15

590 87 23
                                    

Todos,todas las personas me han querido, todos han sido buenos conmigo, ¡sólo tú, sólo tú me has olvidado, sólo tú no me reconociste nunca!

Mi hijo murió ayer, nuestro hijo...

Ahora ya no me queda nadie más que tú a quien querer. Pero, ¿quién eres tú para mí, tú que no me has conocido nunca, que pasas a mi lado como si pasaras junto a un riachuelo, que me pisas como a una piedra, que siempre sigues adelante y me dejas en la eterna espera?

Una vez pensé que a ti, al fugitivo, te retendría teniendo al niño. Pero fue tu hijo: se ha ido cruelmente, esta noche, de viaje, se ha olvidado de mí y no volverá más. Vuelvo a estar solo, más solo que nunca, no tengo nada, no me queda nada de ti. Ya no tengo ningún hijo, ni una palabra, ni una línea, ni un recuerdo.

Y si alguien pronunciara mi nombre ante ti, no le darías ninguna importancia, no te diría nada.¿Por qué no tendría que estar contento de morirme si para ti ya estoy muerto?¿Por qué no habría de irme si tú ya te has ido? No, querido, no te culpo, no quiero lamentos en tu alegre casa. No temas, no te molestaré más.

Discúlpame, tenía que dejar gritar a mi alma sólo una vez, en esta hora en la que mi hijo yace aquí,muerto y abandonado. Sólo he necesitado hablarte esta vez; después volveré a mi tenebrosidad, como siempre, mudo, tan mudo como siempre lo he sido a tu lado.Pero este grito no lo oirás mientras yo viva. Sólo cuando esté muerto recibirás este escrito de alguien que te ha querido más que ninguno y al que no has reconocido nunca, que siempre te ha esperado y al que no has convocado ninguna vez.

Quizá, quizá me llamarás luego y entonces te seré infiel por primera vez; entonces, cuando esté muerto, ya no te podré oír. No te dejo ninguna fotografía ni ninguna señal, del mismo modo que tu no me has dejado nada y nunca me reconocerás, nunca.

Era mi destino en la vida; que lo sea también en la muerte, pues. No quiero llamarte para que acudas en mi última hora, me voy sin que conozcas mi nombre ni mi cara. Muero fácilmente porque tú, desde lejos, no puedes sentirlo. Si te lamentaras por mi muerte, no podría hacerlo.Ya no puedo seguir escribiendo... me pesa tanto la cabeza... me duelen las articulaciones, tengo fiebre... creo que tendré que tumbarme enseguida.

Quizá todo acabe pronto, quizás el azar me será favorable por una vez y no tendré quever cómo se llevan al niño... No puedo escribir más. Adiós, querido, adiós y gracias... A pesar de todo, no ha estado tan mal que las cosas hayan ido de esta forma... te lo agradeceré hasta mi último suspiro.

Me siento bien: te lo he dicho todo, ahora sabes... no, ahora sólo puedes hacerte una idea de cómo te he llegado a querer y, aun así, no te queda ninguna carga de este amor. No me echarás de menos... eso me consuela, no cambiará nada de tu vida, tan bonita y luminosa...no te causo ningún daño con mi muerte...

¡oh, querido, esto me consuela!.Pero, ¿quién... quién te enviará ahora las rosas blancas por tu cumpleaños?, el jarrón estará vacío. Ese pequeño halo de mi vida que te llega una vez al año, eso también se irá.

Amor mío, escúchame, te lo suplico... es la primera y última cosa que te pido... hazlo por mí, cada cumpleaños, ese día en que uno siempre piensa en sí mismo, coge unas rosas y pon las en el jarrón. Hazlo,querido, hazlo así, igual que otros hacen que se cante una misa una vez al año para su ser querido. Yo ya no creo en Dios ni quiero ninguna misa, sólo creo en ti, sólo te quiero a ti y sólo quiero continuar viviendo dentro de ti...

Sólo un día al año, muy, muy silenciosamente, como siempre he vivido a tu lado... Te lo suplico, hazlo, querido... es la primera y última cosa que te pido... te lo agradezco... te quiero... te amo... adiós.

Él dejó caer la carta, las manos no dejaban de temblar. Entonces empezó a cavilar durante un buen rato. Recordaba vagamente a un niño vecino suyo, a un joven, a un chico que había encontrado en un local nocturno, pero era un recuerdo poco preciso y desdibujado, como una piedra que tiembla en el fondo del agua que corre y cuya forma no acaba de distinguirse.

Eran sombras que brotaban abundantemente, que iban y venían, pero no fue capaz de hacerse una imagen concreta. Recordaba ciertos sentimientos y, aun así, no conseguía reconstruir todo aquello. Era como si todas esas figuras hubiesen aparecido en un sueño, como si las hubiera soñado a menudo y profundamente, pero sólo como si las hubiese soñado.

Entonces su mirada se posó en el jarrón azul que tenía ante él, encima del escritorio. Estaba vacío, por primera vez desde hacía años estaba vacío en el día de su cumpleaños, y se asustó: fue como si, de repente, se hubiese abierto una puerta invisible y un golpe de aire frío hubiera penetrado desde el más allá en su tranquila habitación. Sintió a la muerte y sintió un amor inmortal: algo le atravesó el alma y pensó en aquel joven invisible, puro y apasionado como el recuerdo de una lejana melodía.

DESCONOCIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora