Capitulo 33:
¿Qué es este dolor punzante? ¿Cómo lo detengo? ¿Está bien? ¿Debo parar?
Al demonio, no seré una cobarde sobre esto.
Nunca más, ya no más miedo.
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Siento un peso en mi cintura, un peso muerto que me hace sobresaltar de inmediato apenas salgo de la bruma del sueño.
—Oye, oye —la voz de Hackett me tranquiliza de inmediato y pronto lo tengo en mi rostro—. Tranquila amor.
Amor.
—No me cansaré nunca de escuchar eso.
¡No! ¡Lo dije en voz alta!
El rubor se expande por mi rostro cuando Hackett me da una sonrisa.
—Yo nunca me cansaré de decírtelo.
Mi corazón se derrite. Poco a poco, le echo un vistazo al lugar en donde estamos y pronto descubro que es mi habitación. Oh, ¿mi habitación?
Me echo un vistazo a mi misma y tengo mi pijama. Mi pijama sin… sujetador. Mi rostro vuelve a calentarse al pensar en Hackett viendo mis…
— ¿Qué pasó anoche?
—Bueno, estabas ebria.
Recuerdo solo retazos. Pero sé que bailé mucho, que Aless quería ir al baño y que había un… ¿ángel?
— ¿Cómo llegué aquí?
—Yo te traje, estabas con Aless en el jardín, las dos delirando y riendo como locas —una sonrisa divertida se desliza por sus labios y en serio, puede que mi rostro sea alarmantemente rojo—. Te tomé en brazos y te subí, cuando estabas en medio de la conciencia y semiinconsciencia, te di una pastilla y agua. ¿Cómo te sientes?
— ¿Bien?
No sé exactamente como estoy, pero no me duele nada.
Asiente —La pastilla es para la resaca.
— ¿Cómo fue que me emborraché?
—Los chicos le pusieron vodka al té frio.
— ¿Qué?
Se encoge de hombros —Ya sabes como son.
—Esos bastardos —Hackett se ríe y lo miro mal—. No es gracioso.
Deja de reír y asiente, pero sé que sigue divirtiéndole —De acuerdo, ¿entonces todo en orden?
—Ehm… ¿tú me cambiaste?
—Lo hice.
Me tapo la cara, el calor abochornándome por completo. ¡Dios!
—V-viste… —me aclaro la garganta enfrentándolo—. ¿Me viste?
Espero que comprenda lo que estoy preguntando. Porque no quiero ser más especifica.
—No tienes que sentir vergüenza —toma mis manos en las suyas y les da suaves caricias, una sensación de déjà vu me invade—. Estaba oscuro y te quité el sujetador luego de colocarte la camisa. No miré mucho, lo prometo.
Quiero agradecerle, pero también quiero golpearme. Es tan extraño. Mi cabeza no logra decidir qué camino tomar. Quiero gritar, mi pecho se llena de una sensación pesada y desagradable. Me frustra tener que alejar la voz escalofriante de papá de mi cabeza.
No hice nada malo, no hice nada mal. No pasó nada, no seré castigada.
— ¿Amor? —Hackett se acerca más a mí y me toma del rostro—. Dulzura no pasó nada, prometo que fui respetuoso.
¿Cómo le hago saber que lo que me tiene aterrada es la voz de papá en mi cabeza? ¿Cómo me haría ver eso? ¿Estoy loca por dejar que me siga afectando ese señor?
Solo escucho sus gritos, solo lo veo a él con su mirada desaprobatoria despotricando en mi contra. «Zorra regalada» «¡Desvergonzada! ¡Te vio desnuda!» «¡Borracha, eres una vergüenza!» «¡No tienes pudor, no tienes dignidad!», «Eres una basura, eres una escoria, ¡una ebria, una puta!».
— ¿Leslie? ¿No confías en mí? ¿Es eso?
Pestañeo, la expresión en el rostro de Hackett no me gusta. No me gusta en lo absoluto. Sus suaves facciones están contraídas en una clara expresión de dolor. Cree que no confío en él y le duele.
— ¡No! es decir, ¡sí!
Su ceño se frunce aun más.
— ¿No? ¿Si?
—Sí confío en ti, no es eso lo que me tiene así.
Me acaricia las mejillas con ternura y delicadeza — ¿Qué es amor? Habla conmigo.
—Es papá —lo admito en un gruñido de frustración—. Su voz no deja de hablar en mi cabeza, me está atormentando y no sé cómo detenerlo.
Lagrimas se acumulan en mi mirada. ¿Por qué? ¿Por qué a pesar de estar lejos de él, sigue arruinándome la vida?
—Está bien —me atrae hacia él, acurrucándome en sus brazos—. Eres más fuerte que él, está bien si no puedes detener la voz porque tú eres más fuerte que eso. Solo está en tu cabeza y te aseguro que todo lo que dice es mentira.
—Es mentira. Todo es mentira —me digo a mi misma, mientras la bruma se aleja gracias a Hackett.
—No hiciste nada malo. Eres preciosa, eres fuerte y eres una chica increíble.
—No hice nada malo.
—Eres preciosa.
—Soy preciosa.
—Eres fuerte.
—Soy fuerte.
—Y una chica increíble.
—Y una chica increíble —termino, sorprendiéndome al decirlo con una sonrisa.
Hackett me hace salir de mi escondite y le da un besito a mi nariz.
—Eres Leslie Knopf y eres la persona más dulce que existe. Mi dulzura hecha persona, mi pedacito de azúcar.
Todo el peso horrendo en mi pecho desaparece, mis pensamientos se despejan y solo puedo pensar en lo mucho que amo a mi novio.
—Y tú eres el mejor novio del mundo.
Lo acorralo en un abrazo mortal y su pecho vibra con una risa.
—Te amo novia.
Contengo el aliento y lo abrazo más fuerte.
—Y yo a ti.
(…)
Ha pasado una semana desde mi cumpleaños. Aun sigo viviendo con Hackett, de hecho no creo irme pronto. Jay hizo una video llamada en donde me exigió no abandonar a su hijo. Dijo que si dejaba a su bebé solo en esa enorme mansión yo no tenía corazón. Me chantajeó y no me quejo, de hecho, no quiero irme.
Así que sigo viviendo con mi novio. Justo ahora, estamos llegando a… nuestro hogar. Venimos de reunirnos con los chicos en una cancha de basquetbol cerca de donde vive Agustín. Todos jugaron, aunque los rubios no son parte del equipo, saben defenderse.
Al entrar, Miranda sale a recibirnos.
— ¿Tienen hambre? —siempre es lo primero que pregunta.
—De hecho sí. Muchísima.
Ella le sonríe a Hackett.
— ¡Excelente! ¿Qué quieres comer?
—Lo que Leslie elija estará bien, iré a ducharme primero —me da un beso en la nariz y se va.
Me quedo observándolo como una idiota hasta que sale de mi vista. Suspiro de forma soñadora y Miranda se ríe.
Había olvidado que estaba allí. ¡Qué bochorno!
—Vamos Les, ayúdame en la cocina.
Le sonrío de forma tímida y asiento, yendo tras ella. Me causa gracia que me diga “ayúdame”, cuando nunca me deja acercarme lo suficiente para hacerlo.
—Entonces, ¿de qué tienes antojo?
—Sinceramente, no lo sé. Así que dejaré que nos sorprendas.
Ella se encoge de hombros —Bueno.
Sonrío cuando su modo cocinera se activa. Empieza a batir huevos, tararea y va y calienta agua. Se mueve de aquí a allá mientras yo sonrío observando cómo se divierte. Cuando el agua esta lista, vierte en ella ingredientes. Pica algunos tomates, saca crema batida, prepara la estufa, todo al mismo tiempo.
La verdad he aprendido a no meterme en su camino. Se enfurece, todos lo hacen. Jay dice que no debo mover un dedo, Hackett lo secunda y a Miranda no le gusta mucho la ayuda, así que mayormente observo, o converso con ella. O con mi novio ─aunque no lo crean chillo internamente cada que lo digo─ cuando esta cerca.
—Oye, Les.
— ¿Si?
— ¿Podrías ir a preguntarle a Hackett si quiere sus croissant con crema batida? El otro día dijo que no le apetecía, ahora no sé cual sea su decisión.
—Bueno, volveré pronto.
Hace un gesto desdeñoso con su mano.
—No te preocupes por eso, todavía falta media hora para que todo esté listo. Solo quiero asesorarme antes de olvidarlo y arruinar su cena.
—No creo que lo arruines —me rio de su expresión espantada.
—Soy perfeccionista, si no quiere crema no tendrá crema. Si le coloco y no quiere, quedará arruinado.
Asiento hacia ella —Bieeen, señorita perfección. Iré a preguntarle entonces.
Sonríe ampliamente —Gracias Les.
Niego y salgo de la cocina. Me toma nada llegar a las escaleras e ir a las habitaciones. La de Hackett está al fondo del pasillo, la mía mucho antes. Sigo de largo y encuentro la puerta entreabierta. Toco, pero no recibo respuesta.
Mis mejillas se sonrojan cuando el impulso de asomar la cabeza me pasa por la mente. ¿Y si está desnudo y yo entro así sin más?
Quieres verlo de ese modo, ambas lo sabemos.
Sacudo la cabeza y me reprendo internamente. ¡No soy una pervertida! ¿O sí?
— ¿Hackett?
Lo llamo, sin obtener respuesta. Inhalo hondo y sintiéndome envalentonada, entro a la habitación. Suelto el aire que no sabía que estaba reteniendo cuando esta vacía. Pero entonces me doy cuenta, esta vacía. ¿Dónde está mi novio?
Escucho ruido a mis espaldas y me volteo. Segundos después, encuentro a Hackett saliendo del armario. Tiene una toalla en su mano y está secando su cabello mojado. Su torso está desnudo, tiene pantalones de casa grises y esta descalzo.
Oh, pimientos rojos. ¡Qué vista!
Lo contemplo por lo que parece una eternidad, y una lenta sonrisa surca sus labios apetecibles. Trago grueso cuando su intensa mirada choca con la mía. ¿Se oscureció varios tonos o es cosa mía?
—Hola novia.
Le sonrío. ¿Es normal que tiemblen mis piernas?
—Hola novio.
—Me tardé un poco, lo lamento. Recibí una llamada de papá antes de poder entrar al baño. Y sabes cómo es, se extiende demasiado.
—No te preocupes, ¿Cómo esta?
—Excelente, creo que tiene un romance o algo así. Pero esta en Paris, ¿debería sorprenderme? La respuesta es no.
Eso me toma por sorpresa.
—Vaya, Jay esta tomándose enserio eso de la ciudad del amor.
Hackett se ríe —Lo hace —me mira unos segundos en silencio y luego su ceño se frunce levemente—. ¿Subiste por algo en particular? Nunca vienes aquí.
—Sí —había olvidado a Miranda—. ¿Quieres tus croissants con crema batida o sin ella?
Niega divertido —Mirando mandó a preguntar, ¿Cierto?
—Lo hizo.
Rueda los ojos —Hace dos meses le dije que no me apetecía y desde entonces siempre que los hace, me pregunta. Amo la crema batida, pero ese día tenía un poco de malestar, del resto, nunca digo que no. Y digo nunca —enfatiza y luego lleva su mano a su pelo, revolviéndolo—. Ella es especial.
Me quedo como una idiota mirando su movimiento despreocupado alrededor de su cabello, la toalla la lanza no sé donde, porque sinceramente no le presto atención, y luego sus ojos se posan en mí y me descubre siendo una tonta.
¡Atrapada!
Una sonrisa ladeada es la respuesta que recibo junto con un guiño —Sí, sé que tienes a un novio perfecto.
Me quedo muda, mi boca se abre ligeramente y mis mejillas se encienden.
—T-tú… yo… ¿q-qué?
Hackett suelta una carcajada y se aproxima a mí. Mi corazón empieza a volverse un poco ─muy─ loco, cada que se aproxima más. Y cuando esta frente a mí, creo que va a salir de mi pecho.
—Sé qué crees que soy perfecto —susurra, y lo escucho perfecto porque está muy cerca, demasiado cerca. Puedo oler su frescura y el shampoo que usó en la ducha, el desodorante masculino mezclado con su aroma natural, me huele a seguridad, si es que eso es posible siquiera—. Estoy lejos de serlo, pero me encanta que pienses eso de mí.
¿Cómo sabe eso? ¿Puede la tierra tragarme? O mejor no, quiero tenerlo así siempre. Semi desnudo, con una mirada devoradora y esta electricidad en el aire.
Sabía que eras una pervertida.
—Yo… —carraspeo, no sé ni qué demonios decirle—. No solo lo creo, sé que lo eres.
Bueno, al diablo. Ya descubrió lo que pienso, no puedo no admitirlo.
Su mano se levanta y traza una caricia lenta sobre mi mandíbula. Se me eriza la piel.
—No lo soy.
—Lo eres —insisto—. Eres perfecto siendo tú, siendo Hackett, siendo mi novio. Siendo una persona maravillosa, eres perfecto.
Su mano se traslada de mi mandíbula a mi nuca, y sus ojos brillan antes de decir:
—Aquí quien es perfecta, eres tú.
Y luego me atrae hacia él, devorando mis labios. ¡Patatas calientes! ¿Qué es este beso?
Hackett toma posesión de mis labios, abriéndose paso con su lengua y robándome un suspiro. Su mano en mi nuca le permite tenerme a su completa merced y con la otra me toma de la cintura, acercándome por completo a él. Mis manos se apoyan en su pecho, y es allí cuando recuerdo que no lleva camiseta. Se me eriza todo el cuerpo.
Traslado las manos hasta su cuello y lo jalo más hacia mí, besándolo con vehemencia. Devolviéndole las ganas que me está mostrando. Su mano en mi cintura se cuela por mi camiseta y cuando su palma toca mi piel caliente, un hormigueo empieza a formarse en mi zona más intima.
¿Qué es esto y porque se siente tan bien?
Me estremezco cuando me pega más a su cuerpo, de modo que nuestras partes inferiores se acoplan muy bien. Una terrible necesidad de frotarme contra Hackett me llena todo el cuerpo, y aprieto los muslos cuando su mano viaja por toda mi espalda, acariciándome.
Mi respiración se entrecorta, mi zona íntima empieza a dolerme y no sé qué rayos me pasa. Solo sé que esta necesidad abrumadora y feroz no desaparece, solo aumenta. Va en aumento cuando succiona y muerde mis labios, cuando lame y su mano sigue haciendo esos movimientos suaves y seductores.
Su mano baja hasta la cinturilla de mis shorts de mezclilla y mi cabeza grita: «¡Sí! ¡No pares!». Él se cuela por debajo del short, tentando, agonizándome con su tacto. Solo son caricias en la parte baja de mi espalda sin profundizar, pero aun así estoy derritiéndome. Y esta necesidad agonizante empieza a molestarme, a irritarme. Quiero aliviarla, quiero sucumbir ante ella y que mi núcleo deje de palpitar y doler.
—Hackett—gimoteo, cuando no creo poder resistir más la tentación de frotarme contra él, de buscar alivio.
Él murmura algo que no comprendo, y me levanta por el trasero, mis piernas automáticamente se enganchan a su alrededor, y mis manos lo sujetan con fuerza por los hombros buscando estabilidad.
Apenas y me permite separarme de sus labios, cuando vuelve a atacarme. Me roba el aliento y no me da tregua. Toco el colchón y su peso cae encima de mí, sin lastimarme o incomodarme. Sigue besándome y acaricia mi pierna desnuda enroscada aun en su cintura. Hay espacio entre nosotros, por lo que me acerco más, lo engancho más a mí y aprieto para que no haya espacio que nos separe. Error. Al hacerlo, mi palpitante zona intima choca con algo duro y lleva todo de mi no gemir.
Hackett se tensa un poco, pero cuando mi cuerpo por si solo cobra vida y se frota creando fricción, se relaja por completo. Creo que no soy yo quien se frota descaradamente contra él, quien le jala del pelo y le mordisquea el labio inferior.
En un momento, una de sus manos se posa en mi pecho por encima de la delgada tela y lo aprieta suavemente. El contacto, aun sobre la tela, envía una punzada directo a ese lugar doloroso y vuelvo a gimotear. ¿Por qué duele? ¿Por qué la necesidad de, algo, que no sé, solo va en aumento?
Hackett libera mis labios y empieza a darme besos por la mandíbula, sigue hasta mi oreja y besa debajo, de forma lenta y caliente. Y es allí cuando mi sentido de la vergüenza se derrumba y vuelvo a gimotear, tomándolo del rostro para que me vea.
No sé qué tan torturada o necesitada me veré; no obstante, no me importa en lo absoluto ahora.
—Hackett… —su nombre sale de mis labios como una súplica, y por un momento me pierdo en sus preciosos ojos, que me miran con un hambre impropia de él. El chico de mirada dulce se ha ido, y a cambio, me han traído a este de intensos y devoradores ojos oscuros—. Y-yo… yo…
No sé ni siquiera que decir. Quiero que alivie mi dolor, quiero que me entienda sin necesidad de decir las palabras.
Él me da una lenta sonrisa — ¿Qué pasa dulzura? Habla conmigo.
Trago grueso, y cierro los ojos. Dios mío, ¿Qué ha sido esa voz tan ronca y sexy? Inspiro hondo, llenándome de valor. Si no lo veo, será menos vergonzoso. Si no lo veo, podre decirlo.
—Me duele —susurro, tan bajito que creo que solo yo he escuchado.
— ¿Duele? —Nop, sí que me escuchó—. ¿Por qué te duele amor?
Abro mis ojos y esa electricidad que se siente por todos lados me sofoca cuando la veo centellar en los suyos.
—N-no lo sé. Duele allí, quiero aliviarlo —muerdo mi labio inferior temerosa de decirlo, pero cuando su mano va hacia él y lo libera con la vista fija allí y una mirada hambrienta, lo suelto—: Ayúdame a aliviarlo.
Sus ojos se oscurecen aun más, si es que eso es posible, para luego darme una sonrisa matadora. ¡He muerto! No puedo sobrevivir a esa sonrisa, no puedo.
—De acuerdo dulzura, aliviemos ese dolor.
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Absurda Tradición ©
RomanceLa familia de Leslie se rige por pensamientos arcaicos y anticuados, ideales que no son bien vistos en pleno siglo XXI, y es por ello, que la chica de 17 años vive reprimida del mundo. Su padre es un hombre tosco y estricto, la disciplina es una pal...