Treinta y uno

51 4 0
                                    

Capitulo 31:
 
¡Y el premio al arruinador de sorpresas del año es para…!
 
Dejaré que adivinen, ¡aquí una pista! es apodado el come mocos.
 
Quisiera que su premio fuera verlo caer de un acantilado.
 
---
 
Es increíble el hecho de que este aterrorizada porque cada vez se acerca más mi cumpleaños. Esta a tan solo dos días y yo estoy delirando por eso, de buena y no tan buena forma. Nunca creí sentir miedo, jamás se me pasó por la mente. Todo lo que siempre sentía al pensar en ello, era ansias. Locas y desenfrenadas ansias de que llegara el día, un anhelo incontrolable.
 
Bueno, para mi sorpresa. Tengo miedo.
 
Miedo porque se volverá real el hecho de que estoy creciendo y formaré mi vida lejos de papá. Miedo, también, porque en tan solo dos días, tendré que elegir qué hacer con mi vida. No puedo quedarme para siempre bajo el cuidado de Hackett y su padre. Además, Jay me ofreció un mes, solo un mes de paz, y realmente no quiero abusar más de ellos.
 
Este mes ha sido lo mejor que me ha pasado después de mucho. Después de mucho tiempo en la miseria.
 
Tengo miedo de un día despertar y no tener esta bonita sensación en el pecho de tener a Hackett a tan solo unos pasos. Sentir ese miedo me aterra el triple, si es que eso tiene sentido. Es decir, no estoy tan ciega para no admitirme a mi misma la realidad del asunto, el peso de lo que me sucede. Me lo admito a mí misma, pero ¿puedo admitírselo a él?
 
—Tierra llamando a Leslie —Lexter chasquea sus dedos frente a mí y espabilo.
 
Vaya, había olvidado que estaba allí.
 
—Lo siento, ¿qué decías?
 
Refunfuña — ¿Por qué te visito si lo menos que me prestas es atención?
 
Le doy una mala mirada —Oye, no seas dramático.
 
—Solo estoy diciendo la verdad.
 
—Solo estas siendo un bebé llorón.
 
Me empuja por el hombro, con cero delicadeza. La fuerza de su acto me hace caer al colchón como una papa, sin nada de gracia.
 
— ¡Oye! —me quejo y se empieza a reír de mi.
 
—Eso te pasa por fastidiarme.
 
—Dime de qué era de lo que me hablabas —le pido, sentándome y tomando una almohada para colocarla en mi regazo.
 
—Escuché a Agustín hablando con Danilo —empieza, dejando la oración en el aire.
 
— ¿Y entonces…? —lo insto a hablar con un gesto de manos, impaciente.
 
—Fue accidental, por si te lo preguntas, pero el hecho es que ahora sé.
 
— ¿Qué? ¿Qué sabes? —mi ceño se frunce. ¿Por qué no termina de hablar de una buena vez?
 
—Nos están organizando una fiesta sorpresa.
 
Espera, ¿Qué?
 
— ¿Dijiste la palabra fiesta y sorpresa en una misma oración?
 
Asiente —Eso he dicho.
 
Lo observo unos instantes, evaluando si me está mintiendo. Pero sé que no, lo conozco lo suficiente, y por eso mismo, lanzo la almohada en su dirección con fuerza.
 
— ¡Estúpido, no debías decirme!
 
— ¡No podía solo yo saberlo!
 
— ¡Egoísta! Te enteraste y me arruinaste la sorpresa porque no querías lidiar con ello solo, ¡cobarde!
 
— ¡Eres mi hermana! Debes estar conmigo en todo, eso incluye el dolor de haber escuchado la sorpresa.
 
—Jodete.
 
—Oh, así que si dices malas palabras—se burla.
 
—No quiero hablar contigo —le lanzo otra almohada—. ¿Sabes qué? Me largo, me has hecho enfadar.
 
Me levanto y camino hacia la puerta.
 
— ¡Sufre conmigo hermanita! —grita a mis espaldas.
 
— ¡Idiota!
 
Cuando salgo de la habitación, soy capaz de escuchar sus carcajadas. Es un estúpido, ¿Cómo pudo arruinarme la sorpresa? Y ahora, ¿Cómo hare para fingir que no sé nada?
 
Lo empiezo a maldecir en voz baja y a refunfuñar mientras mis pies se mueven solos.
 
— ¿Dulzura? ¿has dicho una mala palabra?
 
La voz sorprendida de Hackett me saca de mi nube de enojo e irritación. Me detengo, y miro frente a mí su expresión sorprendida e incrédula.
 
Oh, mierda.
 
Sacudo la cabeza porque hasta mis pensamientos están infestados de blasfemias gracias a mi mellizo.
 
—Ehm, ¿no? —me abofeteo mentalmente porque eso no ha sonado ni de cerca como quería que lo hiciera, y una risa nerviosa me abandona.
 
— ¿Qué sucede?
 
Suspiro. Realmente suspiro, es un suspiro largo, como si se me fuera la vida en ello.
 
—Nada, solo Lexter.
 
— ¿Pelearon? —Se acerca a mí con expresión preocupada y acuna mi rostro entre sus manos tan pronto esta a su alcance—. ¿Dijo algo malo? Puedo golpearlo si quieres.
 
Sonrío contra todo pronóstico, a pesar de que el sentimiento de ira está allí, disminuye considerablemente gracias a Hackett.
 
—Me gustaría eso, pero no, no dijo nada malo. O sí —reflexiono y luego sacudo la cabeza—. No lo sé, solo es Lexter siendo Lexter, ya sabes, como un tonto absoluto.
 
A pesar de que creo que me he explicado bien, sigue con su ceño levemente fruncido —Entonces… ¿todo bien?
 
—Sí —asiento y lo miro detenidamente—. ¿Qué hacías de todos modos? ¿No estabas fuera con asuntos de Jay?
 
—Lo has dicho: estaba. Ya me encargué de eso —me guiña un ojo y mi interior se revuelve. No importa cuanta confianza tengamos y que tan segura me sienta a su lado ahora, siempre logra sacudirme entera o derretirme por completo con simples gestos o palabras dulces, así es Hackett. Mi perdición y mi condena, también mi ancla y mi protector—. Venía a buscarte para ir por Thomas y luego a… bueno, por ahí.
 
— ¿Por ahí? —entrecierro mis ojos hacia él y sonríe.
 
—Sí, así que… ¿vamos?
 
Lo miro por largos segundos en silencio donde solo me regala una sonrisa que pretende ser inocente, pero que esconde algo. Besa mi nariz y acaricia la suya con la mía, de forma lenta y perezosa. Le ordeno a mis piernas no flaquear.
 
—Vale, pero mi malvado hermano está en mi habitación.
 
Se encoge de un hombro —Estará bien.
 
Sonrío —Deberíamos darle un susto.
 
Las cejas de Hackett se elevan.
 
—Así que detrás de esa preciosa carita, labios tentadores, mirada inocente y ojitos soñadores se esconde un alma siniestra.
 
Sus palabras me hacen sonrojar y desvío la mirada.
 
—No tengo un alma siniestra.
 
Hackett se ríe y me obliga a mirarlo de nuevo —Bien, no la tienes; pero todo lo demás sí.
 
¡Berenjenas y aguacates sagrados, que mirada!
 
Mis ojos parecen negarse a parpadear, porque realmente la mirada que me está dando me deja sin aliento. Realmente sin aliento, mi cerebro se niega a darle una orden correcta a mis pulmones de tomar el aire que intento darles con normalidad, y a eso súmenle que mi garganta se cierra. Me quedo inmóvil queriendo memorizar como el fuerte sentimiento que me transmiten los ojos mieles de mi chico, me llega justo directo al corazón.
 
Su mirada siempre cálida, tiene algo más. Algo que me está atravesando de lado a lado.
 
—Una carita preciosa —enuncia, acariciando mis mejillas como para probar un punto—. Unos labios tentadores —su pulgar traza una caricia fugaz por mi labio inferior, casi jadeo en consecuencia—. Mirada inocente y ojitos soñadores —nos observamos por lo que parece una eternidad, él me mira con una intensidad tan profunda que me eriza la piel—. Así que olvidemos lo del alma siniestra, y concentrémonos en el susto.
 
— ¿Q-qué?
 
Se ríe y me quiero golpear por mi tartamudeo. No, esperen, cambié de opinión. Porque mi idiotez ha desencadenado la hermosa risa que estoy escuchando ahora. Creo que es mi melodía favorita, lo juro.
 
—Tu hermano—aclara, aun con esa sonrisa divertida en su rostro—. ¿No querías asustarlo?
 
—Oh —hago un gesto desdeñoso—. Nah, mejor dejémoslo solo y vayámonos de aquí.
 
Su sonrisa se ensancha —Vale, vayámonos.
 
Se separa y la ausencia de su cercanía casi me hace deprimirme, y digo casi, porque rápidamente me toma de la mano y me acerca a él empezando a caminar escaleras abajo.
 
Tomo una respiración profunda llenándome de su olor, y casi quiero derretirme en el suelo. No juzguen, realmente es difícil intentar actuar normal a su alrededor. Es una fantasía andante, como una ilusión del chico perfecto, ¡y lo peor es que es real! Él es muy real, y todavía no me lo creo. Es decir, el hecho de que lo tengo conmigo, no en mis sueños.
 
Siempre soñé con algo así, siempre soñé con un chico que me hiciera sentir a gusto, segura. Un chico que me quisiera tal cual, con mis inseguridades, con mi personalidad un poco defectuosa y mis delirios con las hortalizas, legumbres y verduras. Que desafiara a mi padre sin importar qué. Que peleara por mí, como si fuera lo mejor del mundo entero. Sí, mi cabecita y sus fantasías locas. Pero, ¿adivinen qué?,  obtuve realmente eso.
 
Me doy palmaditas en la espalda internamente.
 
— ¿Qué es esa sonrisa?
 
La voz de Hackett me saca de mi estupor cuando estamos saliendo a abordar su auto en la calle.
 
Ni siquiera me di cuenta que sonreía.
 
—Solo estoy feliz.
 
Lo miro y su expresión me calienta el pecho, me mira con tanto amor.
 
—Me alegra que seas feliz, dulzura.
 
A mí también, y no en sueños. En la jodida vida real.
 
Ah, malas palabras de nuevo. Esto es la ausencia de papá haciendo efecto. No tenerlo constantemente encima de mí labrando ordenes y exigiéndome que me comporte ha ocasionado muchos cambios. No sé si puedan considerarse buenos o malos del todo, no lo sé, pero no me desagradan ningunos. Creo que han sido muy necesarios.
 
—Ahora, vayamos por Thom.
 
(…)
 
Mi mellizo y yo estamos fingiendo que no sabemos el detrás de la razón de porque nuestros amigos nos pidieron que fuéramos por un pastel al otro lado de la ciudad─ literalmente al otro extremo─, cuando alcanzo a escuchar a Aless hablando por teléfono, ordenando que las quinientas rebanadas de pie francés estén aquí en una hora. Y prometo que no planeaba escucharlo, pero estaba justo cerca de donde dejé mi abrigo. Se aproxima la noche y no estaré por allí expuesta a un resfriado.
 
Cuando me notó cerca, rápidamente cambió el tema fingiendo hablar con su madre. Debo darle crédito porque si no hubiera escuchado su anterior conversación, le habría creído.
 
—Ella pidió quinientas rebanadas de pie francés —le murmuro a Lexter, que me abre la puerta del deportivo en el que iremos—. ¡Quinientas!
 
No sé porque estoy hablando bajo, pero lo hago. Ni siquiera mi exclamación me hace elevar la voz.
 
Lexter sonríe —Me encanta el pie francés.
 
— ¡Y a mí!—digo, de nuevo bajito pero audible—. Pero quinientos, ¡quinientos!—él sigue con esa sonrisa divertida en sus labios, como si mi reacción no fuera importante, como sí la cantidad exorbitante de pie que Aless ordenó no fuera nada. Cierra la puerta y se dirige a su asiento de conductor.
 
—Conoces a Alessandra, todo en ella tiene que ser —busca la palabra—, exuberante, llamativo, grande, exagerado —bueno, no es una sola palabra como creí—. Ya sabes, que dé de qué hablar.
 
El auto acelera y salimos del complejo residencial bastante rápido. Es un lujo subirse a una de estas cosas. Y por si se preguntan, aun no sé nada de marcas.
 
—Este viaje va a durar alrededor de dos horas, ida y vuelva. ¿Crees que le dé tiempo de todo? Quiero decir, si quiere que todo «dé de qué hablar»—hago énfasis en mis últimas palabras, repitiendo las que anteriormente dijo.
 
—De nuevo, estamos hablando de Aless, si no es posible, ella lo hará posible.
 
—Es una locura, no sé cómo voy a fingir que no sabía nada. ¡Peor! No sé cómo voy a fingir sorpresa, soy pésima mintiendo y pésima con las expresiones fingidas bajo presión.
 
—Tranquila tonta, podrás con ello.
 
— ¡Me arruinaste! Y te odio por eso.
 
—No puedes odiarme, es mi cumpleaños —sonríe y quiero golpearlo.
 
—Si bueno, también es el mío —lo fulmino con la mirada—. Así que si puedo.
 
—También te quiero hermanita.
 
Ruedo los ojos y me concentro en el camino. Si bien quiero golpear a mi hermano, no puedo mentir diciendo que no lo adoro. Es mi mellizo, compartimos nueve meses la barriga de mamá y luego de eso, básicamente toda la vida.
 
— ¿Crees que Thomas este allí?
 
—Creo que medio mundo estará allí. Hackett dijo algo como que su prima iba a convertir su casa en un sitio público, ella le lanzó un cojín y Alexis se burló bastante por cómo no pudo esquivarlo.
 
— ¿Cómo viste eso y no se dieron cuenta?
 
—Iba bajando las escaleras, no me notaron hasta que hice sonar más fuerte mis pasos —Lexter niega resignado—. Son pésimos guardando sorpresas.
 
—Oh… ¿en serio? A mí me parece que el pésimo en eso es otro.
 
Me mira, fingiendo una estúpida carita de perrito regañado —No vas a perdonarme eso jamás, ¿no?
 
—No, y mira adelante, no quiero morir en mi cumpleaños. No esperé tanto para ser mayor de edad y terminar teniendo un final trágico.
 
Se ríe —Me has pillado por sorpresa, no sabía que tenías esa vena dramática hermanita.
 
—Me haces difícil el tolerarte.
 
—No podrías vivir sin mí.
 
—Déjame ponerlo en duda.
 
Mentira, no podría. Ni siquiera cuando era un verdadero cretino podía imaginarlo fuera de mi vida. Mi teléfono vibra y suena con una notificación nueva.
 
Reviso, sonriendo cuando leo el mensaje.
 
Jaeden:
 
«¡Feliz muy feliz cumpleaños mi hermosa Leslie!
 
¿Quién ya tiene dieciocho y sigue siendo igual de preciosa que cuando la conocí? Oh si, estas en lo correcto: tú.
 
Tú, mi preciosa castaña, debes enviarme muchas fotos de cuando soples esas velas. Necesito ver ese rostro iluminarse al pedir un deseo.
 
Ojala estuviera cerca, t aseguro que mi regalo sería el mejor de todos.
 
De hecho, lo estaré guardando para nuestro próximo encuentro.
 
Solo espero q sea pronto.»
 
Luego hay varias notas de voz. Mi corazón se emociona al pensar en escuchar su voz. No juzguen, es mi primer amor. Mi crush de la infancia y de básicamente… siempre.
 
Coloco mi teléfono en mi oreja para escuchar la primera. No quiero que mi chismoso mellizo sepa que hablo con Jaeden. Su voz empieza a llenarme la audición y le bajo un poco el volumen, ya sabes, hay que prevenir.
 
—Mis mejores deseos para ti mi bebé. Y sí, he dicho bebé —se ríe—. Solo no puedo dejar de ver esa foto que posteó Lexter de ustedes más pequeñitos, te veías ¡adorable! Y ahora lo sigues siendo, incluso a Leslie bebé y a Leslie adulta me provoca besarles.
 
Su voz se detiene solo un segundo, en el que pienso «mierda» y el sonido característico que hace whatsapp cuando empieza otra, me alerta de la segunda.
 
Valeee, estoy siendo pesado. No le digas a tu novio que he dicho que quiero besar a tus dos versiones —baja la voz—, o a todas en realidad.
 
Sé que me he sonrojado y solo espero no se note tanto. ¡Santa sandia verde y jugosa! Jaeden en serio es un listillo, si no estuviera del otro lado del país, creo que muy seguramente Hackett tendría competencia.
 
Como sea, volviendo al punto. Quiero que sepas que estoy feliz por ti, un añito más. Felicidades Leslie, te estoy enviando mucho amor y cariño desde aquí.
 
Un último mensaje me recibe cuando termino de escuchar las notas.
 
«Guárdame un pedazo de pastel.»
 
Sonrío cuando envía un emoji guiñando el ojo y luego un sticker de una chica bailando alrededor de un pastel. Capto movimiento a mi lado y es Lexter buscando una buena canción en la radio.
 
Vuelvo mi vista al chat. Jaeden sigue en línea, así que empiezo a responderle:
 
¡Gracias, gracias y oh, gracias de nuevo! En serio t extraño, también quisiera que estuvieras aquí.
 
Y con respecto al pastel, no prometo mucho. Pero si prometo las fotos.
 
Ahora, déjame sentirme avergonzada por un segundo antes d enviarte un puño cibernético.
 
Pq ¡nps! Has dicho que quieres besarme, ¡chico malo!
 
¡No puedes simplemente decir q quieres besar todas mis versiones!
 
Y ehm, no es mi novio. Solo es… algo así como uno. Aunq eso no significa que no me encante *se abanica el rostro* 
 
Así que ahí t va un puño cibernético por ese comportamiento. Mejor será que te comportes muchachito, o cuando vengas aquí tmbn t estará esperando un puño real.
 
Ojala q vengas pronto. De nuevo: t extraño.
 
T envío abrazos y besos, ¡cuenta con las fotos! Oh y… ¡Saludos a pinocho!
 
Respondiendo a mi último mensaje primero, envía una foto de él sonriendo junto a pinocho. Es un perrito que adoptó no hace mucho. Y es una cosita muy bonita y peludita.
 
Sigo hablando con Jaeden, y riéndome cuando asegura que si Hackett me encanta, entonces él seguro me enloquece. Este chico en serio es todo un personaje, realmente pienso a veces en que nuestra historia en otra vida, otra dimensión u otro universo tal vez fue otra. La conversación; sin embargo, me hace olvidarme de un gran detalle: Lexter.
 
Mi mellizo me empuja por el hombro aun conduciendo sacándome del trance y pronto su voz resuena en el reducido espacio.
 
— ¿Debo decirle a mi cuñado que sonríes y te sonrojas al teléfono?
 
Bloqueo el aparato en mis manos y lo miro ceñuda.
 
Bueno, he sido descubierta. No es que me preocupe que le diga algo a Hackett, más me preocupa él descubriendo que es Jaeden. Aun no comprendo porque lo odia, me parece idiota de su parte pero no lo rebatiré, una vez lo hice y desencadenó una gran pelea. Y pelear con Lexter hoy seria agotador, hoy y siempre. Así que evito eso.
 
—Primero, auch —me froto el hombro—. Segundo, no me importa si lo haces.
 
—Solo bromeo —rueda los ojos—. Estas taaan enamorada de él, que no miras a nadie más así fuera Chris Evans en persona.
 
—Me gusta más Iron Man.
 
No pasa desapercibido el hecho de que acabo de ignorar que ha dicho que estoy enamorada, y se echa a reír.
 
—Claro.
 
Empiezo a acusarlo de ser un hipócrita porque dice que yo estoy perdidamente enamorada cuando él no se queda atrás y como un gran tonto, empieza a negar lo innegable. Yo nunca he negado sus acusaciones, solo las ignoro intentando no sonrojarme. O no excesivamente en todo caso.
 
Porque sí, él tiene razón, es algo incluso ridículo decir que no estoy enamorada.
 
—Ya, ya —me manda a callar, reduciendo la velocidad—. Deja de decir incoherencias que hemos llegado.
 
Y de hecho tiene razón. El GPS indica que estamos en nuestro destino. Lexter desabrocha su cinturón sin apagar el auto.
 
—Yo iré, esto será rápido.
 
Asiento distraídamente volviendo a desbloquear mi teléfono. Hay mensajes de Jaeden que empiezo a responder. También tengo notificaciones sobre reacciones y comentarios en Instagram.
 
Bueno, desde que mi popularidad en la escuela ha ido en aumento, mis likes y seguidores también. No sé si me agrada o me da lo mismo. Aless es quien básicamente siempre roba mi teléfono para postear e interactuar. Del resto, mi cuenta sería útil solo para admirar a Hackett y a sus múltiples fotos. Él, en cambio a mí, si es muy fan de las redes. Vive subiendo fotos cada tanto, el otro día subió siete en menos de doce horas. Yo creo que solo he subido seis este mes, y cuatro de ellas lo hizo Aless.
 
Ni siquiera hoy quería hacerlo, y ella solo me arrebató el celular y se encargó de ello. Es por eso que tengo tantas notificaciones, me están felicitando. Gente que considero extraños, pero que en realidad siempre he visto, en el colegio, en los juegos de básquet, y en la ciudad.
 
La puerta se abre de nuevo y alejo la vista del teléfono, para ver a un Lexter… ¿sin nada?
 
— ¿Y el pastel?
 
Se apresura a sacarnos del estacionamiento de la repostería — ¿Adivina quién nos hizo venir en vano? —rueda sus ojos—. Sabía que era una excusa, pero pensé que el jodido pastel seria real.
 
Finjo una expresión de alegría excesiva — ¡Gastando gasolina en vano, yeiii!
 
Lexter niega con la cabeza y ríe.
 
—Vamos a la bendita fiesta sorpresa de una vez por todas.

Absurda Tradición © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora