Capítulo 3. Nunca hubiera pensado eso de usted.

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Día 5. Tren de las 06:22

—Hey, buenos días Amelia —dijo Luisita entrando en el vagón, intentando recobrar su respiración —¿Está mejor con respecto a ayer? —preguntó mientras se sentaba a su lado.

La morena no le respondió y creyó en un primer momento que no la había escuchado.

—Amelia...

—Escuche, Señorita Gómez —la interrumpió ella sin delicadeza, como si estuviera la defensiva —Con respecto a ayer, fue muy amable conmigo y se lo agradezco. Sin embargo no quisiera que se imaginase que ahora vamos a hacernos amigas y que le voy a contar mi vida.

—Wow, la zorra nunca está lejos, ¿verdad? —dijo Luisita ligeramente desilusionada después de haber creído que estaban haciendo progresos.

La morena la fusiló con la mirada

—No le permito que me insulte.

—Escuche, no quiero hacerle ningún mal, ayer no estaba bien, no lo pensé, yo soy así. Ahora usted prefiere que sigamos peleándonos, también me vale.

—Pero yo no quiero que esto continúe, quiero que me deje tranquila. ¿Qué le aporta pincharme de esa manera permanentemente?

—¿Quiere la versión suave o la dura? —preguntó con una gran sonrisa.

Amelia se masajeó las sienes antes de inspirar profundamente.

—Suave —dijo en un susurro.

—Me pongo caliente.... —respondió ella devolviéndole la pelota.

—¡Oh Dios mío! —exclamó la morena —¿Qué habría pasado si hubiera pedido la versión dura?

—Un poco lo mismo, pero con mención al estado de mis bragas —respondió Luisita con total naturalidad.

—Es usted atrozmente vulgar.

—Es lo que dicen, sí. Venga, no se impresione, no me la voy a comer, no estoy tan necesitada como para cambiar de acera. Y eso incluso cuando los hombres son aveces unos energúmenos.

Amelia no respondió, pero se rio por lo bajo. Luisita le lanzó una mirada interrogativa, pero no obtuvo ninguna respuesta y prefirió dejarlo pasar. Al igual que ella, Amelia había tenido que tener su buen número de pesos pesados en su vida.

—Siento haber estado a la defensiva —dijo finalmente la morena —No...no soy muy dada con las relaciones sociales.

—¿La asustan?

—Yo no...

—Perdóneme, pregunta muy personal —dijo la rubia al verla dudar —¿Por qué no intentamos ir poco a poco? Para empezar, ¿a qué se dedica? No, tengo algo mejor, y ¿si intento adivinar su trabajo y usted el mío?

—¿Es un desafío?

—¿Por qué no? La que pierda, paga una prenda.

—No tenemos ocho años, Señorita Gómez —suspiró la morena.

—Puede elegir lo que haya que pagar.

La joven pareció vacilar un instante, su interés había sido picado ante esa perspectiva, y cedió.

—Si yo gano, debe decirme cuántas parejas sexuales ha tenido en su vida, y no solo el número, quiero los nombres y duración de la relación.

—¡Oh Dios mío! —exclamó Luisita —Y yo que creía que hacía preguntas demasiado personales.

—Ha picado mi curiosidad.

—Entonces, si gano yo, ¿responderá usted a la misma pregunta?

—Por supuesto —dijo ella con una voz casi profesional.

6:22 Asiento 129Donde viven las historias. Descúbrelo ahora