—Ven aquí princesa.
Haneul chilló alzando los brazos al tiempo que Hyungwon se acercaba. El delgado la sacó de su silla especial y la acomodó en su cadera y regresó a la estufa.
—Déjalo ahí, Wonnie —le sonrió Sung kyung. La mujer secó sus manos en el mandil y apretó la mejilla de la bebé que en segundos le sonrió. —Solo falta armar la lasaña y cocinar las verduras de Haneul.
Hyungwon negó buscando entre los gabinetes.
—No se preocupe, señora —sonrió triunfante tomando el frasco de orégano. —Haneul se porta muy bien y no me molesta al cocinar.
Sung Kyung asintió.
—Lo sé, cariño, pero ya me ayudaste toda la mañana a limpiar y con una bebé no es fácil.
—Es lo mínimo que puedo hacer —susurró.
La mujer entrecerró los ojos. Entendía el buen corazón de Hyungwon y lo servicial que era pero en esta ocasión se estaba sobreexplotando. Caminaba de un lado a otro revisando las ollas, probando las salsas, picando vegetales, preparando biberones, lavando los sartenes y entreteniendo a la bebé.
Sung Kyung miró a detalle a su hijo adoptivo; como ella lo apodaba, y entonces descubrió muchas cosas fuera de lugar.
El día anterior lo había visto salir con la bebé por la mañana y volvieron con varias bolsas y Hyungwon con un cambio de look. Su aburrido cabello negro ya no estaba, mechones cenizos caían limpiamente al ras de sus hombros y su frente estaba despejada del infantil flequillo. Esa mañana, cuando ella se levantó para asear la casa, ya que las mucamas tenían el día libre, se encontró con Hyungwon aspirando la sala y cambiando las cortinas. Hyungwon estuvo activo incluso después de que la bebé se despertó, iba de un lado a otro con la bebé de diez meses en su cadera dejándola en su silla entre cortos lapsos de tiempo. Le parecía gracioso la manera en que cuidaba de no despeinarse y el cómo revisaba la hora constantemente.
La hora...
Hyungwon miró el reloj de manecillas que descansaba sobre el umbral de la puerta y aceleró sus movimientos.
—Voy a dejarte un momento aquí mientras enciendo el horno —murmuró Hyungwon regresando a la bebé en su silla. Haneul hizo el amago de llorar pero Hyungwon fue más listo y le entregó su mordedera favorita.
—Espera, ¿por qué estás tan ansioso? —le preguntó poniendo sus brazos en jarra.
El menor no le contestó pero un sonrojo, bastante evidente, cruzó por su rostro y todo pareció cobrar sentido para la mayor. Enternecida sonrió dejando caer sus brazos.
—Es por mi hijo, ¿cierto?
Hyungwon tosió exageradamente mientras negaba con la cabeza.
—Oh, vamos. Ahora lo entiendo todo —la mujer rió sacudiendo la cabeza. —Como no lo pensé antes.
—N-no es lo que usted piensa —se apresuró a decir Hyungwon. —Y-yo quiero ayudarla con la cena, solamente eso.
Sung Kyun negó acercándose al menor. Con delicadeza acunó su rostro y besó su frente. —Eres como un hijo para mí y si Hoseok corresponde a tus sentimientos no veo ningún problema.
El de cabellos cenizos formó un puchero bajando la mirada.
—No quiero ser un mal agradecido o un aprovechado —murmuró.
Sung Kyung bufó y con dulzura levantó su rostro. —Eres un muchacho increíble, Hyungwon. No puedo estar más que satisfecha de que un hombre como tú pretenda a mi bebé Hoseok.