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Era medio día y aun así le parecía que era demasiado tarde, estaba esperando a la pelinegra en el punto acordado por ambas el día anterior y estaba siendo puntual. Ailen hubiera querido aprovechar todo el tiempo posible desde la salida del sol por la mañana si hubiera sido posible, sin embargo, aún era un problema pensar en salir de casa antes de que su padre lo hiciera.
Y a pesar de que quería confiar en su madre tras lo hablado, no se decidía si era mejor darle aviso o simplemente seguir siendo lo más discreta posible. Después lo pensó mejor, no quería tener que saltar por la ventana otra vez, y la necesitaría para cubrirla en caso de cualquier cosa, así que al final decidió que tenía que hablarle de sus planes para ese día.
Su madre no tuvo problemas con la idea, ni siquiera le advirtió o se mostró preocupada cuando le dio avisó sobre salir y necesitar ver a Sam. La dejó ir y sólo le pidió que le hiciera saber cuándo estuviera de regreso.
Y ahí estaba, pasado un cuarto de hora del medio día, esperando a una impuntual ojiazul. Deseaba aprovechar al máximo los minutos que tuvieran juntas y realmente el retraso de Sam le estaba irritando un poco. Así fueran sólo quince minutos.
Tomó su teléfono lo desbloqueó dispuesta a marcarle cuando lo lejos vio que dio vuelta el carro que reconoció en seguida. Soltó un suspiro entre aliviada y molesta y mantuvo su expresión seria hasta que estacionó delante de ella.
—Hola castaña ¿te llevo? —. Dijo juguetona la pelinegra pero pronto se dio cuenta de que Ailen tenía el ceño fruncido.—¿Qué pasa Ailen?
— ¿Ya viste la hora? Dijiste doce en punto y son casi doce con veinte— Sam río un poco lo cual terminó de irritar a la castaña.—Desperdiciaste veinte minutos Leray.
— Tranquila, ya tendremos toda la vida para disfrutarnos, ven aquí—. Sam se acercó tratando de robarle un beso cuando tomo el asiento del copiloto, pero Ailen se giró y le sonrió burlona.—Creí que me extrañabas ¿no vas a darme un beso?
—Tendremos toda la vida ¿no? — Devolvió Ailen sacándole una sonrisa a la ojiazul.
—Dame un beso —. Gruñó Sam antes de aventarse hacia de ella y posar sus labios sobre los de ella casi a fuerzas. Ailen poco se resistió, la tomó del cabello y abrió la boca para darle permiso a su lengua de que la poseyera.—Gracias.
—Ya cállate y conduce—. Dijo Ailen sonriéndole y saboreando sus labios. La pelinegra por fin se puso en marcha.
—¿Cómo puedes estar tan tranquila? Yo muero de los nervios—. Preguntó una vez que estaban en camino a quien sabe dónde. Ailen solo quería pasar tiempo con ella, pero no había pedido detalles de a donde irían.
—También estoy nerviosa—confesó Sam.— pero quiero disfrutar del día.
—Pues deberías procurar ser más puntual— Reprochó Ailen a lo que Sam sonrió de medio lado.
—Tranquila castaña.
Ailen veía por la ventana, tras unos minutos se le pasó la molestia e iban platicando de forma normal, reían y se tomaban la mano siempre que podían, las miradas cómplices cada segundo cuando el silencio las inundaba. No podían esperar a vivir eso libremente.
Ailen reparó en cierto momento que estaban de nuevo saliendo casi de la ciudad. Entraron a la autopista unos minutos y luego a la carretera algo desolada flanqueada de árboles y verde.
—¿Vamos al lago?—preguntó tratando de reconocer el camino, se puso nerviosa un momento cuando pensó en que probablemente Sam había decidido que podría ser su oportunidad para salir de la ciudad, no podía haber pesado en eso, no traían sus pertenencias y ella no se había despedido de su madre.—¿Sam?
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En el corazón se pertenece
RomanceAilen despierta de un terrible accidente con la memoria afectada, no recuerda qué pasó, no recuerda ni a sus padres, se siente frustrada, agobiada y sobre todo, engañada, conforme pasan los días, siente que no le están diciendo toda la verdad, quier...