Epílogo

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Port Townsend era mágico, un pueblo rebosado de fascinante historia, Sam había desconocido todo sobre el lugar cuando recién llegaron, para ella era simplemente sereno y apaciguante, era hermoso, desde que habían llegado no dejaba de asombrarle lo bello que era ¿o era el hecho de vivir con Ailen lo que le parecía más conmovedor? Sin duda su mejor parte era esa, Ailen. La paz había llegado a ellas y aún antes, cuando más les había costado estar juntas, la presencia de la castaña siempre fue calmante.

Podría estar en cualquier parte del mundo, no importaba porque todo lo que necesitaba era a ella.

Pero Ailen siempre había querido ir a Port Townsend por alguna razón, y Sam solo quería verla feliz y cumplir sus caprichos, que era lo que a ella la hacía feliz también. Les había costado, fue duro lo que tuvieron que vivir para llegar a ello, pero no se había equivocado, después de cinco años tenían una vida maravillosa juntas.

El pueblo era increíble, tenía muy arraigadas sus raíces a la vez la arquitectura victoriana predominaba en la mayoría de los edificios, la gente era muy amable y aunque parecía conservador en todo ese tiempo no habían tenido ningún problema por sus preferencias sexuales, tenían amistades que las aceptaban y uno que otro que también era gay, la gente era muy linda, desde el principio se sintieron parte de la cultura del lugar, incluidas, entendidas y comprendidas.

No querían más problemas, querían sólo vivir y lo estaban haciendo.

El primer año desde que llegaron fue de transición, algo difícil por la cuestión de estar incomunicadas de todos sus seres queridos, bueno, excepto sus padres, siempre mantuvieron el contacto con Samuel Leray, él era el único que siempre supo dónde estaban, aunque Ailen mantenía también buena relación con su madre pareció más seguro si la privaban de algunas cosas.

El juicio contra su padre fue largo, y aunque hubo suficiente material para encerrarlo en cuanto salió del hospital tras el accidente en la carretera, seguía recibiendo el apoyo de muchos de sus amigos, su madre temió un tiempo que de un día para otro el hombre saliera libre, por eso desde el día cero ella había salido de aquella mansión para irse a vivir sola a otro lado.

Sam en más de una ocasión le sugirió que la llevara a vivir con ellas, pero Ailen se rehúso, le provocaba algo de preocupación que su madre viviera sola, pero por fin estaba viviendo su sueño con Sam y no quería arruinarlo, por lo que se conformaba con saber que su madre estaría bien y se las arreglaría, era una adulta y una mujer independiente ahora.

Se habían visto un par de veces, y sin duda estaba mucho mejor sola, a ambas mujeres Carson les había sentado de maravilla la autonomía. Ailen estaba feliz de que su madre por fin pudiera hacerse una vida libre, ya no se sentía tan apegada a ella y estaba bien.

Junto con el señor Leray, la habían invitado a su casa en varias ocasiones pasado el tiempo y ambos estaban encantados con lo que habían construido.

Habían necesitado tiempo para adaptarse para sanar, curar heridas y traumas, pero sin duda después de un año fue tiempo de empezar de cero con nuevas metas y con la vista puesta en el futuro y aunque para ambas estaba claro que en el futuro no había nada sin la otra, había que pensar también en otras cosas antes que en una boda.

Sam empezó a postularse para las universidades en las facultades de economía y Ailen por su lado también decidió que era momento de empezar de nuevo sus estudios, nunca era tarde para hacerlo, y decidió que lo que realmente la apasionaba era la literatura. Cuando le había dado la noticia a Sam fue una sorpresa, la ojiazul no sabía que había postulado y cuando se lo dijo la pelinegra parecía estar más feliz que ella misma.

Tras un par de años aproximadamente ambas se graduaron, Sam primero con una licenciatura en economía y comercio, ya que ella sólo estaba por acabar cuando dejo la universidad a diferencia de la de ojos miel que inicio desde cero la carrera de literatura, ambas en distintas universidades. A pesar de no haber estado juntas habían vivido los mejores años de carrera, no existía nada más que ellas y era la mejor sensación del mundo llegar a casa y ver al amor de su vida y pasar las tardes, los días y las noches juntas.

En el corazón se perteneceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora