Capítulo 18. Es importante para mi.

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Día 30 18:40

—Mamá música —resopló Henry que parecía no apreciar el jazz que ella había puesto en la radio.

—¿Qué quieres escuchar cariño?

—Mamá piano.

—¿Te la pongo en los cascos?

—Síiiii —exclamó el niño con alegría.

—Luisita, ¿puedes sacar el MP3 de mi bolso?

La rubia obedeció y siguió sus instrucciones para poner la lista de música. Se quitó el cinto y se contorsionó para ponerle los auriculares al niño.

—Henry, no te muevas, no voy a llegar.

—Pero...

—Nada de peros, pórtate bien mientras te lo coloco.

Ella se dio prisa en guardar el MP3 en el bolsillo del niño y se volvió a poner el cinturón de seguridad, dándose cuenta de la sonrisa de su compañera.

—¿Qué?

—Me gusta que te ocupes de esa manera de él.

—Lo adoro.

—Me agrada oír eso.

—¿Está escuchando fragmentos de piano?

—Sí, pero solo los que interpreto yo. Le gusta escuchar el trabajo de mamá.

—Realmente es un niño de mamá.

Rieron juntas y al final cayeron en un silencio agradable hasta que Luisita aprovechó que Henry estaba ocupado con la música.

—No fue tan mal —dijo ella.

—Yo diría que incluso fue bien. Mi madre te encuentra interesante, es buena señal.

—Tuve miedo de que no le gustara que me impusiera como lo hice.

—Al contrario, creo que has estado perfecta. Ella necesita a alguien que sea capaz de enfrentarla como tú los has hecho. Y además, has estado muy bien, no le has faltado el respeto.

—Adoro a tu padre, siento que lo tengo de mi lado y es tranquilizador para abordar a tu madre.

—Ella te aceptará, lo sabes, debe a aprender a confiar.

—Lo que no quiero es que me compare con Lourdes.

—Al principio lo hará, nos toca a nosotras ser intransigentes con eso y no dejarla que lo haga.

—¿No tienes miedo de enfrentarte a tu madre por una mujer a la que conoces desde hace poco?

—No, porque siento que esa mujer vale la pena.

Luisita se mordió el labio para impedirse coger su mano o inclinarse a besar su mejilla, y eso hizo sonreír a la morena.

—No te muerdas el labio.

—¿Por qué?

—Porque va a ser difícil para mí contenerme.

—¿Quién te dice que no sea ese el cometido?

—Que estamos delante de mi hijo y que nos dirigimos a casa de tu hermana.

—Hay muchos recovecos en el apartamento de mi hermana —dijo con voz grave dejando que leyera entre líneas.

—Y a las 20:30 mi hijo debe estar en la cama —dijo ella con el mismo tono.

—Eso abre un abanico de perspectivas.

—Ya veremos, Señorita Gómez, ya veremos. De momento, mi única obsesión es gustar a tu familia.

Diez minutos más tarde llegaron a casa de María y Amelia arregló su ropa por enésima vez desde que había salido del coche. Se inclinó para peinar el pelo de Henry que gruñó despeinándoselos de nuevo. Debió ver una mancha en la mejilla de su hijo porque se lamió el pulgar y comenzó a frotar.

6:22 Asiento 129Donde viven las historias. Descúbrelo ahora