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El sol en un punto intermedio, el cantar de los pájaros, los árboles sin hojas; todo indica que otoño está cada vez más cerca.
Caminando con entusiasmo hacía aquel lugar apartado de la escuela. Algunos cadillos se pegan en su pantalón y, por segunda vez, se encuentra allí en la búsqueda de una chica en específico.
Este hecho todavía se le hace raro, una mala broma. Pero solo por hoy ignoraria aquellas cosas.
¿La razón de su buen humor?
Explicarlo era un tanto fácil y difícil a la vez; a lo mejor podría deberse a que hoy no hacía tanto calor como anteriores veces o, tal vez, a que su maestro de matemáticas había faltado más de una hora o, quizás, la razón de tan buen humor se debía más que nada a aquella mañana.
Por fin podría terminar todo.
Retrocedamos un poco, ¿bien?
Esa mañana, Sandy despertó más temprano de lo normal y, para su sorpresa, la chica con gorro de animal no se encontraba a su lado. En un principio pensó que tal vez estaba en el baño o, conociéndola, robándole algo de su refrigerador. Así que después de haberse arreglado para ir a la escuela, decidió iniciar su búsqueda en la cocina.
Sorprendentemente para el, Nita tampoco se hallaba ahí; en cambio sólo había encontrado un sandwich mal cortado en forma de estrella junto a una notita pegada sobre la mesa que no recordaba haber visto ayer mientras limpiaba los restos de aquella fiesta.
Al parecer estas dos cosas habían sido obra de nita para, citó: agradecerle haberla dejado dormir en su casa y de paso disculparse por las molestias, aparte de avisarle que se había robado dos rebanadas más de jamón para hacerse un sándwich ella.
El de ojeras no lo iba negar, agredecía aquel gesto y hasta cierto punto le parecía tierno; y no sabía si era porque ayer en la noche sólo había comido media bolsa de botana, pero ese sándwich estaba demasiado bueno, contrario a lo que le indicaba su aspecto.
