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Ailen vio las bolsas y los platos de unicel con comida, el papá de Sam estaba sacando platos limpios de cristal para poder repartirla. La castaña se preguntó si sería comida china, ella recordaba que la odiaba, lo había anotado, pero no recordaba haberla comido o probado alguna vez.
Se puso nerviosa sólo unos instantes, pero recordó que Sam sabía todo de ella, y estaba segura de que no sería comida china o ninguna cosa que no le gustara.
— Toma —. Sam se acercó y le tendió el plato en el aire, la castaña la vio detenidamente.— ¿Qué?
— Nada es sólo que... ¿No comeremos aquí? —. Estaban en la barra de la cocina, Sam pudo poner el plato en ella, pero se lo estaba tendiendo para que la otra lo tomara mientras cargaba el suyo con la mano y no parecía que fuera a sentarse ahí.
— Vamos, cenaremos en la sala, a menos que quieras cenar aquí no hay problema —. Sam vio la indecisión en la cara de la de ojos miel, sabía que estaba nerviosa y se sentía incómoda en presencia de su padre, así que dejó el plato en la barra y lo decidió por ella.— Descuida.
— No, Sam deberíamos ir con tu padre, o cenará solo.
— Ah, no te preocupes él está bien, También entiende y la verdad no le importa —. Su padre ya estaba acomodado en la sala, pero la pelinegra insistió en comer ahí sólo con ella. Ailen se sintió algo mal, pero aceptó debido a la incomodidad que la invadía.
Cenaron, era comida mexicana, y además de lo delicioso que estuvo fue reconfortante estar de esa forma y sentirse querida e incluida. Por fin sabía cuál era y había sido su lugar. Recordó algunas veces de forma fugaz que se había quedado ahí con ella, algunas veces que había platicado con su padre y lo bien que se había sentido y se seguía sintiendo. Cómo en casa.
Era el sentimiento de reconocimiento, como lo que sentía en su propia en su propia casa, asfixia, misterio, malestar, una sensación de insatisfacción, así, por el contrario, la casa de Sam la hacía sentir que pertenecía.
El padre de Sam había entrado varias veces a la cocina y le había dedicado una sonrisa tímida que Ailen había tratado de devolver, pero no estaba segura que hubiera logrado. Cuando él terminó, anunció que se iría a su habitación y ellas se movieron a la sala y permanecieron viendo alguna película que estaba pasando por la televisión. Sam la rodeó con su brazo y Ailen se recargó en ella sintiéndose bien. Se amoldaban perfecto.
El teléfono fijo sonó, la castaña había estado tranquila esas horas ahí, pero el sonido repentino había hecho que se pusiera algo alerta. Ahora sabía lo que su padre había hecho antes, cuando Ailen se había ido de casa y se preocupó sobre si a esas alturas de la noche se habría dado cuenta ya de que no estaba en casa de nuevo.
Vio hacia todos lados, tratando de encontrar al señor Leray si llegaba a contestar, quería ver su reacción y tener un indicio de quién le marcaba, para estar más tranquila y salir de dudas sobre si era algo de lo que debía preocuparse. Le había dicho a Sam que tenía el derecho de sentirse preocupada ya que ella misma lo estaba ese momento sintiendo la situación más real.
Al final nadie acudió al teléfono y el sonido cesó, sin embargo, las imágenes de la noche que llegó su padre con un par de patrullas haciendo acusaciones contra el señor Leray acudieron a su cabeza. Las sirenas, los gritos de su padre, el llanto que la embargó a ella y a Sam. El dolor que les causó esa acción.
La pelinegra la notó tensa.— Hey tranquila, Ailen...
— Sam, ¿y si ya sabe? —. De pronto se llenó de pánico. Sam tampoco podía ocultar algo de nerviosismo, pero ahora ya no era por lo que pudiera hacer Aron Carson, si no que le preocupaba ahora la estabilidad emocional de la castaña.— ¿Crees que venga o trame algo? No quiero que pase nada y...
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En el corazón se pertenece
RomanceAilen despierta de un terrible accidente con la memoria afectada, no recuerda qué pasó, no recuerda ni a sus padres, se siente frustrada, agobiada y sobre todo, engañada, conforme pasan los días, siente que no le están diciendo toda la verdad, quier...