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— Así que han pasado tres semanas —. Medio preguntó, medio afirmó la doctora. Ailen solo asintió, solo le había estado haciendo preguntas básicas, como su nombre, edad, lo que le había pasado, algún cumplido sobre sus ojos dorados, pero era todo. — ¿Cómo te sientes?
Ailen sintió su cabeza punzar. ¿Cómo se sentía? Era una pregunta demasiado abierta, y demasiado confusa. Ailen abrió la boca y vaciló.
— No... No lo sé —. Respondió. Veía a los ojos a la doctora, que era más joven de lo que esperaba, aunque ya de edad mayor de todos modos. Tenía el pelo teñido de un tono rojizo, se le notaban las raíces oscuras. A pesar de que se le notaba la edad no se le veían casi arrugas, solo unas cuantas, alrededor de los ojos cuando sonreía. Tenía un aire jovial que le transmitió un poco de confianza. Solo un poco.
Sin embargo, sus ojos brillaban de una manera que Ailen no entendía si era genuino o sobreactuado de alguna forma. Apenas estaba conociéndola, se había presentado y parecía demasiado animada, pero bueno era psicóloga, su labor era animarla. Aunque Ailen se sintió más un poco abrumada que otra cosa, evitó verla a esos inquietos y escrutadores ojos que se escondían discretos detrás de los pequeños lentes que descansaban sobre su nariz, estaba observando todo el consultorio casi en busca de una salida.
El consultorio era amplio, el escritorio era muy grande, había un diván también de color verde oscuro, todas las paredes estaban pintadas completamente de blanco y además tenía estantes metálicos donde la doctora tenía libros y cajas, metal que con la brillante luz que emitían las lámparas del techo, brillaban demasiado haciendo que ese brillo se intensificara por el color de las paredes. Tenía que calmarse, no había ventanas, ¿Por qué no había ventanas? ¿por qué todo siempre tenía que estar pintado de blanco? Era la primera vez que estaba ahí, se obligó a pensar que eran sus nervios traicionándola, se acostumbraría, era el colmo que se sintiera sofocada en aquella habitación cerrada.
Debía preguntarle a su madre sobre algún trastorno de encierro posible.
— Bueno de alguna manera te ves de sentir —. Ailen tenía los ojos bien abiertos, sin entenderle aún, ¿Era todo?, Esa era la gran terapia que tenía para ella. ¿Por qué hacía tanto calor? Sentía que estaba sudando. Tenía que calmarse.
— Amm...
— Vamos Ailen, dime algo, un sentimiento, el que se te ocurra —. Ailen parpadeó, se lo pensó porque solo podía pensar en una mezcla de varios, una vorágine que no estaba definida.
— Frustración —. Dijo. La doctora Kane solo asintió.
— Bueno, eso está bien.
— ¿Está bien? —. Dijo algo confusa Ailen entrecerrando los ojos y tocándose el cuello para confirmar que si estaba sudando.
— Es normal que te sientas frustrada, ahora quiero saber por qué.
— ¿Por qué? —. Interrumpió, Ailen estaba experimentando aún más el dolor de cabeza. — ¿Será acaso porque no recuerdo ni una mierda?
Sintió que había levantado la voz, apretó los ojos y respiró hondo. Debía calmarse, ¿dónde había quedado aquello de saber ser amable?
— Ailen respira.
— ¡Gracias! Otro magnífico comentario —. Ailen estaba confundida, su cabeza dolía. ¿Solía ser así de grosera? No podía saberlo. ¿Era por el dolor y la frustración? ¿Era su forma de ser que empezaba a florecer y estaba siendo su verdadera versión pre-amnesia? De cualquier manera, se sintió apenada. — Lo siento... yo.
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En el corazón se pertenece
RomanceAilen despierta de un terrible accidente con la memoria afectada, no recuerda qué pasó, no recuerda ni a sus padres, se siente frustrada, agobiada y sobre todo, engañada, conforme pasan los días, siente que no le están diciendo toda la verdad, quier...