✿ 40. Introducción a un poema

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Al escribir este poema me fue inevitable no recordar el brillo que desprendían las estrellas y como quise contarlas pero los números no me alcanzaban.

Alejada de las luces de la ciudad, el único sonido era el canto de los grillos y el aullar de un coyote en aquella noche tranquila de mi infancia.

Entendía a mi corta edad, que apreciaba el silencio y la soledad, que podía pensar con tranquilidad.

Más tarde descubriría que mi inspiración se ablandaba en mis pensamientos y cuya masilla podría moldear a mi antojo; dándole la forma y el significado oculto entre cada palabra.

Había cierto miedo al mirar las estrellas aquella noche (una entre varias series de noches continuas) sin el manto que siempre las protegió y las alejó de mis retoños inocentes que tenía por ojos.

El miedo a la inmensidad, a las posibilidades barajadas a mi buena fortuna.

Al pasar de los años comprendería que esa inmensidad, el espacio en su máxima desnudez y extensión, eran de las cosas más bellas que evocaria con desesperación en cada intento de poesía.

Los colores, las texturas, las formas, los símbolos a mi alrededor; todo absorbido, filtrado y acomodado por los ojos de una cría que imaginaba historias y que ahora más que nunca vive por ellas.

Retazos de MelancolíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora