Capitulo 1

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Sophie había esperado durante toda su vida el momento de ser secuestrada. Pero esta noche, todos los demás niños en Gavaldon se retorcían de miedo en sus camas, Si se los llevaba el Director, no regresarían jamás. Nunca tendrían una vida plena. Nunca mas volverían a ver a sus familias. Esta noche, los niños soñaban que un ladrón de ojos rojos con cuerpo de bestia los arrancaba de entre las sabanas y ahogaba sus gritos. Por el contrario.

Se veía llegando a un baile en el castillo, organizado en su honor, para descubrir que en el salón había cientos de pretendientes y ninguna otra muchacha a la vista. Aquí, por primera vez, veía jóvenes dignos de ella, pensó acercándose. Con cabello brillante y grueso, músculos tensos que podían verse a través de las camisas, piel suave y bronceada, hermosos y atentos como deben ser los príncipes. Sin embargo, justo cuando decidía aproximarse a uno de ellos, al que parecía el más esplendido, con brillantes ojos azules y fantasmal cabello blanco, con quien viviría feliz para siempre..., un martillo atravesó las paredes del salón e hizo añicos a los príncipes. Sophie abrió los ojos: ya era de mañana. El martillo era real. Los príncipes nolo eran.

—Padre, si no duermo nueve horas tendré los ojos hinchados.

—Todo el mundo anda diciendo que este año serás la elegida —dijo su padre, mientras clavaba una tabla deforme sobre la ventana de su habitación, ahora completamente tapada de cerrojos, púas y tornillos.

»Me aconsejan que te corte el cabello, que te embadurne la cara con lodo, como si yo creyera en todas esas tonterías de cuentos de hadas. Eso sí, aquí no entrará nadie esta noche. ¡De eso no hay duda!

 —Y asestó un golpe ensordecedor para reforzar sus dichos.

Sophie se restregó las orejas y miró con el ceño fruncido su ventana, tanhermosa alguna vez, ahora convertida en algo digno de la guarida de una bruja. 

—¿Por qué nadie pensó en poner cerrojos? 

—No sé por qué todos creen que serás tú —continuó el padre, con el pelo plateado empapado en sudor—. 

Si es bondad lo que ese Director quiere, se llevará a la hija de Gunilda. Sophie se puso tensa. 

—¿A Belle?—Esa sí que es una hija perfecta —afirmó—. Le lleva al padre comidas que ella misma cocina a su trabajo en el molino. Y hasta le da las sobras a esa pobre mujer que vive en la plaza. 

Sophie detectó exasperación en la voz de su padre. Ella jamás había cocinadosolo para él, ni siquiera después de la muerte de su madre. Lógicamente, teníasus buenas razones para no hacerlo (el aceite y el humo tapaban sus poros), perosabía que ese era un tema delicado. Sin embargo, no por ello su padre habíapasado hambre. Sophie le ofrecía los alimentos que ella misma prefería: puré deremolachas, guiso de brócoli, espárragos hervidos, espinacas al vapor. Su padreno había engordado como el padre de Belle, precisamente porque no le llevabafricasé de cordero y soufflé de queso a su trabajo en el molino. En cuanto a lapobre mujer que vivía en la plaza, esa vieja bruja, a pesar de anunciar que teníahambre día tras día, estaba gorda. Y si Belle era la responsable, entonces no sería tan buena después de todo: era lo peor de lo peor.Sophie sonrió a su padre. 

—Como dices, son todas tonterías. 

—Salió de la cama y cerró la puerta del baño de un portazo. 

Examinó su rostro frente al espejo: el despertar brusco había dejado sus huellas. Su pelo, largo hasta la cintura como hilos de oro, no lucía su brillo habitual. Sus ojos color verde jade parecían cansados, sus labios seductores estaban un poco secos. Hasta el brillo de su piel sedosa se había opacado. Pero sigo siendo una princesa, pensó. Su padre no se daba cuenta de que ella era especial; su madre, por el contrario, sí lo sabía. 

«Eres demasiado hermosa para este mundo, Sophie», le había dicho con su último aliento. Pero su madre había partido hacia un lugar mejor, y ahora Sophie también lo haría. Esta noche la llevarían al bosque. Esta noche empezaría una vida nueva. Hoy mismo comenzaría a vivir su cuento de hadas. Ahora tenía que verse como era debido. Para empezar, frotó sobre su piel huevos de pez, que olían a pies sucios pero evitaban las manchas. Luego untó extracto de calabaza sobre su cutis,  seenjuagó  con leche de cabra y embebió su rostro en una máscara de melón y clara de huevo de tortuga. Mientras esperaba que la máscara se secase, Sophie hojeó un libro de cuentos y bebió de a sorbos jugo de pepinos, para mantener suave su piel.

La escuela del bien y el malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora