Tragué en seco el nudo en mi garganta. Miguel sujetaba a Luna por los hombros, como si fuese su protector en lugar de su captor. Maldije para mis adentros y lancé otra cuchillada, esta vez sin acertar en el blanco.
—Bien hecho, Miguel —celebró Raguel—. Tráela conmigo.
—¡Si te atreves a dar un paso...! —amenazó Sariel, adelantándose a mis intenciones.
Miguel guardó silencio, mientras una sonrisa irónica comenzaba a abrirse paso entre sus labios. No entendía de qué iba su actitud, como si sostuviera entre sus brazos la manzana de la discordia o el santo grial.
—No —dijo sin más, paseando su mirada desde Luna hacia mí, y desde ahí hacia Raguel.
—¿No? —espetó este, alzando las cejas en señal de irritación— ¿Tengo que recordarte...?
—¿Ves? Ese es tu problema. No piensas ni un poco antes de lanzar amenazas. Te ayudé con todo lo que pediste y aun así no te tembló la mano cuando decidiste sacrificarme por tu plan —Miguel miró a Luna y por una vez no había rabia en sus ojos, sino una profunda comprensión—. Así que Sariel te descubrió y no pudiste esperar más, ¿cierto? Es una lástima para ti, ya que eres pésimo improvisando.
Rafael tiró a su contrincante contra la pared, logrando tumbar uno de los cuadros favoritos de Luna. Después de eso lanzó su cuchillo, el cual se clavó justo en el centro de su pecho y perforó su gracia. El ángel se desintegró y Rafael se giró hacia Miguel con el rostro serio.
—Hermano, no sigas su juego —le pidió Miguel—. Raguel llevará a nuestra raza a la perdición.
—Actualízate, plumas negras —intervino Luna, imprudente como de costumbre—. Rafa está de mi lado. ¿Tú qué pretendes?
—Oh, bueno — Aflojó su agarre—. En ese caso, estamos en la misma arca.
Luna arrugó la nariz al mismo tiempo que la frente, estaba un poco confusa con las palabras de Miguel. Yo mismo estaba tratando de entender lo que se estaba desarrollando frente a mis ojos. Sam me hizo una señal pidiendo una explicación, y los pecados capitales comenzaron a murmurar entre ellos. Hubiera creído que era una estratagema para hacernos bajar la guardia, aunque no tenía mucho sentido. Si ya tenía a Luna en su poder, ¿para qué fingir que estaba de nuestra parte? Además, Raguel lucía cabreado mientras lo miraba, y no creía que fuera capaz de actuar así de bien.
—Cometes un error terrible —aseguró Raguel, con el rostro colorado de furia.
—No, tú lo hiciste —interrumpió Sariel—. Al creer que lograrías siquiera poner tus ojos sobre mi hija y salir impune.
—¿Qué es lo que quiere conmigo?
Luna le habló a Miguel como si fuesen amigos de toda la vida. Reprimí un suspiro frustrado ante su actitud, pero presté atención a la respuesta dada. Empujé a mi contrincante y le propiné una patada que lo llevó a caer unos dos metros hacia atrás. Eso me daría los segundos suficientes para volver mi atención una vez más hacia Miguel.
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Un ángel en problemas [II]
Humor¿Qué es peor que una humana loca y un ángel caído, juntos? Esperen, no contesten eso. Ya me hago una idea. *** Si tres años atrás me hubiesen dicho que estaría viviendo con una humana y feliz con ello, me hubiera re...