Capítulo 17

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—¿Cómo que papá está desaparecido? —repitió Luna cuando su madre le informó las ultimas noticias

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—¿Cómo que papá está desaparecido? —repitió Luna cuando su madre le informó las ultimas noticias.

Bárbara dejó escapar un sonoro sollozo y abrazó a su hija en busca de consuelo. La mujer estaba desesperada. Me sentí extrañamente fuera de lugar cuando comenzó a derramar más lágrimas de lo previsto. Hubiera escapado a la cocina en busca de un vaso de agua para ella, si no fuese por la mirada firme que recibí de Luna. Una que no admitía réplicas ni excusas. Mignar llegó a la sala sosteniendo un tarro de alitas de pollo y un vaso de refresco que había robado del refrigerador.

—¿Qué tal, familia? ¿Todo bien? —articuló, acompañando cada palabra con un horrible sonido de masticación.

—De maravilla —comentó Luna, irónica.

Sabía que ella estaba reflexionando sobre la cruda realidad. Sariel estaba por su cuenta. No podía hacer nada por él desde abajo. Aunque conocía a alguien que quizás accediera a ayudarme. El problema era que había saldado su deuda conmigo hacía poco tiempo, y no estaba seguro de que tuviese ganas de jugarse las plumas por mí y por Luna.

—¿Qué estás pensando? —me susurró Luna tras dejar a su madre en el aparente confortable abrazo de Lux.

—Llamaré a Gabriel. Es la única que podría estar dispuesta a decirnos algo al respecto.

—¿Qué hay de Rafael? Nos ayudó una vez.

—Y luego vino a amenazarnos —le recordé—. No, Rafael será mi última opción.

Esperaba no tener que tragarme esas palabras. El panorama no era alentador. Luna se apartó un poco para que comenzara a invocar a Gabriel con la esperanza de recibir una respuesta. Mientras lo hacía, Sam apareció a través de la cocina con una expresión urgente en el rostro. Luna lo recibió y volví a concentrarme en Gabriel. Se estaba haciendo de rogar. Al menos veinte minutos después de eso, Rafael se presentó en la sala de nuestra casa y justo detrás de él, Gabriel se manifestó, luciendo insegura.

—¡Sí viniste! —chilló Luna.

—Sí, porque no parabas de fastidiar —aclaró él.

—¿Llamaste a Rafael? —pregunté, entre asombrado y molesto.

Los humanos no llamaban a los arcángeles. Solo eran capaces de invocar a sus ángeles de la guarda, y únicamente en ocasiones desesperadas. Hasta donde sabía, Rafael no tenía ese tipo de vínculo con Luna, ya que su jerarquía lo indultaba de una tarea tan banal como cuidar de un humano. O nefilim, como en el caso presente.

—Y a mí —añadió Sam, casual.

—Fuiste el sujeto de prueba —aseguró ella.

Samsaveel sonrió como respuesta, él nunca se ofendía por nada. Si Luna hubiera sido vinculada a él en lugar de a mí, con toda probabilidad hubiese aceptado con agrado el paño de limpiar y la escoba.

Un ángel en problemas [II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora