, abrió los brazos y abrazó al Castaño que recién había entrado a dicho lugar.

Correspondió el abrazo y le dedicó una sonrisa de agradecimiento a Megan, quien mordió su labio algo preocupada y señaló su libreta, indicando que tenían una conversación pendiente.

— Papi, no sabe cuánto lo extrañé —. El castaño ni siquiera se había separado del cuerpo de su novio, incluso lo había estrechado más fuerte entre sus bracitos.

— Gulf, te dije que no debes llamarme papi aquí —. Mew logró separarse del abrazo, dejando un besito en los labios del pequeño.

— Gracias señorita, la siguiente semana nos vemos —. El moreno hizo una reverencia y le dedicó una sonrisa bastante actuada pero convincente a la psicóloga, ella repitió la acción.

— Adiós —. La manito de Gulf se agitaba de un lado a otro, caminando a la salida.

— Vamos a casa, quiero que me dé besitos —. Tomó la mano y la entrelazó con la suya, observando el contraste de colores e incluso tamaños.

— Con gusto, pequeño bebé, ¿dónde quieres tus besitos? —. Mew mordió su labio con perversión, dando un pequeño apretón a la mano de Gulf

Little baby -MewGulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora