Treinta y dos

51 6 0
                                        

Capitulo 32:
 
De acuerdo, entonces después de todo si quedé sorprendida.
 
Ah, qué bonito es recibir este tipo de sorpresas.
 
¡Que sigan viniendo!
 
---
 
Esto es una locura. Una. Enorme. Locura.
 
Cuando Lexter hace días me habló de una sorpresa, nunca creí que fuera… así.
 
Bueno, luego de volver a la autopista para regresar a casa por el viaje en vano que realizamos, nos detuvimos un momento porque Lexter quería una foto en un nuevo mural que un artista callejero al que sigue, pintó, según él, le debía una foto a sus fans de Instagram.
 
Así que tardamos un poco más de lo previsto en llegar a la mansión Stringer. Pero al llegar todo se sentía extraño. Yo tenía muchísima ansiedad y nervios. Que todo el lugar estuviera en un silencio alarmante, no era normal. Y aun sabiendo de la sorpresa, no pude evitar sentirme inquieta.
 
—Relájate, actúa sorprendida y luego sonríe —eso había dicho Lexter al salir del auto junto a mí.
 
Al estar frente a la puerta, saqué mis llaves y empecé a abrir con dedos temblorosos. Cuando entramos, todo tenía un aire tenso, estaba oscuro y solo inundado con el sonido de nuestros pasos. Cuando me dispuse a colocar el código de seguridad, para evitar alarmas, sucedió:
 
— ¡Sorpresa!
 
Una gigantesca cantidad de personas saltó de todos lados, soltando felicitaciones, sonriendo y festejando. «¿Qué carajos?» pensé, al ver a tantas personas.
 
Ni siquiera me sorprendió saber que habría gente aquí, lo que me dejó aturdida fue la cantidad. De entre todos ellos, los primeros en acercarse fueron mis amigos. Alessandra corrió hacia nosotros con una sonrisa gigante en sus labios, y extendió los brazos casi gritando:
 
— ¡Sorpre…! —luego se detuvo, miro al techo con un ceño fruncido a profundidad y volvió su mirada a nosotros, hizo una mueca irritada—. ¡Mierda! Olvidé los globos —se enfurruñó y por un segundo pensé que iba a llorar allí mismo.
 
Lexter la tacleó con un abrazo que le borró el gesto, otra vez, allí estaba una gran sonrisa. Él empezó a murmurarle cosas mientras ella le sonreía y batía las pestañas y dejé de mirar cuando sus rostros se acercaron. Uhg no.
 
Recibí abrazos de muchas personas, no conocía a la mayoría pero era agradable recibir sonrisas, regalos y felicitaciones. Así que no le di mucha importancia. Aunque al pasar los minutos, me vi desesperada porque aunque todas esas personas resultaron ser geniales, no eran él. No eran Hackett, y mis ojos no dejaban de buscarle.
 
Danilo, Agustín y Alexis, junto a un Thom muy bien arreglado me felicitaron. Los dos rubios fueron muy efusivos, Thom los regañó por su abrazo apretado alegando que me iban a exprimir y Danilo se burló cuando ellos le obedecieron alejándose.
 
— ¿Dónde está Hackett? —terminé preguntando.
 
Ellos se encogieron de hombros.
 
No lo sabían. ¿Cómo no podían saberlo? Estaba aquí cuando Lexter y yo nos habíamos marchado. Y hablando del susodicho, fui directo hacia él porque su acompañante sí podía darme respuestas.
 
Me planté frente a ellos.
 
—Lamento molestarlos —reprimí una mueca al ver como Lexter le apretaba una teta—. Y en serio lo lamento —enfaticé—; pero ¿Dónde dejaste a Hackett?
 
Aless miro a ambos lados y también encogió sus hombros —No lo sé.
 
— ¿Cómo…?
 
— ¡Pero! —me interrumpió—. Hay algo que sé que te gustará y tienes que ver.
 
Me tomó de la mano y empezó a arrastrarme lejos. Protesté y pedí que me soltara para llamar a su primo, ella solo me ignoró. Enfurecí y en serio contemplé la idea de golpearla, no entendía que quería ver a su primo, no lo que según ella me iba a gustar, empezó a decir que era algo genial, que ni un millón de pie francés me gustaría tanto.
 
Y cuando me decidí por fin a detenerla y empujar su agarre lejos de mí, atravesamos las puertas del jardín. Lo que me deja justo aquí, justo ahora. Donde soy una Leslie inmóvil, junto a una Aless que tiene una gran sonrisa, me empuja unos pasos y creo que murmura un: ve, pero no estoy segura del todo, antes de escuchar las puertas cerrarse.
 
—No puede ser —susurro, atónita con la vista frente a mí.
 
La persona a unos metros sonríe y gravito hacia él como si mi vida dependiera de ello. Camino hacia donde se encuentra Hackett y cuando su sonrisa, su vibra, su energía y todo él me consume, no puedo detener la felicidad que rompe en mi pecho, exteriorizándola en una sonrisa.
 
—Hola dulzura.
 
—Hola —respondo, cuando estoy frente a él.
 
—Feliz decimoctavo cumpleaños.
 
Me extiende el enorme ramo de rosas que tiene en la mano y lo tomo, junto al globo transparente que brilla y es hermoso. Todo es muy, muy hermoso. Él más que los obsequios, luce como alguien irreal. Como una fantasía. La mejor fantasía hecha realidad.
 
—Gracias —me tiemblan los labios.
 
Me reprendo a mí misma, ¡no puedo llorar justo ahora!
 
Hackett se inclina un poco hacia mí para quedar a mi altura y da un pequeño beso a mi nariz.
 
— ¿Lista para la verdadera sorpresa?
 
Su pregunta me toma con la guardia baja y mi ceño se frunce — ¿Qué…?
 
Antes de que si quiera pueda preguntar, me da la vuelta y quedo contra su pecho, mi vista enfoca la parte lateral de la mansión, la puerta por donde acabo de salir y mis ojos y boca se abren. No de forma exagerada, solo se abren de impresión por lo que mis ojos contemplan.
 
—Mi er da.
 
Hackett se ríe y su pecho, pegado a mi espalda, vibra. Se acerca a mi oreja, susurrando:
 
— ¿Eso es un sí?
 
Su voz suave y aliento caliente, me produce escalofríos, pero yo solo puedo observar. Detallar como la parte lateral de su casa, la pared exactamente, está decorada con luces preciosas de navidad. Blancas y brillantes. Solo que eso no es lo que me tiene aquí, con mis latidos acelerados, elefantes en el estomago y corazones en los ojos. Es la manera en que las luces forman letras. Letras que forman palabras, que a su vez forman una oración. Una pregunta, específicamente.
 
— ¿Entonces dulzura, quieres ser mi novia?
 
Me doy la vuelta y sin importarme tener una mano ocupada, me lanzo encima de Hackett, que afortunadamente me logra sostener y equilibrarse antes de caer al suelo.
 
— ¡Sí!
 
Empiezo a besar todo su rostro y su carita se ilumina de felicidad, una risa lo asalta cuando no dejo de atacarlo con besos.
 
— ¡Sí, sí y sí! —repito, aferrándome a él.
 
— ¿Sabes qué significa eso?
 
Detengo mi asalto y lo observo, estoy muy cerca y creo que quiero que sea así siempre. No quiero estar distanciada de él nunca más. Hackett me aprieta un poco más de la cintura, pegándome a él aun más, si es que es posible. Una sonrisa surca sus deliciosos labios, que justo ahora quiero besar.
 
— ¿Qué?
 
—Que ya puedo decir las palabras.
 
Su respuesta me tiene ceñuda — ¿Qué qui…?
 
—Te amo.
 
Mi boca que estaba ligeramente abierta porque estaba haciéndole una pregunta que interrumpió, se abre un poco más y lo miro, pensando en que seguro acabo de imaginar que ha dicho las dos palabras que me ha dado miedo decirle. Debo estar en un sueño, debo…
 
—Te amo con cada parte de mí, te amo con locura Leslie y jamás he estado tan orgulloso de algo, hasta que descubrí que estoy enamorado de ti.
 
Este es el mejor sueño de mi vida. No me despierten jamás.
 
¡No estás soñando tonta! ¡Reacciona!
 
Estiro mi mano hacia el rostro de Hackett y le pellizco la mejilla. Él hace una mueca.
 
—Auch, ¿eso por qué fue?
 
—Mi er da —creo que podría desmayarme ahora mismo—. Eres real.
 
Hackett empieza a reírse de mí, y salgo de mi estupor. Debo parecer una completa idiota, ¡qué vergüenza!
 
—Yo… yo…
 
Soy obligada a callarse cuando sus labios cubren los míos. Jadeo sorprendida y su lengua rápidamente busca mi boca. ¿Recuerdan lo de desmayarme? Corrijo eso, podría derretirme ahora mismo.
 
El beso con Hackett me roba el aliento y me aferro a él siguiéndole el ritmo. Mi mano se cuela por su cabello suave, acariciando su nuca en el proceso y mis piernas tiemblan cuando me aprieta  contra él mordisqueando mi labio inferior.
 
Oh dioses de las legumbres, quiero vivir en este momento de mi vida para siempre. ¿Puedo hacer un bucle de esto? Por favor, alguien que me diga que sí.
 
Cuando se separa de mi, une su frente con la mía. No quiero abrir los ojos, si lo hago tal vez desaparezca.
 
—Te amo mi pequeño pedacito de azúcar —susurra, muy quedito, cerquita de mi—. Te amo dulzura, te amo.
 
Abro los ojos lentamente y no desaparece. ¡No desaparece!, es real. Es jodidamente real y… es mi novio ¡y ha dicho que me ama!
 
—Te amo —suelto, sintiendo las palabras liberadoras, y en medio de una fuerza envalentonada que no sé de donde proviene, prosigo—: Te amo tanto Hackett, te amo como nunca he amado a nadie y amo que seas tú de quien estoy enamorada.
 
Una sonrisa me responde, antes de que me envuelva en un abrazo y esconda su rostro en mi cuello. Inhalo su exquisito aroma, queriendo fundirme entre sus brazos.
 
—Soy afortunado de tenerte Leslie.
 
—Y yo de tenerte a ti Hackett.
 
Me aprieta un poco más contra él, y quiero llorar otra vez. ¡Debo dejar de ser tan sentimental! No puedo estar llorando a cada nada.
 
— ¡Vivan los novios!
 
Nos separamos y volteamos, encontrando a todos en la entrada de la puerta que da al jardín.
 
— ¡Y esta vez, son novios!
 
— ¡Vayan a consumir el noviazgo!
 
Lexter golpea a Alex en la nuca, quien se queja.
 
— ¡Bueno, bueno… mejor no! —se cruza de brazos y Agustín a su lado sonríe.
 
— ¡Por lo menos un beso!
 
— ¡No! —la voz infantil de Thomas irrumpe—. ¡No besos! ¡Guacala!
 
Todos ríen y Hackett toma mi mano libre para ir con ellos. Oh tomates sagrados, tengo novio.
 
(…)
 
Estoy ebria.
 
Sí, y ni siquiera sé como eso sucedió. Es decir, estaba eufórica por la propuesta de Hackett, por convertirme en su novia y su declaración de amor. Luego, estaba feliz bailando con mis amigos y mi pequeño hermano. En algún momento de la noche James apareció, nos felicitó a mí y a Lexter, y se llevó a Thom.
 
Recuerdo después unirme al montón de personas celebrando. Comí mucho pie y luego empezaron a repartir bebidas. No ingerí alcohol, solo Coca-Cola y luego, cuando se acabó, una especie de té frio de limón. O algo así dijo que era Aless.
 
Entonces no entiendo, como es que estoy ebria.
 
Solo sé que lo estoy, que mi cuerpo tiene mucho calor y que amo bailar. No he dejado de bailar por lo que parece una eternidad y estoy feliz por ello. Estoy feliz porque Aless baila conmigo, porque los chicos nos hacen barra y Lexter y Hackett intentan separarnos alegando que debemos bailar pero con ellos.
 
Ella se ríe —Perdedores, ¡chicas al poder!
 
Sí, también esta ebria. ¿Cómo es que estamos ebrias?
 
— ¡Chicas al poder! —repito, meneando las caderas y dando una vuelta junto a ella.
 
—Joder, joder — escucho a… ¿Alexis?—. Castañas ardientes y borrachas a la vista.
 
— ¡Oye! —Aless le saca el dedo medio—. No estamos borrachas.
 
—Sí —sonrío—. Solo felices.
 
— ¡Solo felices! —le grita Aless, observa detrás de mí, así que creo debe estar allí. El hecho es que no me importa mucho. Todo lo que quiero es bailar con ella por mucho más tiempo.
 
— ¡Son la hostia de increíbles! —alguien grita a mi derecha y no tengo idea de quién es.
 
Escucho un ruido sordo cerca, luego murmullos altos, pero yo estoy más concentrada en como mi ropa esta empapada de sudor.
 
—Hace tanto calor —me quejo.
 
— ¡Lo sé!
 
—Deberíamos ir afuera.
 
— ¡Gran idea!
 
Aless me toma de la mano, y nos tambaleamos a no sé dónde. Supongo que afuera. Tropezamos con personas, que nos sonríen y lanzan gritos eufóricos. Creo que no somos las únicas ebrias aquí. Un chico coloca una mano en mi hombro.
 
— ¡Eres la cumpleañera!
 
— ¡Si!
 
—Estás hermosa, ¿bailas conmigo?
 
Aless me jala con insistencia —Leslie, afuera… afuera, afuera —me hace señales y asiento infinitamente. O así lo veo.
 
— ¡Luego!—le sonrío—. Hay dos tú, pero puedo bailar con ambos.
 
Él ríe y asiente mientras me alejo — ¡Esperaré!
 
Intento enfocarlo mejor, pero sigo viendo dos manchas borrosas con forma de chico. Así que me rindo y sigo a Aless. Pronto la brisa nocturna nos golpea y me mareo. Tanto, que me sostengo de mi amiga.
 
Mala idea.
 
Las dos caemos en el césped. Yo arriba de ella por apoyarme en su costado, se queja, yo rio y luego ambas estamos riendo a carcajadas.
 
—Estás ebria —la acuso y resopla y luego ríe.
 
— Nop.
 
—Sip.
 
Hace una mueca —Uhg, tengo ganas de hacer pis.
 
—Vayamos.
 
— ¿A dónde?
 
Me rio y ella se me une pronto.
 
— ¿Qué es eso allá? —señalo la pared llena de luces.
 
— ¡Es tu sorpresa tonta! —intenta levantarse y se cae—. Demonios, tendré que gatear hasta el baño.
 
Me rio de su cara enfurruñada —Estas ebria.
 
—Que no-o.
 
Hace énfasis en la segunda «o».
 
—Que si-i.
 
Imito lo que hizo y me saca el dedo medio, yo también lo hago. No pasa mucho ando ambas volvemos a reír como locas.
 
—Esas luces me hacen doler la cabeza —se queja—. Vamos a gatear lejos de aquí.
 
Observo las luces, todo se ve difuso y doble pero sí, dan dolor de cabeza. Aun así las amo.
 
—Me gustan mis luces, Hackett lo hizo para mí —sonrío—. Es mi novio, y es muy guapo y atento. Estoy enamorada de él, no le digas a mi hermano que lo admití o se burlaría de mí siempre. Pero tú no conoces a mi hermano, así que está bien que hable de esto contigo.
 
—Conozco a tu hermano —Alessandra ríe—. Y tengo algo para ti.
 
La veo con ojos entrecerrados — ¿Qué?
 
—Él está enamorado de mí.
 
— ¿En serio? ¿Cómo sabes eso?
 
—Me lo dijo.
 
—Oh, ¡puedo burlarme de él!
 
Me le lanzo encima dándole un abrazo y todo mi mundo da vueltas. Reímos y luego maldice.
 
—Me hare en los pantalones, y también creo que vomitaré —la miro y luce espantada—. Si eso ocurre guárdame el secreto.
 
—También guárdame un secreto.
 
—Lo que sea —asiente y luego me golpea el brazo—. Me estas golpeando una costilla, auch.
 
Lo quito y nuevamente, me siento en el césped. Ella sigue acostada.
 
—No le digas a mi padre que me he emborrachado. Me matará, creo que me quiere muerta así que será un motivo más.
 
— ¡Ese bastardo! —Aless intenta levantarse, le cuesta pero se sienta—. ¡Le pateare las bolas!
 
—Ahora quiero hacer pis —me quejo, sintiendo la repentina necesidad.
 
Aless se queja — ¡También yo!
 
—Vamos, intentemos levantarnos —le digo y asiente muchas veces.
 
Eso hacemos, temblorosas y descoordinadas, buscamos la manera de llegar arriba. Solo que, como ebrias tontas, fallamos monumentalmente. Y reímos monumentalmente.
 
—Oh no —esa voz.
 
Conozco esa voz. Solo que no puedo reconocerla del todo. Sé que es de alguien a quien conozco bien, pero no consigo unir todos los hilos en mi cabeza.
 
—Te lo dije, están muy ebrias.
 
Y esa otra voz, también la conozco.
 
—Llevémoslas adentro.
 
Dos sombras se ciernes frente a Aless y a mí, y observo embelesada a la persona que se arrodilla frente a mí.
 
— ¿Eres un ángel? —mi pregunta lo hace reír—. ¿Llegue al cielo? ¿Papá logró asesinarme con sus reglas?
 
—Tal vez, no y no —contesta y me toma en sus brazos.
 
Todo me da vueltas y las nauseas me invaden, pero pongo una mano en mi boca e intento contenerlas. Lo consigo. ¡Sí, lo logré!
 
Me rio eufórica y luego me detengo, no quiero tentar mi suerte.
 
El ángel me lleva en sus brazos a no sé dónde. No presto atención a eso, en cambio, me concentro en su calor, su delicioso olor y su toque protector.
 
—Eres un ángel, así deben oler ellos.
 
— ¿Cómo?
 
—Delicioso.
 
Su pecho vibra y el sonido es magnífico.
 
—Hasta ríes como un ángel. Eres uno, sí. No tengo dudas.
 
—De acuerdo, soy un ángel.
 
Lo admite y jadeo sorprendida. Oh, ¡jitomates celestiales! ¡Es un ángel!
 
De pronto, se detiene y abandono sus brazos. Una superficie blanda me acoge; sin embargo, lo prefiero a él.
 
—Ángel no te vayas —murmuro, estirando una mano hacia él.
 
—No lo haré, solo buscaré algo y luego regresaré.
 
—No, no me dejes sola —de pronto la idea me aterra, no sé donde estoy ¿y si papá viene?—. Mi padre vendrá por mí y va a castigarme por divertirme.
 
Siento su peso en la cama, no es que tenga una buena visión ya que solo veo muchas manchas con esta oscuridad, pero la mancha más grande estoy segura que es él.
 
—De acuerdo, no me iré —toma mi mano y la acaricia suavemente.
 
Sonrío, o algo así. No sé que tan bien luzca el gesto en el estado en que me encuentro.
 
—Ves, eres un ángel.
 
—Soy tu ángel
 
Jadeo, y abro mis ojos mucho, tal vez parezca una loca y no me importa — ¿M-mi ángel?
 
—Sí, tuyo.
 
Me empiezo a emocionar, ¡tengo un ángel!
 
— ¿Por qué nunca antes te había visto? ¿Viniste porque es mi cumpleaños?
 
—Siempre he estado contigo, o bueno… desde que te metiste en mi corazón.
 
— ¿También tengo tu corazón? —sueno bastante asombrada, y siento su leve risa, se me erizan  los vellos.
 
—Lo tienes, todo de mí.
 
—Tengo un ángel —no puedo creerme esto—. Voy a presumírselo a Lexter, y a Aless y a…
 
Mis palabras quedan en el aire y pestañeo. Intento enfocar mejor al ángel pero sigue siendo muy borroso. Sacudo la cabeza intentando ordenar mis pensamientos.
 
—Acabo de recordar algo ángel.
 
— ¿Qué cosa?
 
— ¿Tu cuidas de mi? ¿Eres un buen ángel, protector y esas cosas?
 
Creo que asiente, o solo se mueve porque estoy ebria. No lo sé.
 
—Lo hago, me importas mucho y por eso te cuido.
 
Me saca una sonrisa —Eres muy bueno, también me importa alguien, sabes.
 
— ¿Si?
 
—Sí, se llama Hackett. ¿Podrías protegerlo a él también? No quiero que nada malo le pase jamás.
 
—Cuéntame de él.
 
Sonrío más amplio —Él es… —suelto lo que creo que es un suspiro soñador—. Perfecto.
 
— ¿Más que yo?
 
—Sí.
 
Ni siquiera lo dudo, puede ser un ángel, pero nadie está por encima de Hackett.
 
—Vaya, debe ser muy especial.
 
—Lo es. Lo amo, me importa y cuando lo tengo cerca se me acelera el corazón. Mi amiga dice que eso es estar enamorada, Aless también está enamorada, de mi hermano el tonto. No tiene tan buen gusto como yo.
 
— ¿No?
 
Creo escucharlo reír, no lo sé con certeza. Niego —No, mi Hackett si es perfecto. Es guapo, es tan guapo. También es dulce, me da besos que me dejan temblando, hoy me dio regalos, ¿pero sabes qué?
 
— ¿Qué?
 
—Mi mejor regalo es él. No te vayas a poner celoso ángel, pero él me salvó.
 
— ¿Lo hizo?
 
—Sí, me ha protegido, me ama y me cuida. Es perfecto, ya te lo dije —suspiro—. Él también es un ángel.
 
—Me cae bien ese tal Hackett, por ti lo protegeré.
 
—Mi Hackett —lo corrijo—. Y mi novio, y mi amor —luego atraigo a mi ángel hacia a mí para un abrazo de agradecimiento—. Gracias por acceder a cuidar de él, jamás quiero que sufra.
 
Ríe, y ahora sí tengo la certeza de que lo hace porque es fuerte y claro. Seguro porque está cerca.
 
—Siento envidia de ese chico, y no debería porque soy tu ángel.
 
Cierro los ojos, acurrucándome en la cama. Estoy empezando a tener sueño —Él es mi amor y tú eres mi ángel, y ya está.
 
—Y ya está —repite, siento que esta sonriendo.
 
Bostezo, acurrucándome más. No tengo idea de si el calor que siento a mi costado es de él, tengo mucho sueño para averiguarlo.
 
—Sí —susurro.
 
—Duerme dulzura, cuidaré de ti.
 
Y confío en que lo hará. Por alguna razón, confío ciegamente en mi ángel.

Absurda Tradición © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora