Capítulo 15

87 7 0
                                    


Agatha se sentó en la cama, sobresaltada por una pesadilla. Del otro lado de la habitación, Callis roncaba sonoramente con Muerte a su lado. Cerca de la cama de Agatha estaba el baúl cerrado con llave, que tenía un letrero escrito con letra poco legible:

AGATHA DE GAVALDON, 1 GRAVES HILL ROAD, junto a una bolsa con pasteles de miel para el viaje.

Mientras masticaba un pastel, Agatha miró por una grieta de la ventana. Colina abajo, las antorchas ardían en un círculo cerrado, pero aquí, en Graves Hill, quedaba solo un guardia musculoso, de brazos grandes como el cuerpo de Agatha y piernas delgadas como palillos. Este se mantenía despierto levantando pesas con una lápida rota.

Agatha mordió el último pastel y miró hacia el bosque siniestro. Unos ojos azules y brillantes le devolvieron la mirada. Agatha se atragantó y corrió hacia su cama. Poco a poco levantó la cabeza: no había nada. Ni siquiera el guardia.

Luego lo encontró: yacía inconsciente sobre la lápida rota, con la antorcha apagada.

Una sombra humana, huesuda y jorobada, se alejaba sigilosamente; era una sombra sin cuerpo.

El fantasma flotó sobre las tumbas sin el menor atisbo de prisa. Se deslizó por debajo de las puertas del cementerio y continuó colina abajo, hacia el centro de Gavaldon, iluminado por las antorchas.

A Agatha, horrorizada, se le encogió el corazón. ¡Existía de verdad!, quienquiera que fuese.

Y no es a mí a quien busca.

Sintió un gran alivio, pero luego la invadió una nueva oleada de pánico.

¡Sophie!

Despertaría a su madre, gritaría para pedirle ayuda, iba a... pero no tenía tiempo.

Fingiendo estar dormida, Callis oyó los pasos apresurados de Agatha y la puerta que se cerraba. Abrazó con más fuerza a Muerte para asegurarse de que no se despertara.

La escuela del bien y el malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora