Capítulo 8. No soy nadie para juzgarla.

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Día 12. Tren de las 06:22

Luisita había llegado antes de la hora esa mañana a la estación. Había pensado tanto en todo lo que le había revelado Amelia el día anterior que había dormido muy poco. Se preguntaba si no había ido demasiado lejos con sus palabras, si no había pasado los límites durante su conversación.

Veía a la morena infeliz y encerrada en un matrimonio que la hacía sufrir, pero ¿tenía ella razón de enviarla a aclarar la situación?

Luisita se encontraba dividida entre el deseo que tenía de proteger a esa mujer que había ocupado tan rápido un lugar en su vida, y el miedo de que sus palabras tuvieran un impacto muy grande en una familia que ella no conocía.

Perdida entre la culpabilidad de una esperanza que intentaba ahogar, la angustia de un giro de la situación en la que Amelia le reprocharía sus consejos y el miedo de haber actuado mal, se encontró que ya no podía dormir más a partir de las cuatro de la mañana.

Y en ese momento estaba sobre el andén de la estación, completamente petrificada ante la idea de volver a ver a la morena.

El tren llegó finalmente ante ella e inspiró profundamente para calmar los latidos de su corazón antes de subir. Apenas hubo entrado, vio a la joven sentada que parecía espiar su llegada, la vio rodarse hacia la ventana para dejar libre su sitio.

—Me senté ahí para limitar las posibilidades de que alguien se sentara a mi lado y usted tuviera que volver a hacer su número —dijo sonriendo.

—Buena idea —dijo con una ligera sonrisa nerviosa.

—¿Esta todo bien, Señorita Gómez?

—Sí y no.

—¿Desea hablar?

—Tengo miedo de no haber sabido estar en mi sitio durante nuestra conversación de ayer.

—¿Por qué?

—Porque yo no estoy en su pareja y... espero que en lo que dije usted no haya pensado que le estaba diciendo lo que tenía o no que hacer. Solo era mi opinión como una persona ajena, no estoy en su piel, no puedo imaginar lo que todo eso significa para usted. Así que desde mi sitio, efectivamente, soy de la opinión de que Lourdes no puede seguir así como así, que usted tiene derecho a la felicidad y una vida amorosa en la que sentirse realizada y no ser engañada. Sigo pensando que es posible que Henry presienta todo eso, solo que a través de sus ojos de niño. Según lo que usted me ha dicho, él no tiene una relación con ella, así que puede que en su corazón ella no sea su mamá. Pero todo esto no es sino una opinión personal, solo la conozco desde hace menos de quince días, incluso no debería permitirme decir esto. Ni siquiera tiene que escuchar mi opinión, y mucho menos hacer caso, yo...

—He hablado con mis padres de todo anoche —la interrumpió ella.

—Ah, bien... ¿Y qué les dijo?

—Les conté que quería reflexionar. Antes que nada querría decirle que le agradezco nuestra conversación de ayer. Me hizo bien tener una opinión ajena, me hizo darme cuenta de que me estoy estancando en una situación que me hace infeliz desde hace mucho tiempo. Sé que debo hacer algo, solo que no sé qué. Estoy perdida, porque estoy exponiendo una gran parte de mi vida y es aterrador. No se sienta culpable, hace mucho tiempo que mis padres me dicen mucho más de lo que usted me dijo. Sin embargo, el hecho de que usted sea una persona ajena me ha marcado.

—No quisiera que por mi culpa su...

—Señorita Gómez, no se preocupe, nuestra conversación solo me condujo a hablar con mis padres y fue algo bueno.

6:22 Asiento 129Donde viven las historias. Descúbrelo ahora