Veintitrés

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Capitulo 23:
 
Tan bonita que duele.
 
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Me contraigo debido a la fuerte risa que me tiene doblada a la mitad y hago un débil intento por aminorarla, sin embargo, se me hace imposible cuando volteo a ver a Hackett y tiene el ceño fruncido y los brazos cruzados.
 
Lexter y Alessandra se ríen también pero ellos parecen controlar los espasmos en su cuerpo, en cambio yo no lo consigo. O por lo menos no del todo.
 
— ¡Deja de reírte! —Hackett hace un puchero y yo inspiro hondo, calmándome—. Me vengare eh —me señala y sonrío aun riendo un poco.
 
—No te metas conmigo —me pongo en posición de ataque y sonríe—. Se defenderme.
 
—Y tiene quien la defienda —sale Lexter, haciendo rodar los ojos de todos.
 
—Y allí vas —le dice Aless, empujándolo un poco.
 
Mi hermano se encoje de hombros y se deja caer en el césped. Estamos en casa de Alessandra, según —lo dicho por Lexter a mi padre— “estudiando” para un importante examen.  Siento el brazo de Hackett rodeándome y me obliga a sentarme también, muy cerca de él.
 
—Así que te creías acróbata de pequeño —digo, al ver la extraña mirada de Lexter hacia nosotros y sus hombros tensos.
 
Alessandra suelta una carcajada —Tengo más videos, solo debo buscarlos.
 
— ¡No! —el castaño la mira horrorizado—. ¡Por Dios Alessandra! juro que me vengare y será mil veces peor.
 
Ella finge un puchero exagerado y me mira —Oye, controla a tu chico.
 
— ¿Yo? —Miro a mi hermano—. Lex, mejor tú contrólala a ella.
 
Y me tranquilizo cuando mi mellizo sonríe.
 
— ¿Quién dice que Lexter puede controlarme? —Refuta mi amiga—. Soy un alma indomable.
 
— ¿En serio? —le dice mi hermano, con una chispa de travesura centelleando en sus ojos.
 
Ella abre mucho los ojos y se levanta de un salto — ¡Eso no cuenta!
 
Lexter se ríe y también se levanta, por lo que Alessandra refunfuña no sé qué y se va hacia el interior de la casa, así que mi hermano decide perseguirla.
 
— ¿Qué fue eso? —me pregunta Hackett.
 
Le devuelvo la mirada igual de confundida y sonrío divertida —No tengo idea.
 
Se ríe y me acerca a su cuerpo, dejándose caer y llevándome con él. El cielo azul y las enormes nubes blancas aparecen en mi campo de visión cuando me acuesto junto a Hackett. Me transmite tanta paz que por un momento estoy deseando estar aquí —así— entre sus brazos, siempre.
 
—Oh, no te conté —volteo a verlo y él a mi—. Esta noche puede ser nuestra cita.
 
Me mira asombrado — ¿De veras?
 
—Sí.
 
Una enorme sonrisa le invade el rostro —Perfecto, ¿entonces paso por ti?
 
—Claro, ¿Cómo a qué hora debo estar lista?
 
Se levanta en una posición sentada y lo veo desde el césped. Palpa sus bolsillos y luego se levanta ofreciéndome su mano para ayudarme. La tomo y me sacudo el poco sucio que recogió mi pantalón.
 
Hackett me toma del rostro y me planta un beso —Debo hacer unas llamadas, pero antes de irte te diré a qué hora pasare por ti, ¿bien?
 
—De acuerdo.
 
— ¿Puedes ir a buscar a los chicos? Me quedare aquí un rato —saca el teléfono de su bolsillo y me lo enseña, capto inmediatamente.
 
—Sí, claro.
 
Asiente, me besa de nuevo y se aleja tecleando en su móvil.
 
Me doy la vuelta y entro a la enorme casa por la cocina. Decido servirme algo de agua, puesto que según Aless puedo servirme lo que sea con confianza. Por obvias razones no lo hare, no es como que fuera a prepararme algo de comer así como así, solo me siento cómoda tomando agua.
 
Ya con el vaso en las manos bebo un poco. No tengo idea de donde estarán los chicos, esta casa es inmensa. Le pregunté a mi amiga como hacían para limpiarla y me comento que dos veces por semana unas chicas encargadas del servicio venían muy temprano para eso y que había más empleados pero que a su madre no le gustaba que se quedaran por mucho tiempo. Según lo que me dijo Aless es una señora bastante desconfianza. También me comento que es una mujer muy ocupada, que se la pasa viajando y en el trabajo, por lo que Aless casi siempre está sola o en casa de Hackett.
 
Hackett y Alessandra son como hermanos, su padre es tío de mi amiga, era hermano del padre de Aless, quien murió por razones que no me ha dicho, así que la familia se volvió muy unida después de eso, más de lo que ya eran.
 
Al terminar de tomar agua me dedico a lavar el vaso y siento pasos acercarse, sonrío y me volteo pero las palabras se quedan en mi boca cuando una mujer imponente se detiene al verme y frunce el ceño.
 
Yo me quedo estática y ella igual, ambas detallándonos. Es muy alta, y o usa tacones o en serio es una mujer de gran estatura. Desde donde estoy solo soy capaz de ver la falda ajustada que usa, la blusa de botones y el cabello que cae salvajemente por sus hombros, es de un chocolate oscuro y sus facciones la hacen ver hermosa y delicada. De inmediato me recuerda a Alessandra y sé que es su madre.
 
— ¿Hola? —dice y yo sonrío tímida—. ¿Eres amiga de mi hija?
 
Asiento—Hola…—carraspeo buscando mi voz cuando me doy cuenta de lo bajo que he hablado —, ¡sí! soy amiga de Aless.
 
La señora me sonríe y recorre la cocina con la mirada, enarcando una ceja — ¿Dónde está ella? ¿Qué haces aquí sola?
 
—Bueno… —empiezo, no obstante, no logro terminar.
 
— ¡Mamá! —Aless abraza a su madre por detrás y ella sonríe y se voltea—. ¡No me dijiste que llegarías temprano! ¿Qué pasó con la perra de Theresa? ¡Oh, no me digas que le ganaste el proyecto!
 
Su madre suelta un chillido y contengo la risita cuando la veo dando saltitos.
 
— ¡Lo hice! Tu madre la tiburona se ha comido a ese débil pececito.
 
Alessandra chilla también — ¡Eso es tan genial! ¡Hay que… tenemos que…!
 
Ni siquiera logra hablar de la emoción palpable que la avasalla. Se escucha un carraspeo y solo así parece darse cuenta de algo.
 
—Oh, olvide que estabas aquí —mira a mi hermano que sonríe detrás de ella y luego me mira a mi—, que estaban aquí —corrige.
 
Su madre nos mira y sonríe — ¿Estos son tus nuevos amigos?
 
—Aja —Aless la guía hacia el interior de la cocina y le pide a Lexter que se una con un ademan—. Mira mamá, ellos son Leslie y Lexter, y son mellizos.
 
—Mucho gusto —le digo.
 
—Es un placer —Lexter le sonríe.
 
—Son adorables —nos dice detallándonos—. Sí, y parecen chicos agradables, siéntanse cómodos en mi casa —sonríe mas y luego mira a su hija—. Estaré en mi habitación, solo vine a buscar unas cosas y a darte la buena noticia.
 
—Te acompaño —se apresura a decir y luego nos mira—. ¿No les molesta quedarse solos verdad?
 
Ambos negamos pero su madre no parece contenta con la decisión de ninguno y sé que va a refutar pero la llegada de Hackett la hace sonreír radiante
 
—Hackett ¡no sabía que estabas aquí! —Se va hacia el castaño y lo abraza fuertemente, mi chico le devuelve el abrazo—. ¡No te he visto en meses!
 
Eso sí que me sorprende.
 
—Me alegra verte tía.
 
—Oh cielos, ¡y a mí! —su reloj de muñeca empieza a sonar y maldice—. Debo darme prisa, nos vemos luego cariño y gusto en conocerlos chicos.
 
Se apresura a la salida y Alessandra la sigue detrás. Yo sonrío divertida. Vale… me ha caído bien su madre, parece ser una persona bastante interesante, aunque se nota que con muy poco tiempo.
 
—Dulzura —Hackett se me acerca y toma mi mano—, pasare por ti a las nueve, ¿esa hora está bien para ti?
 
Voy a responder cuando Lexter se me adelanta.
 
—Tiene que ser más tarde —dice y me mira—, para que el plan funcione —explica.
 
— ¿El plan? —murmura el castaño, mirándome.
 
—Luego te explico — le digo y vuelvo la mirada a mi hermano—. ¿Entonces como a qué hora estaría bien?
 
—Once y media, mínimo.
 
Hackett asiente —Vale, Once y media entonces.
 
Los nervios me asaltan pero los reprimo con todas mis fuerzas. Ya basta de ser una masa temblorosa de miedos y angustias.
 
—Once y media —asiento hacia él y sonríe.
 
—Once y media.
 
(…)
 
Susana esta aquí en casa y como de costumbre, hace que el ambiente en mi hogar no sea tan hostil. Ella me alegra los días, de verdad que sí. Estoy tan agradecida de tenerla en mi vida, es una de las pocas personas que puedo considerar una luz en la oscuridad. Ella, Hackett y Alessandra, mi mellizo se está ganando formar parte de esa corta lista también.
 
Las clases de música han vuelto y con ello, la compañía de mi instructora. Mi padre no está en casa, los chicos tampoco, así que nos encontramos solas. Por lo que ella no desaprovecha eso para contarme el chisme más reciente —como ella le llama—.
 
—Te escribió ese chico —suena entusiasmada y me muestra su teléfono—. Jaeden, ¿recuerdas?
 
Mi corazón sufre un vuelco al escuchar su nombre. «Jaeden…» mi pecho se calienta sin poder evitarlo, y es que él para mí significa mucho. Jamás podría olvidarlo, no cuando fue el primer chico que mostró tener un autentico interés por mí, el primer chico que me hizo sentir esas famosas mariposas en el estomago. Mi primer beso, mis primeras fantasías adolescentes fueron sobre él.
 
No es Hackett, que pone a temblar mi mundo, pero sin duda alguna Jaeden siempre ocupara un lugar especial en mi vida y un cariño que solo a él le pertenece.
 
Observo la pantalla donde sale su usuario de Instagram y un mensaje. Dice que quiere hablar conmigo, que tiene muchas cosas que contarme. También que me extraña y que me envía un abrazo desde la distancia.
 
Sonrío — ¿Puedo responderle?
 
— ¡Claro que sí boba!
 
Me emociono y entonces tecleo en la pantalla.
 
«Hola! disculpa la demora, sabes q para mi resulta difícil el comunicarme, sobre todo por una red social.
 
También t he extrañado Jaeden
 
 Y hay cosas q han pasado, muchas cosas!
 
Quisiera contártelo todo:((»
 
Cuando estoy escribiendo el otro mensaje uno nuevo aparece en la pantalla.
 
«Cielos Leslie, creí que nunca me responderías. Me alegra saber de ti.»
 
Termino de escribir el mensaje y lo envió.
 
«Cuéntame cómo has estado, cuéntame todo»
 
Un emoji riendo aparece y luego otro mensaje.
 
«Vale, te contare todo linda.
 
Pero primero, dime una cosa, tu estas bien?»
 
Tecleo rápidamente y no le pongo atención a Susana quien se levanta para sabrá Dios qué.
 
«Estoy muy bien, gracias por preocuparte
 
Ahora, cuéntame tú
 
Mira que no tenemos mucho tiempo, no tanto como me gustaría»
 
Empiezo a mover la pierna esperando una respuesta y cuando llega leo sin perder el tiempo.
 
«Hagamos una cosa
 
Qué te parece si nos vemos?
 
Voy a Filadelfia mañana
 
Crees que se pueda?»
 
Mi corazón da un vuelco por segunda vez en el día y no respondo de inmediato. ¿Ver a Jaeden nuevamente? Sinceramente, me gustaría muchísimo hacerlo.
 
«De acuerdo, me encantaría verte»
 
Sonrío con su pronta respuesta.
 
«JOOOODERRR! Genial!
 
Imagina esto: yo bailando con el teléfono en la mano y una sonrisa en el rostro»
 
Suelto una carcajada y Susana se acerca a mí. Me detalla con una sonrisa.
 
—Pareces feliz —me lanza una mirada picara y la empujo.
 
—En realidad, si lo estoy sabes.
 
Pienso en mi cita con Hackett, en mi reencuentro con Jaeden y en mí mejorada relación con Lexter y sonrío aun más.
 
—Lo estoy —vuelvo a decir, más para mí que para ella.
 
(…)
 
Estoy sumamente nerviosa, más de lo que me gustaría admitir. Y eso me obliga a inspirar hondo cada que puedo intentando aminorar los nervios. ¡Estúpido corazón solo es una cita!
 
Una cita, y una escapada querida Leslie, que no se te olvide.
 
Creo que eso es lo que más miedo me provoca. Escapar. Es decir, ya lo hice una vez… aquella vez cuando mi padre me golpeó y rompió la parte interna de mis mejillas, y las consecuencias fueron un castigo, no hubo más golpes pero…
 
Pero ya habías hecho algo grave y se enfocaron más en el beso que en tu huida de casa.
 
Dios mío, no es normal tener tanto miedo, ni tantos nervios. No quiero que me descubran, ni que mi padre tome represalias. Me da miedo que una de mis pesadillas se haga real, la más cruel es esa donde me envían a un internado en Ucrania y nunca vuelvo a saber de mi familia, ni del mundo.
 
Me estremezco de miedo y sacudo la cabeza alejando esos tortuosos pensamientos. Vuelvo a tomar una inspiración honda y me voy directo al baño. Son las diez y algo, ya todos están en sus habitaciones porque somos de dormir temprano, así que no me preocupo porque alguien entre. De todas formas, le envío un mensaje a Lexter donde le pregunto si todo está en orden, me responde pronto afirmándome que no hay problemas por ahora.
 
Así que llenándome de optimismo me dedico a mí y a verme bien para mi cita. Quiero estar bonita, quiero sentirme preciosa esta noche, para mí y para Hackett. No soy de esas chicas que se arreglan mucho; sin embargo, esta noche quiero deslumbrar.
 
Me doy una ducha larga, lavo mi cabello y me depilo lo necesario. Al terminar casi media hora después, mi piel esta suave, huelo muy bien y me siento segura de mi aspecto, sé que con la ropa que usare, estaré perfecta.
 
Al ingresar a la habitación me doy prisa porque ya se me agota el tiempo. Me seco el cabello, me pongo ropa interior ─sin sujetador, ordenes de mi amiga la demente─ y me acerco al armario. Alessandra al enterarse de mi cita me exigió que usara un atuendo que según ella, me quedaría de infarto. Detallo el pantalón y la camisa transparente que ella misma me obligó a traer a casa. Es su ropa, e insistió en que podía quedármela, no obstante, le deje saber que mi decisión era un rotundo no. Se la devolveré lo antes posible, luego de mi cita.
 
Tomo las prendas y empiezo a vestirme. El pantalón es bastante ajustado y tiene un diseño muy bonito. Al colocarme la blusa, me siento algo expuesta pues la tela deja ver mi piel, y lo único que no permite que mis chichis queden al aire, es una especie de top muy bonito, ajusta mis pequeños senos dejándolos firmes. Viene con la prenda y la verdad lo agradezco mucho.
 
Al mirarme al espejo me gusta lo que veo y sonrío. Alcanzo mis zapatos y me los coloco rápidamente, son unas botas negras que la verdad, me fascinan y según yo, me quedan muy bien junto con lo que tengo puesto. Me dirijo a mi tocador y empiezo a aplacar mi cabello, no es tarea difícil porque es bastante manejable, solo coloco un poco de crema e intento hacerle algunas ondas.
 
El maquillaje es nulo, ya que no tengo nada de eso, ni siquiera un labial. Solo coloco bálsamo y un poco de brillo ─que obtuve como llavero al comprar una cartuchera─ en mis labios y ya.
 
Mi teléfono vibra constantemente y desactivo la alarma que me dice que ya es hora. Voy hasta la puerta y la abro encontrando a Lexter al frente, ingresa y cierra la misma de forma veloz. Me mira por largos segundos y luego se va a la ventana con el móvil en mano.
 
—Te ayudare a bajar, y esperare aquí en tu habitación a que regreses —me dice y asiento—. Si alguien viene a verificar si estás aquí, verán mi cuerpo y pensaran que eres tú.
 
—Muchas gracias por esto.
 
Le resta importación y teclea en su móvil.
 
—Hackett ya está en el lugar.
 
Mis nervios afloran y esta vez no hago nada para detenerlos porque sé que será en vano.
 
Lexter saca de debajo de mi cama una cuerda hecha de sabanas y la ajusta al espaldar de la misma, se asegura de que resista mi peso y me ayuda cuando ya estoy en la ventana. Antes de que pueda si quiera empezar a bajar, me abraza y eso me toma por sorpresa, por lo que tardo en corresponder a su gesto.
 
—Ten cuidado, y llámame si ocurre algo.
 
—Lo hare —le digo al separarme.
 
Vuelve a sujetarme del brazo —En serio Leslie —dice, serio—, si él llega a hacer algo que no te guste o pase algo que te incomode, solo tienes que llamarme, ¿okey?
 
—Estaré bien —le sonrío, intentando tranquilizarlo—. Prometo que me mantendré en contacto, y si pasa algo, te llamare.
 
Asiente —Bien.
 
Me dispongo a bajar y cuando toco el piso, miro arriba. Lexter me muestra el pulgar y yo hago lo mismo antes de empezar a caminar lejos de casa. No pasa mucho cuando llego al auto de Hackett, ya que se había estacionado a unas casas de la mía, y me subo al asiento del copiloto aun con el corazón latiéndome muy rápido. Arranca sin más, alejándonos de lo que supone es mi hogar.
 
Cuando ya estamos lo suficientemente lejos, me atrevo a romper el silencio.
 
—Hola —lo saludo, acomodándome en el asiento para mirarlo.
 
Me sonríe y mira brevemente hacia mí antes de volver la vista a las calles.
 
—Hola dulzura.
 
— ¿A dónde vamos?
 
—Ya lo veras.
 
Decido observar las calles por lo que parece una eternidad y mis nervios van aminorando mientras nos movemos entre los autos y las luces pasan de forma difusa a toda velocidad. Le escribo a Lexter para que esta tranquilo y cuando me responde guardo el móvil en el bolsillo de mi jeans.
 
De pronto el auto aminora la velocidad y entra a un estacionamiento subterráneo. Mi ceño se frunce pero decido mantenerme callada. Hackett aparca y apaga el motor, me mira y me guiña un ojo.
 
—Vamos, te gustará lo que voy a mostrarte.
 
Salgo del auto junto a él y entrelaza nuestras manos, guiando nuestro camino. Subimos a un ascensor y marca el numero de un piso. Me entra la curiosidad pero mantengo las preguntas a raya porque sé que no va a responderme.
 
Cuando las puertas se abren, me guía hacia otra puerta y saca unas llaves, entonces ingresamos a un departamento. O mejor dicho a EL departamento. Porque ¡tomates y zanahorias!, el lugar es increíble.
 
La amplia sala me recibe y veo desde aquí una cocina y un pasillo. Los muebles del lugar lucen caros y modernos, la decoración esta de lujo, las paredes bien pintadas y cuadros elegantes las adornan. Junto a mi hay un perchero, y camino despacio acercándome a la pared donde observo retratos.
 
Hay personas en las fotos, la primera que veo es de una chica y sonrío cuando me percato de que esta enseñándole su dedo del medio a la cámara y tiene el semblante serio, como si le irritara algo. «Seguro no quería tomarse la foto».
 
Poso los ojos en el cuadro que está a su lado y esta vez hay dos personas, un chico y una chica. El atractivo hombre de rostro cincelado y atractivo varonil la tiene entre sus brazos mientras ella sonríe intentando escapar, vuelvo mi atención a la foto anterior y me doy cuenta que es la misma chica pero esta vez esta sonriendo. Los detallo mejor y descubro que ambos son muy atractivos.
 
— ¿Quiénes son ellos? ¿Qué hacemos aquí? —le pregunto a Hackett quien ya ha encendido las luces y está al otro lado de la sala.
 
—Ven aquí, te explicare.
 
Me llama y me acerco a él tomando la mano que me ofrece. Cruzamos la puerta de la cocina y es completamente hermosa, sin embargo no logro detallarla del todo porque Hackett me guía al fondo donde hay unas puertas corredizas y me sorprende la vista que encuentro del otro lado.
 
— ¿Te gusta?
 
—Es hermoso —respondo, detallando la terraza que se cierne frente a nosotros—. La vista es… increíble.
 
—Sabía que te gustaría.
 
— ¿Pero dónde estamos?
 
Observo la terraza que está bien equipada, tiene incluso una parrilla para asar carne. Hackett toma asiento en uno de los muebles y me pide que también lo haga, no me quejo al dejarme caer en el mullido y cómodo sofá junto a él.
 
—Es de un amigo de papá, no viene tan seguido porque ya tiene una casa con sus hijos, pero no quiere tocar nada de lo que hay aquí porque dice que le recuerda cuando era novio de su esposa. Así que de vez en cuando vengo a cuidarlo.
 
— ¿Tu lo cuidas?
 
—Cuando están de viaje o no tienen quien más lo haga, sí —observa el cielo, el techo es de vidrio por lo que puede verse claramente—. Como ahora, que están en una boda con toda la familia.
 
—Es un muy bonito apartamento.
 
—Sí, y esta terraza es increíble, por eso quise traerte.
 
—Me gusta mucho.
 
Me sonríe y me acerca más a su cuerpo.
 
—Me alegra que te guste, podemos hacer lo que quieras, pedir comida o ver una película, o simplemente… mirar el cielo.
 
—Me gusta la tranquilidad que me transmites siempre, la paz que siento cuando estoy contigo —le confieso absorta en las estrechas que deslumbran en el cielo.
 
Se queda callado pero siento su mirada encima, no volteo a verlo sin embargo. Solo me permito disfrutar de este momento y de la hermosa vista. Me acurruco junto a Hackett quien me abraza. El silencio es cómodo y no hago nada para romperlo.
 
De pronto, siento las caricias de Hackett en mi brazo, son apenas un roce y me relajan por completo.
 
— ¿Crees que algún día pueda ser como ellas?
 
Lo miro y me devuelve la mirada, confuso — ¿Cómo quienes?
 
—Como las estrellas —las observo, sintiéndome en paz al mirarlas—. Libres, brillando con su propia luz. Lejos de la contaminación o cualquier cosa que pueda hacerles daño.
 
—Tú ya brillas con tu propia luz, dulzura.
 
Me quedo callada por unos segundos para luego levantarme y acercarme al borde de la terraza. Me apoyo en las barandas y observo la vista embobada. Siempre he sido fanática de las estrellas, de los atardeceres, de simplemente mirar hacia allá arriba y contemplar lo hermoso que es el cielo.
 
Siento como Hackett se acerca a mí y se posiciona a mi lado.
 
—Sé que algún día podré brillar como ellas. Con una luz que deslumbra, fuerte y alucinante.
 
—Puedes lograr lo que te propongas Leslie, y sé que lo harás.
 
Sigo observándolas, sopesando miles de escenarios y esta vez, no fatalistas. Me imagino allá afuera, en el mundo, viviendo. Siendo feliz, con caídas y errores pero también aciertos y logros. Imagino a una Leslie siendo normal, teniendo amigos, una vida, sin el peso de hacer algo que se supone es erróneo cuando no es así, sin las preocupaciones de ser descubierta y castigada solo por ser yo misma y por el simple hecho de vivir.
 
Eres tan preciosa —escucho, de pronto.
 
Volteo a ver a Hackett quien me observa fijamente y, de pronto, el calor inunda mis mejillas.
 
—No lo soy —murmuro, pero no porque no lo crea. Lo hago porque quiero volver a escuchar como lo dice.
 
—Si lo eres, eres jodidamente preciosa. La niña más bonita que he visto alguna vez.
 
Sonrío y se me caliente el pecho, mi corazón se agita con sentimientos cálidos y dulces, justo como siempre es él.
 
— ¿Qué tan bonita? —me atrevo a preguntar y una gran sonrisa aparece en su rostro.
 
Se acerca acortando la distancia y la diferencia de tamaño me hace levantar la cara para poder verlo a los ojos.
 
Muy bonita—me toma el rostro detallándome—. Tan bonita, que duele —mi ceño se frunce levemente y continúa—. Duele porque controlar los impulsos cuando te tengo cerca no es fácil, duele porque no poder gritarle al mundo que una chica tan preciosa se ha fijado en mí se me dificulta. Duele, porque el tener tu mirada fija en la mía y tus labios a escasos centímetros se convierte en una tortura cuando no puedo besarte.
 
—Sí puedes besarme —le digo, relamiendo mis labios.
 
Observa el movimiento y asiente —Sí, pero solo cuando estamos solos.
 
Mis manos se van a su cuello y me alzo en mis puntillas cuando me aprieta contra él, acortando mucho más la distancia, aun con una de sus manos en mi rostro.
 
—Y yo quiero besarte todo el tiempo, sin importarme quien este viendo.
 
Nuestras frentes se unen y una punzada de culpa me atenaza el pecho.
 
—Lo siento —susurro, de pronto.
 
Me acaricia la mejilla —No lo sientas, no tienes que disculparte por nada.
 
—Pero…
 
No me deja hablar porque sella sus labios con los míos y cierro los ojos. El contacto no dura mucho porque se aparta.
 
Tan bonita que duele.
 
Susurra y me besa nuevamente.

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