Veintisiete

50 4 0
                                    

Capitulo 27:
 
Padres.
 
Una simple palabra que significa tanto.
 
Bueno, su mera existencia es contradictoria. ¿Amarlos, odiarlos? Complacerlos, o hacerlos enojar.
 
Solo sé, que mi padre puede ir a la cárcel… y, por otro lado, pienso que si Hackett en un futuro se verá como el suyo, ¡quiero casarme con él ya mismo!
 
---
 
Jamás pensé llegar a una situación como esta. Es decir, sí, sabía que papá era un lunático a veces, solo que… nunca creí que lo atraparían. Y todo ello, gracias a Hackett, quien intervino a tiempo.
 
Nos contó a todos ─exceptuando a Thomas, claro─, lo que ocurrió luego de que mi padre nos llevara con él en su auto.
 
Los chicos estaban preocupados, todos hablaban de lo horrible que es el carácter de papá y sus castigos infernales. Todos poco a poco fueron yéndose, Hackett y Aless se dirigieron a la casa de la castaña, él estaba muy inquieto así que decidió marcharse sin decirle mucho a su prima.
 
Rápidamente tomó la decisión de ir tras de mí. Estaba preocupado, y conociendo lo suficiente a Nicholas Knopf, por la reputación que le precede, y que Lexter y yo mismos hemos encargado de corroborar con todos los chicos, llamó a dos guardaespaldas de confianza de su padre. Estaban en descanso, eso hasta que el Señor Stringer, regresara de su viaje con destino a California, lo que es básicamente esta misma tarde. Así que ambos lo abordaron lo más pronto posible.
 
Con la idea de detener cualquier locura que planeara cometer papá, Hackett se plantó frente a mi casa. Ni siquiera tuvo que detenerse a tocar pues lo gritos y el sonido de los golpes se escuchaban desde el otro lado de la puerta. Así que simplemente la derrumbó.
 
Así fue como entró y detuvo a papá. Y ahora estamos aquí, reunidos en la sala de estar, Lexter y yo preocupados hasta la mierda, sin podernos creer del todo lo que ha ocurrido. Hackett, con una determinación que asusta, y Aless… pues ella simplemente no sabe que decir. Thom está dormido en una de las numerosas habitaciones.
 
—Papá estará aquí pronto, ¿estás preparada para esto?
 
—Tengo miedo, mi padre se volverá loco si sabe que testificaré en su contra. Que testificaremos.
 
—Demonios, James sigue llamando.
 
—No contestes —Lexter dirige su atención hacia Aless que niega lentamente—. Tu hermano mayor es un Nicholas Junior,  se volverá loco si sabe lo que harán, y peor aún, intentará impedirlo.
 
—Debe estar preocupado —susurro.
 
—No importa, se hizo de la vista gorda mucho tiempo. Cualquiera con cerebro notaría cuan maniático es tu padre.
 
Un peso se construye en mi pecho, supongo que mi expresión refleja un poco lo que siento, ya que rápidamente Aless balbucea incoherencias antes de poder pronunciar un fuerte:
 
—Lo siento, yo… —suspira—. Solo la situación me sobrepasa, sé que es difícil todo esto para ustedes. Lo lamento.
 
—Está bien, tienes razón.
 
—De hecho, a pesar del shock —Lexter habla—. Esto se siente como lo correcto, aunque sienta esta clase de contradicción en mi interior. La violencia no es la solución a nada y…, es mi padre, ¡joder, es mi padre y es un bastardo, lo sé! Y aun así, no puedo solo enviarlo a un lugar oscuro y de mala muerte, algo pesa en mi pecho cuando pienso en ello. Solo que… él realmente ya no es el mismo, y no puedo simplemente dejar que nos destruya —se frota la cara con las manos, soltando un gruñido de frustración—. Es muy jodido todo este maldito asunto.
 
—Lo sabemos —Hackett interviene—. No es nada fácil, y aun así, hay que afrontarlo.
 
— ¿Qué pasará con nuestra familia? —Decido que es hora de sacar a flote mis miedos—. Si papá va a la cárcel, todo será un completo caos. Aun no nos hemos graduado, falta para eso, y Thom va a la escuela, ¿qué dirán sus compañeros? Se reirán de él, ¡lo van a acosar! Y James, nos odiará toda la vida, nunca va a perdonarnos. Todo será un desastre, un reverendo desastre.
 
Cuando menos lo espero, Hackett ya está a mi lado intentando hacerme entrar en razón.
 
—Te dije que confiaras en mí —pronuncia, con calma.
 
No entiendo como esta tan calmado, yo simplemente no puedo respirar como se debe. No puedo controlar a mis nervios alterados.
 
—Leslie tiene razón —Lexter ahora parece aterrorizado—. Esto es un jodido desastre. Y no ha caído toda la mierda encima, esta es la punta del iceberg.
 
— ¡Por Dios! ¿Se están escuchando? —Aless se levanta en un arrebato—. ¡El engendro de su padre, ha abusado de ambos tanto física como psicológicamente! ¿Y ustedes no quieren que sufra las consecuencias, por las consecuencias que traerá hacer justicia? —Se ríe, aunque no es una risa cargada de gracia, todo lo contrario—. Qué ironía, es lo más estúpido y ridículo, ¡no se hagan esto a ustedes mismos! Hagan justicia, no importa qué, hagan lo que sea para sentirse libres, son personas no animales. Tienen derechos, abandonen el miedo ¡y vivan la jodida vida!
 
Al terminar, su pecho sube y baja y jadea por aire. Miro a Alessandra atónita por todas sus palabras y Lexter se levanta a besarla con ferocidad. ¿Qué diablos…?
 
—Hagamos esto —anuncia, luego del besuqueo previo—. Y que la mierda estalle si es necesario.
 
(…)
 
Estoy muy nerviosa cuando Hackett anuncia que su padre está aquí. Y por más que intento controlar mi tips nervioso en la pierna, me es muy difícil. El castaño parece notarlo porque toma mi mano y le da un apretón reconfortante. Eso ayuda un poco.
 
Voy a abrir la boca para agradecerle el gesto, cuando la estancia se llena de un olor exquisito y una presencia abrumadora. Y totalitaria. El hombre que aparece frente a mis ojos, es alto ─muy alto─, su complexión física es envidiable. No es gordo, tampoco flaco, está en la medida… perfecta. Su cuerpo luce muy bien trabajado, y el traje de tres piezas que usa reluce y brilla, detonando elegancia y poder. Sinceramente, todo en él grita: «¡soy un suggar en potencia!». Y no me juzguen. El papá de Hackett tiene el cabello castaño más bonito que he visto, ¡lo juro!, brilla y reluce peinado hacia atrás, su rostro no es ni muy anguloso, ni muy soso, simplemente… es atractivo y llamativo a la vista. Cejas pobladas enmarcan unos ojos color miel muy expresivos, su nariz es perfilada y tiene barba, una barba castaña muy bien cuidada. Su altura ayuda al aura de intimidación que carga consigo, su cuerpo bien podría ser envidiado por muchos jóvenes, y no le calculo más de cincuenta. Incluso parece de treinta, solo que dudo sea tan joven. Algo en él grita madurez, o bueno, hay muchas cosas gritando, por así decirlo.
 
Poderío.
 
Dinero.
 
Elegancia.
 
Altivez.
 
Seguridad.
 
Y… calidez.
 
Porque cuando sus ojos se topan con los míos, en mi pecho estalla una estela cálida. De pronto, los nervios se desvanecen y su aura acogedora nos envuelve. E, insisto, es un suggar en potencia, porque cuando se acerca a mí y a su hijo, dándonos una sonrisa, me encuentro en serios problemas.
 
Si estuviera en mis treinta, sin duda iría tras ese hombre.
 
Me reprendo a mi misma tan pronto mi subconsciente habla. ¡Leslie, enfócate! ¡Tu padre ira a la cárcel y no puedes babear por quien técnicamente es o será tu suegro!
 
—Hola —saluda, y berenjenas sagradas, ¡su voz! Reprimo el impulso de sacudir la cabeza para concentrarme, así que hago el esfuerzo de pensar en lo importante—. Tú tienes que ser la dulce Leslie.
 
Debería sentir vergüenza de mi misma por como esas palabras me afectan. Un adulto, de imagino cuarenta, está haciéndome babear. ¡No tengo pudor! ¡Peor aun! ¡Su hijo ha dicho que me ama y yo estoy comiéndome a su padre con la mirada!
 
—Sí —sonrío y me sorprende escucharme hablar correctamente y no en susurros o titubeos—. Soy yo.
 
Me da la mano y la estrecho, él antes de soltarla plata un beso en el dorso.
 
—Es todo un placer conocer de quien mi hijo habla tanto —sonríe—. Jay Stringer —revela su nombre y le sonrío de vuelta.
 
—Leslie Knopf, pero supongo eso ya lo sabe.
 
¡Wow, amiga! ¿Quién eres y que has hecho con la chiquilla asustadiza e introvertida?
 
—Sí —se ríe—. Hackett me ha mantenido informado.
 
El susodicho se acerca a su padre dejando mi agarre y lo abraza, el Sr. Stringer le revuelve el pelo.
 
—Te eche de menos papá.
 
—Y yo a ti pequeño tonto.
 
—Si yo soy el tonto pequeño, te convierte a ti en el tonto monumental.
 
Se ríen y me entran unas enormes ganas de llorar. Las contengo y pronto vuelven a su atención inicial. Yo.
 
Tomamos asiento y los nervios se renuevan cuando el ambiente se torna un poco tenso. Ya sé lo que se aproxima.
 
—Mi hijo me advirtió algunas cosas Leslie, sobre tu padre.
 
—Él… me agredió.
 
—Ya veo —asiente—. ¿Y qué quieres hacer al respecto?
 
Me quedo en silencio unos segundos. Y decido ser transparente.
 
—Yo… no lo sé.
 
— ¿Quieres dejar las cosas estar y volver a la tutela de tu padre?
 
—No —respondo de inmediato—. No quiero que vuelve a… —mi voz vacila, así que me obligo a continuar, necesito esto. Debo enfrentar lo que sea por mi bienestar, no puedo tener titubeos—. No quiero volver a tener que pasar por la misma tortura, mi padre es cruel y me he cansado de esperar un trato diferente al usual.
 
—De acuerdo. Entonces puedo encargarme de ello, podemos hacer la denuncia y…
 
—Pero —lo interrumpo, y me avergüenzo así que rápidamente digo: —. Disculpe la interrupción, pero me gustaría saber que ocurrirá con mi hermano menor. Es decir, sé lo que pasará, pero no quiero eso.
 
— ¿Qué edad tienes Leslie?
 
—Diecisiete, pronto dieciocho.
 
— ¿Tienes algún otro familiar?
 
—Sí.
 
— ¿Y son confiables?
 
Pienso en mi familia y asiento —Sí, la mayoría.
 
—De acuerdo, no tienes de que preocuparte entonces. Podemos conseguir que tu hermano se quede con un pariente lo suficientemente adecuado para él, por los momentos. Si quieres hacerte cargo del pequeño cuando cumplas la mayoría de edad, también puedo encargarme de ello. Si es pronto, no tendrás que esperar mucho.
 
Sus palabras traen una calma arrolladora a mi sistema —De acuerdo.
 
—Entonces, habiendo aclarado eso, ¿quieres seguir con la demanda?
 
Me tenso, porque no sé que responder. Estoy dividida entre lo que creo es correcto y lo que a mi pecho le duele. Es mi padre después de todo. Quiero responder algo, lo que sea, pero no sé qué…
 
—Creo tener una solución, si no quieres tomar medidas drásticas, por ahora —dice, haciendo énfasis en las últimas palabras. Como si creyera que si no tomo represalias esta vez, seguro habrá una próxima y allí tal vez no lo piense dos veces—. ¿Cuándo cumples dieciocho?
 
—Dentro de un mes.
 
Asiente —Un mes. Bien, puedo darte un mes en paz, si así lo deseas. Un mes sin agresiones o sufrimiento gracias a tu padre. Eso hasta que cumplas la mayoría de edad.
 
— ¿Cómo haría eso? —inquiero, muy curiosa al respecto.
 
Una sonrisa grata surca la comisura de sus labios, reflejándose en sus facciones e iluminando su rostro. El gesto me deja sin aliento unos instantes.
 
— ¿Confías en mi hijo, Leslie? —Respondo con un asentimiento y asiente en acuerdo—. Entonces confía en mí. No te defraudaré.
 
—Gracias Sr. Stringer.
 
Se encoje de hombros —No lo agradezcas, si eres importante para mi hijo, lo eres para mí.
 
Mi pecho se calienta y la mano de Hackett aprieta la mía, su mirada suave y enternecida choca con la mía. Y me siento feliz de estar rodeada de ambos, porque me envuelven con su calidez y es acogedor y reconfortante.
 
—Y Leslie…
 
— ¿Si?
 
—Llámame Jay —me guiña un ojo y casi desfallezco.
 
Hackett le lanza un cojín que lo hace reír.
 
—Papá, deja de ser un tonto encantador. Robas su atención de mí.
 
Se ríe más fuerte y encoge sus hombros.
 
—No soy un tonto; sin embargo, si soy muy encantador, y se sale de mis manos —vuelve a encogerse de hombros con una sonrisa fácil en sus labios—. No es mi culpa.
 
¡Sandias y limones, qué hombre! Por favor, necesito un pañuelo.
 
—Ahora eres presumido.
 
—Lo lamento, ¿sí? —Bueno, no parece hacerlo en lo absoluto, pero el aura juguetona y juvenil que lo envuelve, me hace sonreír y también dudar en que él pise siquiera los cuarenta, ahora parece un adolescente—. Shane tiene influencias en la gente.
 
¿Shane? ¿Quién es Shane?
 
—Ahora vas a culparlo —acusa su hijo, con mirada entrecerrada hacia él.
 
—Pues claro, verlo todos los días me pegó sus mañas.
 
Hackett bufa, pero sonríe —Claro…
 
(…)
 
De acuerdo, no estoy muy segura de haber entendido todo correctamente, y si fue así, entonces es una completa locura. O no, pero ¡¿vivir con Hackett y el Sr. Stringer?! Díganme si no suena a locura.
 
Esta es la situación: papá ha salido libre, estaba bajo custodia de la policía pero como nadie presentó una demanda, ya está en casa con James. Lexter sigue conmigo, al igual que Thomas.
 
Hemos faltado a clases los últimos días, porque el Sr. Stringer ─o Jay, como me insiste en que lo llame─, ha dicho que él se encargará de toda la situación, y que para evitar inconvenientes era mejor no asistir al colegio.
 
Así que al día siguiente de todo el desastre con papá, salió libre y así Jay, decidió luego de unas horas, ir a enfrentarlo. Básicamente, papá enloqueció, pero no pudo hacer mucho para intimidar a alguien como Jay Stringer, además, súmenle a eso que el padre de Hackett es jefe del mío.
 
Sí. Cosa que papá pareció olvidar por completo, ni siquiera reconoció a Hackett. Y su padre aseguró que todos sus trabajadores conocen de él, pues es su único hijo y absoluto heredero. Entonces así está la cosa: voy a vivir con papá e hijo Stringer hasta que cumpla dieciocho años.
 
No me pregunten cómo es que eso pasó, porque no me sé los detalles, de hecho, no sé casi nada al respecto, lo único que sé es, que Jay Stringer regresó de la reunión con papá con muy buenas noticias ─así dijo el susodicho─ y que lo primero que me soltó fue: «Felicidades dulce Leslie, has obtenido la oportunidad de elegir una habitación de mi hogar y hacer de ella lo que te plazca», yo simplemente lo mire atónita, mi boca se abrió mas cuando añadió: «Eso sí, nada de chicos allí dentro, ¿de acuerdo? Creo que ni a Hackett ni a mí nos gustaría» y a eso le añadió un guiño.
 
Entonces su hijo exigió que fuera claro y contara los hechos del encuentro con mi padre, y así fue como sirviéndose whiskey y caminando por la enorme sala de estar, empezó a relatar qué, básicamente, amenazó a papá, hubo fuertes palabras entre ellos, y exigió que mi persona, se hospedara hasta cumplir la mayoría de edad, en su enorme residencia.
 
¿Lo más loco de todo? Papá cedió. Es decir, con solo ver a Jay uno se imagina que es difícil darle un no, o negarse a algo que él diga, ¿pero mi padre? ¡Aun no me creo que Nicholas Knopf haya cedido! Entonces, ahora me encuentro frente a un Jay sonriente y un Hackett en silencio.
 
—Vaya… —carraspeo, es hora de hablar luego de lo que me pareció siglos en silencio—. ¿Entonces viviré aquí? ¿Con ustedes?
 
—Así es —Jay asiente—. Claro, eso sí tú así lo deseas, no vamos a obligarte a quedarte en un sitio donde tú no estés a gusto. Puedo ayudarte a rentar un sitio, sería un regalo de mi parte —aclara—, así que por el dinero no te preocupes. La decisión es tuya Leslie. Se hará lo que tú desees.
 
Un pinchazo en el corazón, me nubla la visión. El sentimiento es tan crudo y abrumador, que me exijo a mi misma no llorar aquí mismo. Porque él ha dicho que puedo tomar una decisión, ha dicho que será lo que yo quiera que sea. Y eso, me hace querer aovillarme y sollozar como una niña tonta, porque se siente increíble poder tener el poder de elegir. Después de tanto, puedo elegir qué hacer con mi vida, así sea en esta situación extremadamente inesperada. Y tal cosa, me ocasiona un nudo en la garganta y me saca una sonrisa temblorosa.
 
—De acuerdo —digo, pero mi voz es inestable—. Hagamos esto.
 
La sonrisa de Jay crece y Hackett me mira con una especie de algo que no puedo descifrar, antes de tomar mi mano y dejar un beso en mi torso, regalándome luego una sonrisa como la de su progenitor. Bien, soy absolutamente una loca fan de las sonrisas cálidas de ambos.
 
—Hagamos esto —repite Hackett, asintiendo.
 
Y así, el peso de todo lo que se aproxima cae sobre mí.
 
Wow, vivir lejos de mi padre, pero bajo el techo del padre de quien me gusta. ¡Y para colmo, con quien me gusta!
 
Esto será… interesante.

Absurda Tradición © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora