Capítulo 16

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Sophie se agachó detrás de un árbol, esperando a que el Director la raptara. Esperó y esperó. Hasta que vio algo en el piso que le llamó la atención. Migas de galleta, aplastadas por una huella. La huella de una bota tan detestable, tan pestilente que solo podía pertenecer a una persona. Sophie apretó los puños, le hirvió la sangre...


Unas manos taparon su boca y un puntapié la arrojó a través de la ventana. Sophie cayó de cabeza sobre su cama, y cuando se dio vuelta, vio a Agatha. —¡Gusano patético y entrometido! —gritó, antes de ver el miedo en la cara de su amiga—. ¡Lo viste! — exclamó, jadeando.

Agatha le tapó la boca con una mano, y con la otra la inmovilizó contra el colchón. Mientras Sophie se retorcía en protesta, Agatha espió por la ventana. La sombra encorvada flotó hacia la plaza de Gavaldon, pasó junto al guardia armado, que no se dio cuenta de nada, y fue directo hacia la casa de Sophie. Agatha ahogó un grito. Sophie se liberó y la sujetó de los hombros. 

—¿Es atractivo? ¿Parece un príncipe? ¿O es como un director común, con gafas, chaleco y...

¡PUM! 

Sophie y Agatha giraron lentamente hacia la puerta. 

¡PUM! ¡PUM! 

Sophie arrugó la nariz. 

—Podría llamar a la puerta, ¿no? 

Los cerrojos se rompieron; las bisagras vibraron.


Agatha se encogió contra la pared, mientras Sophie juntaba las manos y arreglaba su vestido como si se dispusiera a recibir una visita de la realeza. 

—Es mejor darle lo que quiere sin tanto escándalo. 

Mientras la puerta cedía, Agatha saltó de la cama y se arrojó contra la puerta. Sophie puso los ojos en blanco.

—¡Ay, siéntate, por Dios! —Agatha tiró del pomo de la puerta con todas sus fuerzas, se le escapó de la mano, y la puerta se abrió con un estruendo ensordecedor, arrojándola al otro lado del cuarto.

La escuela del bien y el malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora