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— Sam ¿cómo es que nuestros papás se odian? —. La pelinegra frunció el ceño ante la pregunta, se quedó en silencio mientras trataba de quitarse restos de pintura de las manos, se había manchado un poco pero el yeso de Ailen ya estaba blanco de nuevo.
— Mmm, no se odian —. Sam adoptó una expresión pensativa, Ailen tenía curiosidad sobre el tema y puso toda su atención en ella esperando por fin obtener respuestas.— Espera, ¿qué sabes tú?
— Yo pregunté primero —. Ailen notó que Sam no quería entrar en ese tema, preguntarle por lo que sabía era una clara señal de que evitaba el contestar o tocar ese hecho.
— ¿Por qué quieres hablar de eso?
— Sólo curiosidad, mi madre me dijo que tú y yo no deberíamos vernos porque nuestras familias no se llevan bien —. Quiso dejar en claro que sus encuentros eran clandestinos a causa de lo que fuera que hubiera pasado con sus padres, esperaba que así se sintiera más en la necesidad de contarle lo que sabía.
— Pues sí, tiene algo de razón —. Siguió tallado sus manos con una toallita, no parecía que tuviera más que decir, pero ella no lo iba a dejar así como así.
— Mas no me dijo el por qué, esperaba que tú me lo dijeras — Sam estaba tensa, notaba como evitaba su mirada fingiendo que buscaba algo entre las cosas que tenían cerca.— Sam.
— Eres terca Ailen —. La de ojos miel recordó que ya le había dicho eso en una ocasión. Sonrió de lado y fue paciente, a los segundos la vio dejar caer sus hombros y suspirar.— Pues son problemas entre nuestros padres no lo entiendo muy bien.
— Algo me dice que sabes más —. Comentó cautelosa.
— No, Ailen no lo sé... ellos no hablan sobre eso, al menos el mío no —. El señor Carson tampoco y de todos modos era obvio que no era muy a fin a su padre, esperaba que el Señor Leray si fuera abierto con su hija.— Jamás han sido amigos, ni nosotras así que da igual.
Ailen se sorprendió por el tono que estaba usando, la pelinegra se había puesto muy a la defensiva. Se obligó a dejar el tema. No quería arruinar nada, y parecía que se empeñaba e causar momentos incomodos. Pero no podía evitar sentirse algo decepcionada por la poca disposición de Sam a hablar.
— Lo siento...
— ¿Por qué siempre te disculpas Ailen? —. Sam volvió a sonreír de a poco y la de ojos dorados se relajó.— Venga ya no pienses en nada de eso, solo mira está vista, ¿no es revitalizante?
— Sí, es muy hermoso, ¿cómo conociste este lugar? —. Sam parecía feliz por el cambio de tema, y aunque ella no del todo, no podía aferrarse así que se rindió ante la idea.
— He venido antes con algunos amigos, y antes de eso mis padres me traían cuando era niña— explicó.
— Es muy bello... más que Suiza —. Recordó aquella fotografía y las palabras de su madre, pero sin duda estos momentos que estaba viviendo eran más reales.
— ¿Suiza?
— Al parecer me gusta aquella ciudad por lo fría que es.... me refiero al clima.
— Ah, ¿la señorita Carson se siente abochornada?
— No—. Golpeó su hombro levemente y Sam se sacudió— aquí es muy fresco, y agradable y es un momento real, ni siquiera recuerdo Suiza.
— Ven vamos —. Sam se puso de pie de repente enfrente de Ailen y le tendió una mano (la buena), Ailen la tomó y una vez que estuvieron de pie y Sam la soltó, las colocó sobre su blusa y se la sacó por la cabeza con un movimiento rápido.
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En el corazón se pertenece
RomanceAilen despierta de un terrible accidente con la memoria afectada, no recuerda qué pasó, no recuerda ni a sus padres, se siente frustrada, agobiada y sobre todo, engañada, conforme pasan los días, siente que no le están diciendo toda la verdad, quier...