Capítulo 12

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Al principio había muchas cosas que la entretenían. Escribió poemas (Qué vida miserable y El cielo es un cementerio eran sus mejores creaciones), dibujó retratos de Muerte que asustaban a los ratones más que el gato verdadero, e incluso probó suerte con un libro de cuentos de hadas, Tristes para siempre, acerca de unos niños bellos que sufrían una muerte horrorosa. Sin embargo, no tenía nadie a quien mostrarle todo eso hasta el día en que Sophie vino a visitarla. Muerte lamió sus talones cuando subió al porche chirriante. En el interior oyó cantar:

En el bosque primigenio

Una Escuela del Bien y del Mal...

Agatha puso los ojos en blanco y abrió la puerta.

Su madre, que estaba de espaldas, cantaba alegremente mientras preparaba un baúl con capas negras, escobas y sombreros de bruja puntiagudos.

Dos torres cual cabezas gemelas

Una, la de las almas puras,

La otra, la de las almas malvadas.

Si intentas escapar, nunca lo lograrás

La única manera de salir es

A través de un cuento de hadas...

—¿Te vas de vacaciones a algún lugar exótico? —le preguntó Agatha—. Que yo sepa, no hay manera de salir de Gavaldon, a menos que te crezcan alas. Callis se dio vuelta.

—¿Crees que tres capas serán suficientes? —preguntó, con los ojos saltones y su casco grasiento de pelo negro.

Agatha se estremeció por lo mucho que se parecían.

—Son todas iguales —masculló—. ¿Para qué necesitas tres? —En caso de que necesites prestársela a una amiga, cariño.

—¿Son para mí?

—Puse dos sombreros por si alguno se aplasta, una escoba por si las suyas tienen mal olor, y algunos frascos con lenguas de perro, patas de lagartija y dedos de rana. ¡Quién sabe cuánto tiempo llevarán los de ellos allí! Agatha sabía la respuesta, pero de todos modos preguntó.

—Madre, ¿para qué necesito capas, sombreros y dedos de rana?

—¡Para la ceremonia de bienvenida, claro está! —gorjeó Callis—. ¡No querrás ir a la Escuela del Mal y que piensen que eres una aficionada! Agatha se quitó las botas.

—Dejando de lado el hecho de que la «médica» de la aldea crea en todo esto, ¿por qué es tan difícil aceptar que aquí soy feliz? Tengo todo lo que necesito: mi cama, mi gato y a mi amiga.

—Cariño, deberías aprender de tu amiga. Al menos ella espera algo de la vida —dijo Callis, mientras cerraba el baúl con llave—. De verdad, Agatha, ¿qué destino podría ser más grandioso que ser una bruja en un cuento de hadas? ¡Yo soñaba con asistir a la Escuela del Mal! Pero el Director se llevó a ese idiota de Sven, que terminó burlado por una princesa en El ogro inútil y murió quemado. No me sorprende: casi ni sabía atarse los cordones. Estoy segura de que, si el Director lo hubiera vuelto a intentar, me habría elegido a mí. Agatha se metió en la cama.

La escuela del bien y el malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora