"Lo siento, tu hermana no resistió la cirugía"
"Sálvate y déjame a mi"
"Ya no pueden vivir aquí, tienen que irse"
"¡Eres un inútil!"
"Jamás estaría con alguien como tú"
"Me das asco. Eres un marica"
"¡Estoy embarazada Wonnie!"
"Lo siento, tengo que ir con tu madre"
"Tienes que ser fuerte, eres mi chico valiente"
"Eres feo, a los niños feos nadie los quiere"
Elevó el rostro mirando hacia el cielo oscuro sin estrellas. Incluso la luna estaba sola, al igual que él. Por más personas que hubiera a su alrededor, nadie se detenía a ayudarlo. Era como vivir en un mundo de sombras, luchando por encontrar la luz al final del túnel y sin embargo, cada vez estaba más lejos de encontrar la salida a su martirio. Las lágrimas continuaban brotando, no podía dejar de llorar y es que con tanto dolor, era inútil callar su llanto. Necesitaba desahogarse, liberar todo lo que llevaba dentro, pero se reusó hacerlo. Llorando no iba a solucionar el sin fin de problemas que traía a cuesta. Secó sus lágrimas con la manga de su viejo suéter.
–¡Oye! Fíjate por donde vas, chico –exclamó el hombre con el que había chocado.
Se disculpó con una reverencia abrazando el ovillo de sábanas contra su pecho. No sabía donde ir o más bien, no tenía donde ir. Lo poco que tenía lo había perdido, su casa, su hermana, sus amigos.... Casi todo, su única compañía era ella. Ese pequeño ser que lo acompañaba en aquella fría y silenciosa noche. Era tan indefensa e inocente que no merecía sufrir la miseria por la que él pasaba. Ella merecía algo mejor y aún así, no podía dárselo.
–Estaremos bien.... Yo cuidare de ti y tú de mí. Seremos un buen equipo.
Visualizó una banca cerca de la entrada de un parque. No había personas a excepción de un perro que rebuscaba entre los botes de basura. Sorbiendo su nariz, cruzó la calle arrastrando consigo la única maleta con las pocas pertenencias de él y de la recién nacida.
–Descansaremos aquí un momento y después buscaremos donde dormir –dijo al bulto de mantas que tenía sobre su brazo.
Tomó asiento con cuidado de no despertar a la bebé. A un lado dejó la maleta junto con su mochila. Descubrió el rostro del bebé sonriendo ante la ternura de los pequeños labios que se movían intentando succionar algo de leche imaginaria. Era momento de su comida, ningún de los dos había comido en todo el día pero a él solo le importaba la menor. Rebuscó en su mochila suspirando victorioso al encontrar un biberón lleno de leche, quizás se lo pusieron en el hospital antes de darle salida.
–Muy bien muñequita, es hora de tu cena.
Con mucho cuidado acercó el chupete del biberón a la diminuta boquita y esperó a escuchar las succiones. Una vez que logró ver a la pequeña beber la leche, sonrió aliviado. Al menos no tendría problemas en alimentarla ...o tal vez si, pues por mucho que la bebé quisiera la leche, él no tenía más que diez mil wones y eso no le alcanzaría para mucho.
–Toma tu tiempo....no tenemos prisa –miró al perro sentarse frente a él con los ojos fijos en la bebé. –Hola amiguito. ¿Estás solo?
El can ladró moviendo el rabo de cola elevando su hocico un par de veces muy seguramente aspirando el aroma de los dos humanos para registrarlos en su memoria. El animal en sí daba miedo pero se veía bastante amistoso pues normalmente los animales callejeros huían de las personas, pero éste no y si hubiera querido atacarlos ya lo habría hecho desde que se acercaron al parque. No conocía a la perfección las razas de perros pero fácilmente podía decir que era similar a un ejemplar de rottweiler, tanto en color como tamaño aunque algunas cosas si eran diferentes. Quizás el canino era un cruce con alguna otra raza y de ahí la forma de su cabeza.