Capítulo 11. ¿Es por culpa de mis sentimientos?

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Día 19. Tren de las 17:15

Luisita no se atrevía a moverse, sus manos la una sobre la otra a través del cristal. Sus ojos no se apartaban, ninguna de las dos se habían dado cuenta de que se habían acercado tanto como les permitía su delgada separación. Ella no sabía lo que pasaba por la mente de la morena, pero en la suya una sola revelación reverberaba.

Un solo pensamiento que tenía claro desde hacía un tiempo pero que no se había atrevido a confesárselo plenamente a sí misma.

«Te quiero»

Amelia pareció ser traída de vuelta a la realidad por su interlocutor, pues se sobresaltó y se puso a hablar antes de colgar, sin haberse movido. Fue ella la que abrió la puerta y tuvieron que alejarse para no hacerse daño.

—¡Mamá! —gritó Henry tendiendo los brazos hacia ella.

Fue lo que las hizo romper su mirada y Amelia cogió a su hijo en sus brazos, secando las últimas lágrimas que aún quedaban en sus rechonchas mejillas.

—Comenzó a inquietarse al no verte, así que lo traje hasta aquí.

Ante la mirada que le lanzó la morena, Luisita se dio cuenta de que la había tuteado, prefirió no decir nada y ver cómo reaccionaba ella.

—Has hecho bien —respondió Amelia sonriéndole.

Volvieron a sus asientos en silencio y Amelia se sentó con Henry en sus rodillas. Luisita se iba a sentar en frente cuando una mano sobre su brazo la retuvo.

—Cuando siente una gran pena, mi pequeño ratoncito se duerme siempre después, calmándose.

—No es verdad —gimió el pequeño bostezando, recobrándose de sus emociones.

Amelia la miró y le indicó que se sentara a su lado. Comenzó a acariciar la espalda de su hijo de una manera experta y eficaz. Rápidamente su cabeza comenzó a balancearse y parecía relajarse a cada caricia.

—Se te da bien calmarlo.

—Es el super poder "mamá". Conozco cada detalle de él, sé que cuando no logra dormir por culpa de una pesadilla hay que ponerlo boca abajo cuando empieza a tranquilizarse. Después hay que acariciarle su espalda desde abajo hacia la nuca lentamente cantando una canción, después cuando ya está totalmente calmado, hay que darle la vuelta dulcemente y cazar los monstruos.

—¿Cómo que cazar los monstruos?

Amelia dio la vuelta dulcemente al niño en sus brazos y deslizó su mano en su vientre.

—Acariciar en cruz diciendo "mamá está aquí, mamá cuida, mamá vigila, mamá protege, mamá te quiere y cuida tus sueños".

Ya a esas alturas, Henry estaba completamente dormido y la morena enarboló una sonrisa tierna y orgullosa a la vez.

—Y voilà —dijo girándose hacia Luisita.

La rubia la miraba con todo el amor que sentía, y ella debió leer algo en sus ojos porque Amelia perdió ligeramente su sonrisa y enrojeció colocando un mechón de cabello detrás de su oreja.

Luisita estaba confusa y sentía la necesidad de poner palabras a lo que había pasado.

—Hace un momento fue... ¿cómo decir?... Lo que pasó fue...

—Shhh —la interrumpió la morena poniendo sus dedos sobre sus labios.

Deslizó su mano por su mejilla y atrapó entre sus dedos un mechón de sus cabellos. Luisita se estremeció de la cabeza a los pies, electrificada por ese sencillo gesto.

6:22 Asiento 129Donde viven las historias. Descúbrelo ahora