Capitulo 5

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—Avísame si ves un horno.

 —¿Para qué? 

—Para meter mi cabeza en él. Y por favor dime, ¿qué les enseñan en estaescuela exactamente? 

—Bueno, en la Escuela del Bien les enseñan a los niños y niñas como yo aconvertirse en héroes y princesas, a gobernar los reinos con justicia, a vivirfelices para siempre —contestó Sophie—. 

En la Escuela del Mal les enseñan aconvertirse en brujas malvadas y trolls jorobados, a echar maldiciones y alanzar maleficios.

 —¿Maleficios? —dijo Agatha, riéndose a carcajadas—. ¿A quién se leocurrió todo esto? ¿A un niño de cuatro años? 

—Agatha, ¡la prueba está en los libros de cuentos! ¡Puedes ver a los niñosperdidos en los dibujos! Jack, Rose, Rapunzel, todos tuvieron sus propioscuentos... 

—Yo no veo nada, porque no leo esos tontos libros de cuentos. 

—¿Entonces por qué tienes una pila de libros junto a tu cama? 

—preguntóSophie.Agatha frunció el entrecejo.

 —Mira, ¿quién dice que los libros sean reales? Quizá sea una broma dellibrero. O tal vez es la manera que tienen los Ancianos para que los niños sealejen del bosque. Sea cual sea la explicación, no hay ningún Director ni ningúnmaleficio.

 —Entonces, ¿quién secuestra a los niños?

 —Nadie. Cada cuatro años, dos idiotas se escapan al bosque para asustar asus padres, pero se pierden o los comen los lobos, y eso es lo que sucede, y laleyenda continúa. 

—Es la explicación más estúpida que escuché jamás. 

—No creo que sea yo la estúpida —replicó Agatha. Cuando oyó que lallamaban estúpida, Sophie sintió que le hervía la sangre.

 —Solo estás asustada —dijo.—Sí,claro. —Se echó a reír Agatha—. ¿Y por qué había de estar asustada?

 —Porque sabes que vendrás conmigo.Agatha dejó de reír. Luego se puso a contemplar la plaza. Los aldeanos lasobservaban como si hubieran encontrado la solución a un misterio. La Buenavestida de rosa, la Mala vestida de negro. La pareja perfecta para el Director.Aún paralizada, Agatha vio cómo decenas de miradas asustadas se clavabanen ella. Su primer pensamiento fue que, después de mañana, ella y Sophiepodrían tener sus caminatas en paz. Junto a ella, Sophie observó a un grupo deniños que intentaba memorizarse su rostro, en caso de que apareciera algún día ensus libros de cuentos. 

Lo primero que pensó Sophie fue si mirarían a Belle de lamisma manera.Entonces la vio en medio de la multitud. Con la cabeza rasurada y el vestidomugriento, Belle estaba arrodillada en el piso y se embarraba la cara condesesperación. Sophie respiró profundamente. Belle era igual a las demás; elladeseaba casarse con un hombre común, que con el tiempo engordaría y sevolvería perezoso y exigente. Quería vivir una vida monótona, en la que solodebería cocinar, asear y coser. Quería palear estiércol, ordeñar ovejas y matarcerdos chillones. Quería pudrirse en Gavaldon hasta que su piel se oscureciera yse le cayeran los dientes. El Director jamás se llevaría a Belle, porque Belle noera una princesa. No era... nada.Sintiéndose victoriosa, Sophie sonrió mientras miraba nuevamente a lospatéticos aldeanos, y disfrutó sus miradas como si se viera reflejada en espejosbrillantes... 

—Vámonos —dijo Agatha.Sophie se dio vuelta. La mirada de Agatha estaba clavada en la multitud. 

—¿A dónde?—Lejos de la gente. 

La escuela del bien y el malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora